La crisis política de Bangladesh y las próximas elecciones

Por Antía Mato Bouzas, investigadora del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (REAL INSTITUTO ELCANO, 16/11/06):

Tema: Bangladesh, a las puertas de los próximos comicios, vive en un clima de gran tensión política y violencia debido a las objeciones de la oposición liderada por la Liga Awami a la neutralidad del actual Gobierno interino y a la elaboración de las listas de votantes por parte de la Comisión Electoral.

Resumen: El texto aborda la actual situación política de Bangladesh ante la que debe ser su próxima convocatoria electoral, caracterizada por el traspaso de poderes del último Gobierno electo a un Gobierno interino. Esta figura del sistema político, adoptada en 1996 para asegurar un clima de neutralidad previo a la celebración de comicios, no ha contribuido a mejorar la polarización política existente en el país; es más, ha ahondado en ella al convertirse el Gobierno interino en otro asunto central para la medición de fuerzas entre los dos principales partidos. Como resultado, Bangladesh está siendo escenario, desde el último fin de semana del mes de octubre, de un clima de violencia social que ha disparado los temores sobre la fecha de celebración de las elecciones y la posible intervención del ejército. Tras haber asumido el presidente las riendas del Gobierno interino, persiste una gran incertidumbre sobre el futuro de uno de los países más pobres del mundo que ha experimentado logros significativos en los últimos años y que ha dado al mundo el último premio Nobel de la paz.

Análisis: El día 27 de octubre la primera ministra Khaleda Zia anunciaba en un discurso televisivo el fin de los cinco años de Gobierno encabezados por la alianza liderada por su partido, el Bangladesh Nationalist Party o Partido Nacionalista de Bangladesh (más conocido por sus siglas inglesas como el BNP), y cedía el puesto para la formación de un Gobierno de transición neutral. Este Gobierno interino, una figura creada en la décimotercera enmienda de 1996 a la Constitución, debe encargarse de los asuntos del país hasta la asunción del poder por parte del nuevo Gobierno salido de las urnas. Su tarea principal es asegurar que los próximos comicios se celebren de manera limpia e imparcial. Si bien se trata de un Gobierno de transición, posee la capacidad para adoptar medidas en materia policial y electoral y, por esta razón, se pretende que quien lo encabece sea una persona con una trayectoria de independencia política, ya que podría usar su poder para reprimir a la oposición. A pesar de que la Carta Magna especifica como primera opción la del último juez retirado presidente de la Corte Suprema, también contempla la posibilidad de que las principales fuerzas políticas lleguen a un acuerdo sobre otro candidato que deba liderar ese Gobierno temporal. En un contexto de constante confrontación política como es el que habitualmente domina la política nacional de Bangladesh, la elección del jefe del Gobierno interino es un motivo más para el choque, no sólo entre los dos principales partidos, sino entre los distintos poderes del país. Tal como lo expresa el profesor de la universidad de Illinois Alí Riaz en un reciente artículo en la revista Himal South Asian: “La décimotercera enmienda, adoptada para garantizar elecciones libres y limpias, ha tenido el efecto no deseado de politizar el poder judicial, dañar la figura de la presidencia y convertir al ejército en una institución dependiente de política de partidos”.

Antecedentes de la crisis
Durante el mes de octubre los secretarios generales de la AL (siglas inglesas de la Awami League o Liga Awami, principal partido de la oposición) y del BNP celebraron una serie de reuniones para buscar una solución a la cuestión del Gobierno interino y para cambiar al jefe de la Comisión Electoral, al que la oposición acusa de haber inflado la nueva lista de votantes de cara a las elecciones. Al no haber llegado a un acuerdo, se preveía que asumiese las riendas del poder el candidato oficial, el antiguo juez de la Corte Suprema K.M. Hasan, cuya imparcialidad había sido cuestionada por la oposición. Sin embargo, el ex juez adujo en un momento inicial motivos de enfermedad para no asumir el cargo, aumentando la incertidumbre sobre el desarrollo de los acontecimientos. El sábado 28 de octubre una oleada de violencia se apoderó de las principales ciudades de todo el país y los militantes de las dos primeras fuerzas políticas, y de otros partidos como la Jamaat-e-Islami, se enzarzaron en una batalla campal en las calles, ocasionando varias decenas de muertos. Por la tarde, en medio de un tenso clima político, el presidente del país, Iajuddin Admed, asumía la jefatura del Gobierno interino y llamaba a la calma. Aunque la violencia persistió durante los días siguientes, la situación fue mejorando poco a poco. No obstante, desde el 13 de noviembre, la oposición política encabezada por la Liga y otras trece formaciones menores ha vuelto a tomar las calles para pedir al Gobierno interino que ponga en marcha una serie de reformas, entre ellas la destitución de los principales miembros de la Comisión Electoral.

