La cuestión de las elecciones

Las protestas en las calles perturban democracias en todos lados, desde Bangkok hasta Kiev, y una vez más se vuelve a cuestionar la naturaleza y legitimidad de las elecciones. ¿Son las elecciones populares un criterio adecuado para juzgar el compromiso democrático de un país? A principios del próximo mes, las elecciones que se celebrarán en India y Afganistán avivarán la pregunta.

Afganistán tendrá elecciones presidenciales el 5 de abril. Sin embargo, es poco probable que sea un proceso electoral tranquilo –en especial porque el presidente estadounidense, Barack Obama, ha advertido a su homólogo afgano, Hamid Karzai, que los Estados Unidos y la OTAN no tienen opción y tendrán que retirar sus tropas para finales de este año.

Los Estados Unidos y la OTAN preferirían evitar un retiro abrupto y total –preferencia que comparten los vecinos de Afganistán, pues temen que el desorden resultante les llegue. El problema es que Karzai ha rechazado firmar cualquier acuerdo bilateral de seguridad minuciosamente negociado, que gobierne una misión EE.UU-OTAN pos 2014 en Afganistán, lo que prácticamente obligaría a Obama a arrancar los planes de contingencia. La única alternativa viable sería esperar la próxima inauguración presidencial con la esperanza de que el sucesor de Karzai acepte formalmente el acuerdo.

La intransigencia de Karzai se debe a que quisiera lanzar un proceso de paz entre el gobierno y el movimiento talibán afgano –similar al que Pakistán ha iniciado con el movimiento talibán pakistaní. Considera que el acuerdo de seguridad con los Estados Unidos puede ser un instrumento útil de cambio en dichas negociaciones. Sin embargo, este punto de vista no toma en cuenta las consecuencias potenciales de un retiro prematuro de las fuerzas de la OTAN y estadounidenses, incluida una baja de ánimo en las  fuerzas afganas y la renovación de la esperanza entre los talibanes de que podrán retomar el control del país relativamente pronto.

En este contexto, es difícil pronosticar los resultados que darán las elecciones presidenciales. Claramente, fortalecerá la democracia en Afganistán, dada la posibilidad de una gran participación de votantes. Sin embargo, las cifras por sí solas no serán suficientes para frenar al movimiento talibán, que ya ha dirigido el país una vez, a pesar de ser una fuerza pequeña.

Tan solo dos días después de cerradas las urnas, India arrancará sus maratónicas elecciones generales, que concluirán el 12 de mayo. Aunque India ha sido una democracia funcional por casi siete décadas, su gobierno está colmado de corrupción e ineficiencia. Si se le suma la logística de realizar elecciones en un país tan vasto, la complejidad del proceso electoral indio es sumamente clara.

Primero, cerca de 100 millones de personas se han sumado a las listas de electores desde las últimas elecciones nacionales en 2009. Alrededor de 814 millones de personas –más que la población combinada de los Estados Unidos, Indonesia, Brasil, Rusia y Bangladesh– podrán votar, por lo que serán las elecciones más grandes desde la independencia de 1947.

Las disparidades geográficas y climáticas entre los distritos electorales complican más las cosas. Por ejemplo, la región montañosa del Himalaya estará aislada por la nieve hasta mayo, y para entonces la temporada de monzones habrá empezado a arrasar la India oriental y nororiental.

Recibir a estas listas gigantes de votantes sin comprometer los resultados, requerirá de aproximadamente 930,000 urnas de votación, que estarán equipadas con máquinas electrónicas de voto y un millón de trabajadores electorales para gestionar el proceso. Las elecciones se desarrollarán en nueve fases por un periodo de cinco semanas.

Incluso, la impresión de suficientes boletas electorales es un trabajo complejo, dado que los entre siete y diez candidatos parlamentarios de cada partido en una circunscripción electoral deben tener una copia, y en cada copia deben estar los nombres de todos los votantes, que rebasan el millón. Aunque por el momento es imposible saber cuántos candidatos contenderán, se calcula que 53 partidos políticos reconocidos estarán representados en las elecciones.

Resulta interesante que la comisión electoral de India introdujo una opción “none of the above†(ningún candidato de la lista) en las urnas para estas elecciones, tras una resolución del Tribunal Supremo del año pasado. Sin embargo, si bien dicha opción exigida por los ciudadanos refleja una insatisfacción generalizada con el actual gobierno, la estipulación tendrá muy poco impacto al final, dado que los candidatos que obtengan el mayor número de votos serán electos, aunque la mayoría de votantes rechace todos los candidatos.

No obstante, las próximas elecciones ofrecerán sin duda un cambio de gobierno. La cuestión es si nuevos gobernantes y un equilibrio distinto de partidos conducirán a una gobernanza más estable y más efectiva, o a la continuación del actual mal gobierno –lo que el académico indio, Pratap Bhanu Mehta, ha llamado “una plutocracia de las más insidiosasâ€.

A pesar de los distintos desafíos a que se enfrentan Afganistán y la India, sus experiencias electorales tendrán un punto en común: servirán de recordatorio claro de que no hay un camino fácil hacia la democracia. Uno espera que por lo menos las elecciones del próximo mes representen un avance.

Jaswant Singh was the first person to have served as India’s finance minister (1996, 2002-2004), foreign minister (1998-2004), and defense minister (2000-2001). While in office, he launched the first free-trade agreement (with Sri Lanka) in South Asia’s history, initiated India’s most daring diplomatic opening to Pakistan, revitalized relations with the US, and reoriented the Indian military, abandoning its Soviet-inspired doctrines and weaponry for close ties with the West. His most recent book is India at Risk: Mistakes, Misconceptions and Misadventures of Security Policy. Traducción de Kena Nequiz.

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