La crisis vasca

Juan José Ibarretxe ha conseguido su propósito. Lo ha conseguido a costa de crearle un gran problema al PNV. Pero lo ha podido hacer porque su partido le ha permitido llegar hasta este punto. Y lo ha conseguido porque a ETA/Batasuna le interesa colocar al PNV al borde del precipicio, sabiendo que si salta, se suicida, y que si no salta, si por fin se somete a la legalidad, se desacredita ante muchos votantes nacionalistas radicales.

El juego entre nacionalistas estaba claro y lo seguirá estando: los llamados nacionalistas democráticos buscan la unidad de acción nacionalista por convicción. ETA/Batasuna busca la unidad de acción nacionalista para avanzar sus posiciones desde la convicción de que la batalla definitiva se dará entre las distintas versiones dentro del nacionalismo.

Pero Euskadi no se reduce al mundo de los nacionalistas, aunque estos dentro de Euskadi, y muchos fuera, piensen y actúen como si así fuera. Euskadi no sería lo que es sin la tradición socialista. Euskadi no sería lo que es sin la tradición monárquica. Euskadi no sería lo que es sin la tradición liberal. Euskadi no sería lo que es sin la tradición carlista, que puede haber dejado huellas en el monarquismo, el socialismo y el nacionalismo.

Ese nacionalismo que se ha creído dueño y señor de la sociedad vasca, el nacionalismo que ha creído poder satisfacer sus deseos y sentimientos sin cortapisas de ningún tipo ha conducido a la sociedad vasca a una crisis sin precedentes. El nacionalismo que ha llegado a creer que lo más democrático es que ese sector pueda dar rienda suelta a su sentimiento y que todo lo demás y todos los demás tienen que acomodarse a ello, sea el Estado de derecho, sea el sistema judicial, sean las leyes, sean las normas de convivencia, sean los ciudadanos vascos que desde su no nacionalismo hacen que la sociedad vasca sea plural y compleja.

Al nacionalismo vasco le molesta todo lo que le impida vivir en plenitud su sentimiento nacionalista. Por eso le molesta el Estado de derecho, la Constitución, el Estatuto de Autonomía, la ley de banderas, la ley de partidos políticos, el español --que es la lengua normal y muy propia de muchísimos de ellos--, y, sobre todo, le molestan los no nacionalistas. Son un estorbo, un impedimento, una limitación a la pretensión de vivir en plenitud su nacionalismo. Al nacionalismo vasco le molesta simplemente la democracia.

Porque no hay democracia posible sin limitación de las creencias, de los sentimientos, de los intereses, de las identidades. Es muy llamativo que en la tradición política vasca, sus sujetos políticos --las provincias o territorios históricos-- se hayan denominado a sí mismas casas, familia. Es muy llamativo que el nacionalismo se refiera a Euskadi siempre en los mismos términos: aitaren etxea defendatuko dut, defenderé la casa del padre. Xabier Arzalluz solía referirse a sí mismo como el perro guardián de la casa del padre.

Todo ello está muy lejos de la concepción de la democracia como espacio público en el que distintos sentimientos, creencias, intereses e identidades pueden convivir porque asumen la obligación de la autolimitación sin la cual es imposible la convivencia. El nacionalismo vasco tiene un problema muy serio con la democracia. Y por ello ha llevado a una crisis muy seria a toda la sociedad: el partido que ha liderado todos los gobiernos desde la aprobación del Estatuto de Gernika tiene problemas con la democracia. La sociedad vasca no acaba de vivir en democracia porque se lo impiden los propios gobernantes.

Muchos vascos se sienten retrotraídos a los inicios de la transición. En Euskadi es preciso volver a empezar a hablar de lo que significa el Estado de derecho, volver a aprender lo que es la democracia. Después de 30 años. No es la democracia, no es el Estado de derecho, no es la España democrática, con todos sus defectos, la que tiene un problema con el nacionalismo. Es el nacionalismo el que tiene un problema muy serio con la democracia. Ya no basta con pedir que el PNV se modere, ni recordarle que posee también otra alma, no solo la radical. Ya no basta con desear que el PNV se libre de

Ibarretxe. Todo eso ya es tiempo pasado. Lo que ahora ha quedado claro es que por el bien de Euskadi, por la libertad de todos los vascos, el PNV tiene que revisar sus principios fundacionales, tiene que hacer las paces con la democracia, tiene que interiorizar que también tiene que limitar su sentimiento: para hacer posible la convivencia en pluralismo y complejidad.
Que el nacionalismo vasco tiene un problema con la democracia, que el PNV debe revisar sus principios fundacionales queda patente en que Ibarretxe salió elegido lendakari por primera vez con el voto de Josu Ternera, con el voto de ETA, y que su mayor apuesta de los últimos años, el proyecto de ley de consulta, ha salido aprobado por el voto prestado por ETA/Batasuna. El nacionalismo vasco admite que su proyecto político está vinculado al proyecto político que sirvió para razonar el asesinato de casi mil ciudadanos.

Joseba Arregi, presidente de la asociación cultural Aldaketa.