La curva de aprendizaje COVID-19 de Occidente

Los políticos a veces menosprecian a los líderes militares acusándolos de que ellos siempre combaten la batalla anterior, y no así la actual. Sin embargo, la sabiduría abreviada y simplificada de los militares es también valedera para los encargados de la formulación de políticas, y esto no siempre es algo malo.

Por ejemplo, debido a que el recuerdo de la crisis financiera mundial (CFM) del año 2008 sigue fresco en la memoria, los gobiernos y los bancos centrales tienen una fuerte sensación sobre que los mercados financieros pueden colapsar en cualquier momento. Al verse confrontados con la pandemia de COVID-19, están utilizando todas las palancas a su disposición para evitar que se repita la congelamiento del mercado financiero que resultó ser tan perjudicial hace una década.

La reacción política a la CFM se retrasó un poco e inicialmente se confundió, especialmente en Europa, debido a que los encargados de la formulación de políticas y el público en general no habían experimentado una crisis financiera, ni incumplimientos por parte de los gobiernos. Sin embargo, los gobiernos y los bancos centrales de Europa y Estados Unidos aprendieron las lecciones y ahora las están aplicando a gran escala en un esfuerzo por mitigar el impacto económico de la pandemia.

En este punto radica la segunda lección proveniente de la historia militar: los ejércitos que tienen una verdadera experiencia de combate tienden a ser mucho más fuertes. Y, es la falta de experiencia lo que explica en gran medida la respuesta tardía de salud pública al COVID-19 en ambos lados del Atlántico.

Ni Europa ni Estados Unidos han experimentado una crisis de salud pública de esta magnitud desde la pandemia de gripe española de 1918-19. Por el contrario, los países asiáticos tuvieron que lidiar con la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) hace menos de 20 años reaccionaron mucho más rápido al brote de COVID-19, ellos implementaron medidas drásticas de contención que les permitieron aplanar la curva de contagio con relativa rapidez.

Por lo tanto, la narrativa emergente basada en la experiencia de China – sobre que las dictaduras son mejores a momento de combatir una epidemia – está equivocada. Lo que marcó la diferencia en esta ocasión fue que China y otras sociedades asiáticas habían experimentado un problema similar al COVID-19, mismo que aún permanece en la memoria viva.

Democracias como Corea del Sur y Japón pueden combatir un virus tan eficientemente como una dictadura. De hecho, las sociedades abiertas tienen una clara ventaja sobre los Estados autoritarios, debido a que la información desagradable no puede ser negada o suprimida por mucho tiempo, como inicialmente ocurrió en China. Pero, para Europa y Estados Unidos, la pandemia COVID-19 se constituye en un ataque sorpresa de un enemigo hasta ahora desconocido. Por lo tanto, no es de extrañar que la respuesta inicial de salud pública llevada a cabo por los gobiernos haya sido tardía y desorganizada.

Esta respuesta fallida es también la razón por la que los mercados financieros reaccionan ahora de forma tan violenta. Inicialmente, los inversores esperaban una recesión aguda pero corta, seguida de una recuperación en forma de V. Pero a medida que las autoridades públicas europeas y estadounidenses titubeaban, el virus se afianzó – y los mercados comenzaron a entrar en pánico.

Sin intervención, los casos de COVID-19 parecen multiplicarse por un factor de 4-5 en una semana y 20 en dos semanas, y potencialmente pueden aumentar por un factor de más de cien en un solo mes. El precio de unas pocas semanas de ignorancia y negación puede, por lo tanto, ser enorme.

Además, la crisis actual no ha sido causada por una acumulación de desequilibrios internos, como por ejemplo el exceso de préstamos a propietarios de viviendas en Estados Unidos o a Estados periféricos débiles en Europa. Más bien, es el panorama a futuro inducido por un período prolongado de inactividad forzosa – y por oleadas de quiebras, que incluyen desde aerolíneas a restaurantes – lo que está reduciendo las valoraciones.

Dada la incertidumbre sobre cómo evolucionará la crisis sanitaria, los inversores están tratando de vender todos los activos de riesgo y resguardarse. Esta “carrera loca por dinero en efectivo” lleva a una cadena de ventas rápidas a precio de liquidación que perturba las relaciones comerciales normales y amenaza el funcionamiento de los mercados.

Afortunadamente, los bancos centrales, teniendo la CFM firmemente en mente, están tratando de evitar este tipo de círculo vicioso. La Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo han iniciado enormes programas para comprar todo lo que los asustados inversores quieren vender para deshacerse de ello de inmediato.

El acaparamiento de dinero en efectivo en una crisis se ha comparado con la compra de papel higiénico causada por el pánico que hoy en día se puede evidenciar en casi todo el mundo. Sin embargo, mientras que el suministro de papel higiénico es limitado, y el aumento de la producción lleva tiempo, los bancos centrales pueden crear cantidades ilimitadas de dinero instantáneamente. Por lo tanto, hay pocas dudas sobre que los encargados de la formulación de políticas monetarias pueden, en última instancia, calmar los mercados.

Pero restablecer la calma no será suficiente, debido a que sólo las empresas más grandes dependen de los mercados de capitales para obtener financiación. Por el contrario, las pequeñas y medianas empresas, que incluso en Estados Unidos emplean a más de cuatro quintas partes de la fuerza laboral total, dependen del financiamiento bancario y del flujo de caja continuo proveniente de las ventas. Por lo tanto, este sector crucial no se ve muy afectado por los giros que ocurren en los mercados financieros.

Por lo tanto, aunque los bancos centrales sí pueden garantizar que las cañerías financieras sigan funcionando durante la pandemia de COVID-19, no pueden hacer mucho para ayudar a que millones de pequeñas empresas puedan sobrevivir un largo período sin ventas. Los gobiernos deben intervenir con generosos programas de préstamos y otros programas de apoyo para evitar quiebras masivas. Y, con la experiencia de 2008-09 aún fresca en la memoria, lo están haciendo a gran escala, aunque en maneras que difieren mucho de un país a otro.

Con el pasar del tiempo, la economía mundial se reiniciará debido a que todo su capital, tecnología y mano de obra permanecen establecidos. Además, la experiencia pasada sugiere que los consumidores reanudarán en gran medida sus patrones de gasto anteriores, tal como sucedió inclusive tras la gripe española. Si bien ese virus regresó más de una vez, principalmente debido a la naturaleza irregular de los sistemas de salud pública al final de la Primera Guerra Mundial, la recesión mundial duró menos de un año.

Si los esfuerzos combinados de los banqueros centrales y los gobiernos pueden mantener los mercados financieros en funcionamiento y evitar quiebras masivas, entonces hay una buena posibilidad de que tras la ahora inevitable recesión mundial venga una vigorosa recuperación, una vez que el virus haya sido contenido. Pero esto requiere que las sociedades occidentales se adapten y aprendan rápidamente cómo proteger la salud pública.

Daniel Gros is Director of the Centre for European Policy Studies. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *