La culpa es de los criminales

La banda terrorista ha puesto a limpio, en un delirante y exculpatorio comunicado, lo que ya había roto por los hechos con la bomba del 30 de diciembre en Barajas, y lo que había anunciado de manera farragosa en su deposición de abril pasado: se acabó la tregua. Una vez más, y van tres, a la banda terrorista le ha dado vértigo asumir la madurez que supone hacer política, sólo política, sin el argumento añadido de poder pegar un tiro a los contrincantes cuando no salen las cosas como ellos quieren; es decir, siempre. Una vez más, los terroristas han aprovechado la tregua para tratar de recomponerse, pero en esta ocasión la aburrida sociedad vasca, a la que lanzan sus bravatas y sus paranoias, fotocopiadas de ediciones anteriores, ha cambiado considerablemente respecto de esas ediciones anteriores.

Existe entre los vascos una saturación respecto de la muerte como nunca antes se había dado en la historia de la banda criminal. Hay un sector que se define nacionalista vasco radical, independentista, de izquierda y que hace tiempo que ha comprobado que fuera de la banda terrorista hay salvación: hacen política y obtienen buenos resultados electorales, parejos a los ataques que les lanzan los de la secta por considerarlos traidores. El PNV no es el de Lizarra, que planeaba un frente común nacionalista para desplazar a los españoles de las instituciones vascas. No es casual que en el comunicado las críticas más duras se hagan a Zapatero, al que los criminales tildan de 'fascista', y a Imaz y al PNV, organización a la que, desde la fase anal de la banda, los criminales aspiran a sustituir.

Estos individuos, que con su comunicado han irritado a la mayoría de los vascos, pueden volver a asesinar, pero no van a contar desde luego con los apoyos anteriores. Es más que probable que encuentren rechazos en sectores que antes les apoyaron. No es casual tampoco que los asesinos hayan estado sin matar en la última campaña electoral, a diferencia de ediciones anteriores, en las que siempre (excepto en la tregua precedente) hubo asesinatos. Quizás los propios violentos han asumido que tienen más votos cuando no matan.

El Gobierno de Zapatero hizo bien al tratar de sondear un posible final del terrorismo. Había datos objetivos a favor de esa inicitiva: los tres años sin asesinatos, el desprestigio social de la muerte, los efectos del 11-M, el cansancio de algunos sectores de ETA, la influencia que pudiera ejercer el ejemplo irlandés, en el que los hermanos mayores de la banda promovían la liquidación del terrorismo, etcétera.

Ha habido fallos en la gestión de Zapatero; el más grave, el que se puso de manifiesto cuando, el 29 de diciembre pasado, el presidente mostraba su optimismo mientras la furgoneta, con su carga mortífera, debía de estar a la altura de Burgos, camino de la T4 de Barajas, en la que asesinó a Carlos Alonso Palate y a Diego Armando Estacio, dos víctimas del terrorismo, ecuatorianos, que reflejan cómo en este país todo cambia, menos los criminales.

El PP ha estado en una posición de clara beligerancia, sin dar ni un centímetro al Gobierno, y lanzando afirmaciones gravísimas, desde que Zapatero traicionaba a las víctimas, se rendía a la banda y entregaba Navarra, hasta decir que todo el que no votase al PP estaba a favor de los terroristas (equivale a decir que ¿el 64% de los electores españoles están con la banda!).

¿Y ahora qué? Pues, de momento, a apoyar a las Fuerzas de Seguridad del Estado para que, igual que hicieron con la detención de los criminales que tenían previsto atentar en Guipúzcoa, les cojan con las manos en la masa y, a ser posible, antes de que vuelvan a cometer un crimen. La vía policial siempre ha sido el antídoto más eficaz para combatir a una organización que podrá hacer daño pero que, se ponga lo voluntarista que se ponga, no es ni de lejos la que asesinaba en los ochenta o noventa.

Sería muy importante para todos los demócratas que el clima de enfrentamiento que ha presidido las relaciones entre socialistas y populares hasta ayer se sustituya por la necesaria unidad. La experiencia dice que la lucha contra el terrorismo es más eficaz cuando existe colaboración que cuando hay divisiones. No estaría de más, por ello, tratar de incorporar al PNV a ese nuevo frente antiterrorista, a tenor de la impecable actitud que ha tenido Josu Jon Imaz en todo el proceso, y a tenor de la corrección de su posición, confirmada en los brutales y reiterados ataques que le dedica la banda.

Los ciudadanos, muy cabreados, tienen que saber que esta ruptura de la tregua nos puede causar daño a los demócratas, pero aísla aún más a la banda y la empuja por la pendiente de aislamiento, sectarismo y fracaso por la que discurre embalada desde hace años. Nada es igual tras esta ruptura. No es igual la banda que dice que volverá a matar, en cuanto a apoyos, a fuelle y a medios. No es igual la sociedad española, y, dentro de ella, la vasca, que sufre esos atentados. No viene mal, de momento, que De Juana haya vuelto a la cárcel y que, si la Justicia cree que Otegi tiene que ir también a la cárcel, tome esa decisión.

El anuncio de la banda terrorista plantea la pregunta sobre las consecuencias electorales que pueda tener. Las primeras palabras de Rajoy anuncian que seguirán con la deslealtad de utilizar el terrorismo como arma de desgaste para derrotar a Zapatero. El terrorismo ha sido el eje, demasiadas veces único, de oposición del PP. El presidente del Gobierno había centrado buena parte de su tarea en acabar con la amenaza terrorista. Planteo una hipótesis: es posible que la salida hacia la paz que ha preparado ahora Zapatero pueda ser completada por los duros del PP y los duros de la banda. Algo como lo que ha ocurrido en Irlanda del Norte, donde los esfuerzos de David Trimble y John Hume fueron capitalizados por Martín McGuinness e Ian Paisley, protagonistas de la foto del final del terrorismo norirlandés. Ya veremos. Mientras tanto, repitamos lo obvio: el único culpable de la ruptura de la tregua es quien la rompe: la banda terrorista que ustedes saben.

José María Calleja