Bangladesh se halla en un momento de incertidumbre, que no será despejada hasta que el actual jefe del Gobierno y presidente de la República fije una fecha para los próximos comicios y que éstos se puedan desarrollar con garantías. Por una parte, dada la agitada vida política del país en la última década y media de democracia, la presente situación entraría dentro de los márgenes de la crispación típicos de una democracia frágil de un país muy dividido aún en torno a dos concepciones de la construcción nacional, la secular (entiéndase por ello la neutralidad del Estado en torno a la religión) y la religiosa, y donde una parte significativa de la población tiene posibilidades limitadas de influenciar el actual sistema político y burocrático, aunque posean derecho al voto. Por otra parte, la situación actual es observada con cierta inquietud, puesto que un presidente en un débil estado de salud ha asumido un gran número de poderes –además de presidente y jefe del Gobierno interino, Iajuddin Admed se he hecho cargo de las carteras de Asuntos Exteriores, Interior y Educación, entre otros. Además, el jefe del ejecutivo, en sus últimas convocatorias públicas, ha realizado comentarios valorando el papel del ejército como institución no politizada que pueda garantizar la estabilidad en el país y señalando que la actual forma de gobierno es, si bien no de iure, presidencial. Estos comentarios, que han irritado a la oposición, han aumentado las dudas sobre la incertidumbre sobre la convocatoria electoral.

La herencia histórica y el actual sistema de partidos
Desde una perspectiva externa, resulta muy difícil comprender la actual polarización política en Bangladesh, un país que padeció en 1971 una cruenta guerra de independencia con respecto a Pakistán (por aquel entonces el Pakistán Occidental), motivada porque el régimen militar de la zona occidental no había reconocido al legítimo aspirante a primer ministro, el líder bengalí de la Awami League, Sheikh Mujibur Rahman. La evolución del nacionalismo bengalí se había caracterizado por un gran componente cultural articulado en torno a la lengua y a un modo tolerante de entender la religión, pero también se había gestado en el progresivo sentido de privación económica y política de Bengala Oriental dentro de Pakistán. Tras la independencia y la deriva socialista de Mujibur Rahman, Bangladesh sufrió varios golpes de Estado que llevaron primero, en 1975, al jefe del ejército Ziaur Rahman y luego, en 1982, al general Ershad a la presidencia del país. Ambos militares intentaron respaldar su posición política mediante procesos electorales amañados. Fue la oposición a la dictadura de Ershad lo que unió a las dos principales fuerzas políticas actuales, la Liga de Sheikh Hasina (hija de Mujibur Rahman) y el BNP de Khaleda Zia (esposa del general Ziaur). A esta oposición para la restauración democrática, muy movilizada a finales de los años ochenta, se le sumó finalmente un antiguo colaborador de Ershad y que en 1971 se había opuesto a la independencia del país, la Jamaat-i-Islami. La controvertida herencia histórica de los principales partidos de Bangladesh sigue constituyendo la principal arma arrojadiza de oposición política. Tras la restauración democrática en 1991 (pues Ershad dimitió en diciembre de 1990), la lucha política, y personal, se ha centrado en el duelo de las dos Begums (damas) y se ha caracterizado por una ausencia de colaboración o de oposición política entre ambos partidos. El BNP ganó las elecciones en 1991 y en el 2001 y la AL subió al poder en 1996.

Desde 2001, el BNP ha gobernado en coalición con otros tres partidos, el Jatiyo Party del general Ershad y los dos principales partidos islamistas, la Jamaat-i- Islami y el Islami Oikyo Jote. La participación de las formaciones islamistas en el poder, principalmente en el caso de la Jamaat –que obtuvo un voto del 7.5% en las últimas elecciones (inferior a comicios anteriores) y que ha contado con dos ministros en el último Gobierno–, ha preocupado a muchos, incluso a la AL, que han querido ver en este ascenso del islam político (particularmente por las dudas que plantea la ideología de la Jamaat con respecto a la creación de un Estado islámico) una radicalización religiosa en el país. Sin embargo, esta afirmación no es correcta, pese a que la Jamaat puede consolidarse como un partido bisagra con una participación en el proceso político y el radical Islami Oikyo Jote mantenerse como una fuerza con cierta capacidad de agitación social. El respaldo electoral a estas dos formaciones es bastante limitado, dado que proviene fundamentalmente de determinadas corrientes religiosas y del apoyo que pueda dar un determinado sector del clero y de la influencia de las escuelas coránicas o madrasas. No obstante, en el caso de los candidatos de la Jamaat, se aprecia como un factor positivo el hecho de su honradez frente a los frecuentes casos de corrupción que se descubren en miembros de los partidos tradicionales.

La figura del ejército
El ejército de Bangladesh, pese a haber adoptado una actitud intervencionista en política durante la segunda mitad de la década de los setenta y los años ochenta del siglo pasado, permanece como una figura bastante neutral y al margen de las luchas de partidos desde el retorno a la democracia en 1991. De hecho, es una institución bastante bien valorada por la sociedad bangladeshi, principalmente debido a su participación en misiones internacionales de paz, pero también en cuanto a la percepción de ser un cuerpo bastante íntegro que contrasta con la alta corrupción de los políticos.

