La derecha suma más

Desde primeros de año las encuestas señalan una fuerte subida de Ciudadanos (Cs) -consecuencia del éxito en las elecciones catalanas del 21-D-, un descenso sensible del PP, un estancamiento del PSOE y otro descenso de Podemos. El titular es que Cs, el partido de Rivera, el líder más valorado, superaría al PP de Mariano Rajoy que es, junto a Pablo Iglesias, uno de los líderes menos apreciados. El PSOE quedaría plano y algo incoloro. Es relevante que Cs, un partido nuevo en España, se haya convertido -por el momento solo en las encuestas-, en el primer partido y que, por el contrario, Podemos, el partido surgido en las europeas del 2014 que parecía que iba a asaltar el cielo, esté en retroceso. Pero otro dato relevante, ya apuntado por la subida liberal de Cs y la caída de la izquierda radical de Podemos, es que el bloque de centroderecha, formado por el PP y Cs, está en claro ascenso mientras que el de izquierdas, la suma del PSOE y Podemos, está en regresión.

¿El electorado abraza a la derecha y tiende a huir de la izquierda? Es lo que parece si comparamos los resultados de las elecciones del 2015 y 2016 con las últimas encuestas publicadas antes y después de Semana Santa. En efecto, la suma del PP y Cs pasó ya del 42,35% en las elecciones del 2015 al 46,9% en las del 2016 y en las recientes encuestas de dos diarios digitales (El Confidencial y El Español) estaría en el 50%. Ocho puntos más. Y en diputados -cálculo arriesgado- la derecha saltaría de sus 169 escaños actuales a unos 190. Según estos sondeos, si ahora hubiera elecciones el centroderecha obtendría una amplia mayoría absoluta.

Mientras, la suma de la izquierda bajaría del 43,7% del 2016 al 35% o 38%. Una caída de un mínimo de cinco puntos. Y en diputados el desplome sería espectacular, de los 161 del 2015 (90 del PSOE y 71 de Podemos) a 134 o 125 (78 y 47).

¿Por qué este desplazamiento a la derecha del electorado? Una causa posible sería la crisis catalana. Ante el riesgo separatista, la reacción nacionalista española encontraría más seguridad en la derecha. Podemos ha defendido el derecho de autodeterminación y el PSOE aboga por un federalismo que pude ser visto como peligroso. Es una tesis a considerar, pero que no acaba de convencer. La inflexión ya se dio entre diciembre del 2015 y junio del 2016 cuando la crisis catalana era menos aguda.

Otra interpretación -que choca con las dogmáticas creencias del progresismo de manual- es que la recuperación iniciada en el 2014 (cuatro años de crecimiento con creación de empleo) estaría dando más seguridad y confianza a una parte del electorado que las críticas de la izquierda a las desigualdades provocadas por la crisis, los recortes, la devaluación salarial o la precarización del empleo. Una parte de la población prestaría más atención al constatable aumento del empleo, aunque de baja calidad, que a las promesas de una mejor redistribución de la riqueza.

Es un fenómeno algo similar a lo que sucede en países europeos, donde los votos socialdemócratas no han huido hacia la izquierda sino al populismo (Alemania e Italia), o a nuevas ofertas de centro (Francia). Además, una izquierda como la de aquí, que para gobernar necesitaría el concurso de Podemos, un partido caudillista y antisistema, puede inquietar a muchos electores que en otro tiempo votaban sin problemas a Felipe González liderando un PSOE que ni quería ni necesitaba apoyos de la extrema izquierda.

Y el PSOE también tiene problemas de credibilidad. Primero porque en el 2010 la crisis obligó al gobierno Zapatero a una austeridad contraria a lo que había prometido y a las expectativas triunfalistas generadas (hemos pasado a Italia, vamos a por Francia). Y la falta de cohesión interna tampoco genera confianza. La lucha entre Rubalcaba y Carme Chacon primero, y entre Pedro Sánchez y el PSOE más tradicional después, no es garantía de estabilidad. Cs y el PP tienen una estructura más autoritaria pero también un liderazgo firme. Y aunque Pedro Sánchez ganó con brillantez unas primarias internas, luego no ha sabido recomponer la imagen de unidad interna.

Debe haber más causas. Pero que pese a los efectos de la crisis, la suma de la derecha suba mientras baja la de la izquierda debería inclinar a un análisis más desinhibido y a dejar de repetir fórmulas que quizá gustan a los militantes pero que no generan confianza en muchos electores para los que la división tradicional entre derecha e izquierda no es su mayor preocupación pero que sí reclaman algo de credibilidad en las propuestas.

Joan Tapia, periodista.

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