La demagógica responsabilidad

Ahora que llevo unos años peinando canas, padezco con desconcertante estupor estos tiempos de cientifismo político.

Por más que lo intento no encuentro respuesta a tamaña osadía y, sobre todo, a la triste falta de respeto hacia los ciudadanos, padres, trabajadores...

Nos enfrentamos día a día a una grave falta de responsabilidad por parte de nuestros gobernantes, votados con el desdén que ya no nos podemos permitir.

En esta «estrategia demagógica», las cortinas de humo van y vienen. El Gobierno pretende, y en muchos casos lo logra, estar presente en el pensamiento de sus ciudadanos, sin ninguna conciencia, con la agonía de una democracia que se solidifica en una tiranía. Es el profundo convencimiento de una ideología carente de responsabilidad. Muy difícil de definir, pero muy fácil de observar.

Resulta que en estos tiempos se considera imprescindible y del todo necesario redimir de tanto dolor causado a los niños, esos infantes que nunca fueron comprendidos y que este Gobierno acoge con brazo de hierro ideológico. Porque ya nos dicen que hemos sido padres de generaciones criadas en el temor, desamparo y frustración. Se han atrevido a insinuar ciertas posiciones sobre la sexualidad, qué decir del aborto y del machismo selectivo dependiendo de quien lo practique.

Es evidente que la praxis, en este sentido, cercana a su entorno, no les parece ni tan frustrante ni coercitivo. Dicen que «un condenado por abusos sexuales a menores se libra de cinco años de cárcel por la ley del 'solo sí es sí'. Si esto resulta ser cierto... ¿dónde está la responsabilidad del Gobierno?

Se promulgan leyes sin conocimiento de la norma, aunque se adjudica el error al machismo de algunos jueces, sin tener en cuenta a la hora de acusar, que muchos jueces son mujeres.

¿Dónde está la responsabilidad?

Pero pensando en todas estas denuncias del «Ministerio» y sus conclusiones tremendistas de crueldad, discriminación e incomprensión, yo apelo a esa «mayoría feminista del Congreso», que no resulte ser una minoría, y una excusa para que el Gobierno pueda decidir sobre el «sentimiento del pueblo», la sexualidad de los menores y la creación de nuevos «catálogos familiares».

¿Dónde está su responsabilidad?

Y en estos devaneos, uno se da cuenta de la distracción. Qué mejor excusa que utilizar la «exclusión politizada» como bandera, mientras Moncloa excluye a muchos ciudadanos con su demagogia centrada exclusivamente en satisfacer a esos socios que renovarán su poder. Y... sigamos hablando de «niñes» mientras otros modifican el Código Penal.

Señor «presidente»... ¿dónde está su responsabilidad?

Y entonces, se encendió la luz. Este «ministerio de Moncloa» no busca ciudadanos a los que representar. Quiere encontrar «almas perdidas» a las que atender y acoger para hacerlas dependientes de sus ideas demagógicas. Porque ahora toca. Es el momento de subvencionar, nacionalizar y demás bondades.

Evidentemente, los más vulnerables son los jóvenes. No porque estén perdidos, sino porque simplemente son jóvenes. Y en esa fisura llega el mesianismo de este «Ministerio» a decirles que han estado desvalidos hasta que ellos han llegado con sus promesas de igualdad, de vida fácil, y de respeto de todas sus emociones, sin saber que las emociones solo son emociones y la verdad de la vida es que no somos lo que sentimos; nos construimos en el ser y desde él sentimos. ¿Sabe usted de esto del alma y del ser?

¿Dónde está su responsabilidad?

¿Existe una pretensión encubierta de adelantar la mayoría de edad a los dieciséis años, lo cual sustentará la ley del aborto? Si una joven con dieciséis años puede abortar, para poder aceptar su responsabilidad devenida de sus actos, debería poseer la mayoría de edad... ¡Tiernos votos!

Pero lo grave del asunto es que al disgregar el acto de la responsabilidad, se está rompiendo el núcleo familiar, esencia de cualquier sociedad, porque esta disección elimina la necesidad de estamento entre padres e hijos, de manera que justificaría modelos familiares nuevos y legitimarían ideas peregrinas tales como la cesión de hijos a la educación del Estado.

La mayor demagogia política de este Gobierno es asumir que entre los actos y las responsabilidades derivadas de los mismos no existe una relación profunda. La responsabilidad de ciudadanos pensantes debe anteponerse al acto y así nos evitaremos muchos sufrimientos. Fíjense que hasta compañeras de gabinete ya piden la dimisión de «Igualdad», públicamente y con una pancarta feminista.

¿No les hace reflexionar?

Las mayores irresponsabilidades se están cometiendo desde los propios partidos políticos de Gobierno, donde la mayoría de sus miembros nunca trabajaron, ni oficio ni beneficio. Así se entiende esta falta de responsabilidad sobre sus actos. Políticos que han hecho de la política un oficio y no un servicio al Estado desde la honestidad y sus competencias profesionales.

Cuántas exigencias a nuestros jóvenes a la hora de aplicarse en su porvenir... ¿Esto es un ejemplo de igualdad? ¿No se está dañando a nuestro valor más preciado? Nuestros jóvenes necesitan gobernantes que sean un ejemplo de responsabilidad.

Han construido el dietario de un cientifismo político que encubre la ideología de la irresponsabilidad, de hacernos a todos iguales para después dirigirnos en bloque hacia un nihilismo falsario y miserable. Ustedes juegan a darnos lo que previamente nos quitan, y este comportamiento, como decía Ramón Llull, es hipócrita.

En el año 1977, Adolfo Suárez en su cierre de campaña manifestó lo siguiente: «Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro».

Que sus palabras sean nuestra carta de Navidad a Moncloa.

Pedro Fuentes es humanista y ensayista.

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