La cumbre del clima en París

La alteración del clima de la Tierra ha sido causada por la masiva emisión de gases de efecto invernadero desde la revolución industrial. Entre 1750 y 2010, las emisiones totales han alcanzado los 2.585.000 millones de toneladas de CO2 equivalente. Como consecuencia del efecto invernadero generado por esos gases, la atmósfera se ha calentado 0,85ºC desde 1880. El incremento de la temperatura no ha sido homogéneo en el tiempo sino que se ha acelerado en décadas recientes. La temperatura es ya, o está cerca de serlo, la más elevada en el actual período interglacial que se inició hace 12.000 años.

La comunidad científica comenzó a alertar sobre los riesgos del cambio climático hace más de 30 años. Algunas de las personas decisivas en la temprana comprensión del problema fueron los científicos norteamericanos Stephen Schneider y Jim Hansen, quienes basaron sus análisis en el excelente trabajo de campo llevado a cabo por Charles David Keeling en la Isla de Mauna Loa. El climatólogo sueco Bert Bolin desempeñó, asimismo, un papel fundamental convenciendo a las Naciones Unidas de la necesidad de crear el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), cuyos cinco informes desde 1990 han sentado las bases científicas de la comprensión del problema.

Este Documento de Trabajo (DT) busca aportar reflexión y debate sobre algunos de los aspectos más relevantes de la política climática internacional en el contexto de la preparación de la importante cumbre de París en diciembre de 2015. De manera implícita se considera que el elemento decisivo en la reconducción de la alteración del clima es la voluntad política de las naciones, en especial la de los Estados decisivos de la comunidad internacional.

El Documento comienza por contextualizar las importantes decisiones presentadas recientemente por las tres mayores economías –la UE, EEUU y China– a la luz de los datos más recientes sobre las emisiones históricas, las de los últimos años (desde 1990) y las emisiones per cápita. Un mensaje importante de esta primera parte es que si tras esas decisiones otros grandes emisores adoptan una posición proactiva y presentan compromisos relevantes, la cumbre de París puede suponer un positivo punto de inflexión. En ese caso, los dos escenarios climáticos más disruptivos de los presentados por el IPCC en 2014 quedarían descartados.

El Documento defiende que una de las razones que han movido a la diplomacia norteamericana a fraguar el histórico acuerdo con Pekín ha sido la creciente consideración del cambio climático como un problema que afecta a su seguridad nacional. En ese sentido se presenta un detallado recorrido acerca de la evolución de esa reflexión, desde las posiciones pioneras europeas (informe Solana, tras los antecedentes del Pentágono y los intentos británicos de llevar el asunto al Consejo de Seguridad), hasta el desarrollo más sistemático en años recientes en EEUU. El Documento defiende que sólo la consideración de la crisis del clima como un problema de seguridad nacional e internacional por parte de los Estados decisivos será capaz de movilizar la energía política que se necesita para situar la trayectoria de las emisiones a lo largo de varias décadas en una dirección compatible con la preservación del umbral mencionado de los 2ºC.

A continuación se analiza la importancia de la adaptación y del fortalecimiento de la resiliencia, en especial en los países más vulnerables. En ese sentido, se subraya cómo la adaptación no puede considerarse exclusivamente una necesidad doméstica y residual. Requiere un mejor entendimiento de sus efectos transnacionales y un planteamiento estratégico que permita medir y analizar convenientemente las vulnerabilidades y las prioridades de acción. En estrecha relación con la problemática de la adaptación está el debate sobre la financiación climática. El acceso a financiación suficiente y previsible por parte de los países en desarrollo y el apoyo de las economías desarrolladas sigue siendo uno de los elementos más delicados de la política climática internacional, al continuar existiendo interrogantes acerca del cumplimiento de las promesas realizadas al respecto en cumbres anteriores. El DT explora, asimismo, los cambios que precisa el sistema financiero internacional para convertirse en una fuerza motriz en la transición hacia una economía global de bajas emisiones. En esa dirección se defiende la plena integración de la dimensión climática en el corazón mismo de las decisiones de inversión pública y privada, nacionales e internacionales.

A la hora de reflexionar sobre las respuestas, la salida a la crisis del clima requiere una transformación del sistema energético internacional hacia una economía de bajas emisiones, una transición hacia un modelo bajo en carbono en el horizonte 2050. En esa dirección, el Documento presenta algunas de las líneas básicas que en nuestra opinión habrían de orientar esa transición: la formulación de una visión estratégica a largo plazo, una hoja de ruta en el horizonte 2050; la extraordinaria importancia de la eficiencia energética y la apuesta por las energías renovables; la progresiva eliminación de los 540.000 millones de dólares de subsidios a las energías fósiles; y una nueva aproximación a la valoración de los crecientes riesgos asociados a aquellas reservas de recursos fósiles que pueden quedar sin explotar en el subsuelo si las naciones se comprometen con una trayectoria de bajas emisiones para 2050.

A modo de recapitulación, el trabajo concluye con las que, en nuestra opinión, son las claves para el éxito de la próxima cumbre de París. En dicha cumbre se espera alcanzar, al amparo de la vigente Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, un acuerdo que integre, por primera vez, los compromisos de mitigación de emisiones de todos los países- desarrollados, emergentes y en desarrollo-, para el período posterior a 2020. Una de las claves sin duda será asentar las bases de confianza y colaboración entre las naciones para activar un proceso dinámico de revisión y mejora de los acuerdos de mitigación a lo largo de los próximos años con el objetivo de reconducir la trayectoria de las emisiones globales. En ese sentido, el Documento propone que la próxima cumbre de alto nivel político tenga lugar en 2020 en Pekín, al ser China el mayor emisor y, en consecuencia, el país que tiene la llave principal de la reconducción de dichas emisiones globales.

Leer artículo completo en formato PDF.

Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI), SciencesPo.
Antxon Olabe Egaña, economista ambiental y experto en cambio climático (autor del libro “Homo Sapiens y Biosfera. Construir la esperanza, reconducir la crisis climática-ambiental”, de próxima publicación).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *