La defensa de la sostenibilidad por razones económicas

Los inversores de todo el mudo están buscando cada vez más oportunidades que puedan ofrecer beneficios sociales y medioambientales, además de tasas de rédito en los mercados. Si continúa esa tendencia, en la que el avance hacia la consecución de los objetivos sociales o medioambientales realza el valor de una inversión, fortalecerá el compromiso con la sostenibilidad que ya está cobrando impulso entre las empresas de todo el mundo.

El año pasado, uno de cada seis dólares de activos gestionados profesionalmente en los Estados Unidos –un total de 6,6 billones de dólares– fue destinado a alguna forma de inversión sostenible, en particular en activos de valores públicos.

Unas 1.260 empresas, que gestionan 45 billones de dólares en activos, han firmado los “principios para la inversión responsable,” de las Naciones Unidas, que reconocen los factores sociales, medioambientales y de gestión idónea (SMG) –y, por tanto, la salud y la estabilidad de las empresas y los mercados a largo plazo– como decisivos para los inversores. Un firmante, CalPERS, uno de los mayores inversores institucionales del mundo, ha dado un paso más: exigirá a todos los gestores de sus inversiones que determinen e integren los factores SMG en sus decisiones, iniciativa audaz que podría transformar los mercados de capitales.

El número de empresas que publican informes sobre la sostenibilidad ha aumentado desde menos de 30 a comienzos del decenio de 1990 hasta más de 7.000 en 2014 y, en una reciente encuesta de opinión de Morgan Stanley, el 71 por ciento de los que respondieron afirmaron estar interesados en la inversión sostenible.

Desde luego, un importante obstáculo a la adopción de los criterios SMG en las decisiones de inversión sigue siendo el de que muchos inversores  –incluido el 54 por ciento de los que respondieron a la encuesta de Morgan Stanley– creen que con ello se puede reducir la tasa de rédito financiero, pero existe cada vez más documentación de que no es así, pues varios estudios recientes indican que las inversiones sostenibles rinden tanto como las tradicionales o incluso más.

Según las conclusiones de un estudio fundamental de 2012 en el que se analizaron dos grupos de empresas similares en cuanto al sector industrial, el tamaño, los resultados financieros y las perspectivas de crecimiento, las del “grupo de elevada sostenibilidad” obtuvieron resultados superiores en el precio de las acciones y, según las conclusiones de un nuevo estudio del Instituto para la Inversión Sostenible de Morgan Stanley, que analizó los resultados de 10.228 fondos mutuos abiertos y 2.874 cuentas gestionadas por separado de los Estados Unidos, las inversiones sostenibles solían conseguir los réditos medios de inversiones tradicionales comparables –y con frecuencia los superaban– en los períodos examinados.

Muchos factores SMG intervienen a la hora de evaluar las opciones de inversión sostenible. Por ejemplo, la Generation Foundation, grupo de estudios del Generation Investment Management (de cuyo consejo asesor formo yo parte), ha determinado 17 factores medioambientales, 16 factores sociales y 12 factores de gestión idónea  pertinentes en materia de sostenibilidad.

El problema estriba en distinguir entre los factores SMG que tienen una influencia material en  los resultados de las empresas y los que no, pero los datos que las empresas notifican actualmente son insuficientes para permitir a los inversores hacer esa distinción.

La Junta de Normas Contables de la Sostenibilidad, organización sin ánimo de lucro, está intentando cambiar esa situación formulando normas contables de la sostenibilidad material correspondientes a 80 sectores industriales, de conformidad con la reglamentación de la Comisión del Mercado de Valores de los Estados Unidos. Más de 2.800 participantes –entre ellos, empresas cuya capitalización en el mercado asciende a 11 billones de dólares e inversores con 23,4 billones de dólares en activos gestionados– han intervenido en el proceso de dicha Junta. Según las conclusiones de un nuevo estudio, el definitivo hasta ahora y basado en las normas propuestas por la Junta correspondientes a 45 sectores industriales, además de otros métodos de medición, las empresas que obtienen buenos resultados en relación con los factores de sostenibilidad material obtienen también mejores resultados operativos, corren menos riesgos y obtienen réditos mayores para sus accionistas que aquellas cuyos resultados son deficientes.

De forma similar, un nuevo marco recientemente propuesto por Morgan Stanley para las valoraciones de empresas en 29 sectores industriales comprende los factores SMG que representan riesgos u oportunidades materiales. Mientras que la valoración tradicional de una empresa se basa exclusivamente en cómo utiliza el capital financiero para obtener réditos, el nuevo marco comprende su utilización del capital social, humano y natural, además de la transparencia de sus procedimientos de gestión idónea. Ese nuevo planteamiento de la valoración de las empresas refleja la idea de que las empresas que obtendrán mejores resultados serán las que utilicen las cuatro clases de capital de forma responsable.

Los factores SMG materiales pueden afectar a los resultados financieros de una empresa y a los réditos de los accionistas de formas diversas. Por ejemplo, una utilización más eficiente de la energía y los recursos puede reducir los costos, una mejor gestión del talento humano puede aumentar la productividad, unas normas medioambientales, sanitarias y de seguridad más estrictas pueden reducir el riesgo de accidentes graves y nuevos productos ecológicos o de comercio justo que gusten a los consumidores pueden aumentar los ingresos.

Pensemos en las inversiones que mejoran la eficiencia energética de los centros de datos, que utilizan entre 10 y 20 veces más energía que los edificios comerciales de tipo medio y, por tanto, contribuyen mucho más a las emisiones de los gases que producen el efecto de invernadero. Las decisiones sobre las características de los centros de datos son importantes para la gestión de los costos, la obtención de un suministro fiable de energía y agua y la reducción de los riesgos para la reputación, en particular dado que cada vez se tiene más en cuenta el cambio climático en las reglamentaciones mundiales. La construcción de centros de datos de Google que utilizan un 50 por ciento menos de energía por término medio le ha brindado ahorros considerables.

Casos de éxito similares se han dado en todos los sectores. Desde 2011, la empresa química DuPont de los EE.UU. ha invertido 879 millones de dólares en la investigación e innovación de productos con beneficios medioambientales cifrables, ha registrado 2.000 millones de dólares de ingresos anuales gracias a productos que reducen las emisiones de los gases que provocan el efecto de invernadero y otros 11.800 millones de dólares más en ingresos debidos a recursos renovables, como las energías eólica y solar.

Asimismo, la empresa multinacional de bienes de consumo Procter and Gamble notificó 52.000 millones de dólares en ventas de “productos de innovación sostenible” de 2007 a 2012, lo que constituye el 11 por ciento del total de ventas de esa empresa en ese período.

Hay razones válidas para creer que, al invertir en la mejora de la sostenibilidad material, las empresas pueden aumentar el valor de las acciones. En realidad, para que una empresa cumpla con su responsabilidad fiduciaria para con sus inversores, apenas tiene otra opción que la de no limitarse a obtener réditos financieros, sino incorporar los factores SMG que con el tiempo pueden tener repercusiones materiales en sus resultados. Ésa es precisamente la clase de incentivo que podría impulsar el mundo hacia un futuro más sostenible.

Laura Tyson, a former chair of the US President's Council of Economic Advisers, is a professor at the Haas School of Business at the University of California, Berkeley, a senior adviser at the Rock Creek Group, and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on Gender Parity. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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