Dado el presente clima de inestabilidad, algunos medios de información no han dudado en afirmar sobre la posibilidad de otorgar al ejército un papel central en la crisis, bien a través de un golpe de Estado similar al ocurrido en Tailandia en septiembre, bien a través de su despliegue para mantener la estabilidad en el país apoyando al Gobierno interino hasta que no se celebren elecciones. Mientras que la primera posibilidad parece poco probable en las circunstancias actuales, no hay que descartar que si la situación política se sigue deteriorando, el actual jefe del Gobierno interino pueda recurrir a la intervención de las fuerzas armadas para mantener el orden.

Los análisis preelectorales
Bangladesh posee un sistema electoral mayoritario, es decir, el territorio se divide en unas trescientas circunscripciones electorales donde los candidatos que obtienen el mayor número de votos se llevan los restos de los aspirantes no electos. Este sistema indica que, aunque el margen de votos entre los dos principales partidos sea mínimo (en las pasadas elecciones de 2001 la Liga Awami recibió un 40% del voto y ganó 62 escaños mientras que la coalición liderada por el BNP con el 47% alcanzó 216 escaños, estando el voto del BNP cercano al 40%), existe una gran oscilación en el número de escaños obtenidos. La novedad en los próximos comicios será la formación de coaliciones por parte de los dos partidos, aunque el BNP ya se alió con otras tres formaciones en la pasada convocatoria electoral. Las alianzas pueden ser determinantes para ganar las elecciones pero, dado el mapa de las posibles opciones (líderes con varios y sonoros cargos de corrupción como el ex dictador Ershad o los partidos islamistas), se plantea una difícil convivencia para el que gane. Además, el BNP ha sufrido recientemente una escisión muy importante de destacados líderes del partido, que han creado una nueva formación, el Partido Democrático Liberal (Liberal Democratic Party). Esta formación podría tener un cierto respaldo por parte de sectores descontentos con el BNP.

En un país donde los estudios preelectorales escasean, resulta difícil hacer predicciones electorales, máxime cuando el tradicional apoyo a los dos principales partidos es muy similar. No obstante, el 6 de octubre se publicó un análisis en el periódico The Daily Star en el que se preveía una posible victoria de la Liga Awami, aunque en la encuesta realizada se señalaba un número de indecisos superior al 50%. No obstante, a la semana siguiente otro semanario daba la victoria al BNP, si éste mantenía su presente coalición. Ambos análisis se publicaban antes de la toma de posesión del Gobierno interino y no recogían la creación del Partido Democrático Liberal, anunciada semanas después.

La concesión del premio Nóbel de la paz a Mohammed Yunus y sus llamadas a una solución constructiva
La concesión del premio Nóbel de la paz al economista Mohammed Yunus ha causado una gran euforia para la sociedad civil bengalí en un momento particularmente delicado y donde predomina un cierto pesimismo dado el actual impasse político. Los bangladeshis han querido ver a Yunus como uno de los posibles candidatos para salvar al país del callejón en que se encuentra y le han pedido abiertamente que presente una candidatura a los próximos comicios. El economista no ha mostrado su interés en participar en política, pero sus respuestas sobre el tema denotan una cierta cautela. En una reciente entrevista, el propio Yunus reconocía que no sería muy complicado crear una plataforma política de cara a las elecciones. Sin embargo, por ahora, en sus discursos Yunus ha llamado a la responsabilidad de los políticos a mantener la calma y, en la recepción oficial que le ha sido ofrecida por el presidente y jefe del Gobierno interino, ha pedido a éste no dejarse llevar por intereses partidistas, gobernando para todos y atajando el problema de la corrupción allí donde se encuentre.

Conclusiones: La actual situación política es preocupante a dos niveles: por un lado, debido al posible recrudecimiento de la violencia tras el nuevo bloqueo del país por parte de la oposición encabezada por la AL; y, por otro, debido a la actual incertidumbre política marcada por un Gobierno de carácter claramente presidencialista, que sólo se aclarará si el presidente y jefe del Gobierno interino fija la fecha de la convocatoria electoral.

Además, queda la duda sobre la posibilidad de reformar unas listas electorales que varias organizaciones que trabajan sobre cuestiones electorales han tildado de “infladas”, y a las que se ha añadido un nuevo escándalo de corrupción sobre malversación de fondos para la impresión de las mismas. Si se celebran los comicios, los distintos equipos de observación electoral internacional valorarán esta situación en sus informes, lo cual puede ser un revulsivo a la valoración positiva previa que predominó en la anterior convocatoria de 2001.

Frente a esa imagen negativa de Bangladesh, es de esperar que aún pueda triunfar otra positiva, tal como ha sido el precedente de la concesión del Nóbel al profesor Yunus. Pese a la crispación política, por otra parte algo habitual en los convulsos dieciséis años de democracia, aún es posible que la próxima convocatoria electoral se celebre y lo haga con ciertas garantías, lo cual sería la mejor opción para el país.