La deriva de Chávez

Lección para todos

El sorpresivo resultado del referéndum para la reforma de la Constitución de Venezuela ofrece dos mensajes principales. Uno tiene clave interna; el otro apunta al contexto exterior. El primero atañe a la dinámica del proceso venezolano, aparentemente en inexorable velocidad de crucero hacia el cambio drástico; el segundo, curiosamente, más parece generado por la ausencia de acción en el exterior que por la actividad de los vecinos de Chávez.

En primer término, el resultado de la consulta fue no solamente una bofetada a Chávez. Es su primera derrota tras cinco éxitos, como una pérdida de la virginidad en pos de su dominio abrumador de la vida política venezolana. Con una especie de fatalismo que dominaba el ambiente, se predecía su triunfo, tal como en un principio presagiaban los que erróneamente abogaron por la abstención, oponiéndose a lo que consideraban como proceso inevitable. También intuían que habría fraude. La participación equivalía a dar carta de legitimidad al proceso.

En segundo término, paradójicamente, la influencia que en todo proceso político interno puedan tener las actividades de gobiernos e intereses exteriores, esta vez, sobre todo en los últimos días, ha estado más ausente que presente. Llama la atención la cierta prudencia con que el resto del continente ha acogido las últimas muestras de activismo verbal de Chávez, al atacar sucesivamente a la Corona española, líderes latinoamericanos en ejercicio (Alan García), ex mandatarios (Aznar y Fox) y por último a su vecino Uribe. Nunca se sabrá con certeza, pero las amenazas (hechas más de cara a la galería local) contra los bancos españoles y los medios de comunicación norteamericanos (CNN, principalmente) no parece que hayan tenido el impacto apetecido. En su base electoral, casi dos millones han desertado a Chávez desde el último plebiscito dramático.

En lugar de ampliar su respaldo e incorporar más gobiernos como el boliviano, el ecuatoriano y el nicaragüense al campo propicio de sus aliados, Chávez ha conseguido posicionarse en un estado de relativo aislamiento. Sus gracias y extemporáneas declaraciones no parece que tengan seguidores. De ahí que la pérdida de la paciencia del rey Juan Carlos haya sido recibida con mal disimulada alegría por los que no se atreven a emitir admoniciones conminando al silencio.

Ahora bien, el incidente del referéndum no debiera dejar a sus opositores dormirse en sus laureles. Recuérdese que si Venezuela fue a las urnas dividida, permanece todavía fragmentada entre dos bandos de momento irreconciliables, sin que se vea que las necesarias fuerzas moderadoras puedan hacer más que aconsejar una reconciliación probablemente elusiva. Los que creen que 'muerto (es una exageración, pues Chávez ha salido rasguñado, no eliminado) el perro, se acabó la rabia', están listos para una sorpresa. Ya lo dijo una vez Chávez, en una muestra de sabiduría tradicional de análisis de política económica: no soy el problema, sino la consecuencia.

Los problemas esenciales de Venezuela siguen siendo la pobreza y la desigualdad, la discriminación y la marginación, en la que todavía están inmersos la mayoría de sus ciudadanos. Enfrente se ha mantenido un sector minoritario que ha capturado durante decenios el manejo de las riquezas naturales del país. Ese colectivo se ha visto aumentado de forma ostentosa por los que más se han beneficiado de la nueva bonanza petrolera, y quienes no están dispuestos a despojarse de los privilegios adquiridos bajo el mandato del explosivo teniente coronel.

Además, Venezuela no es excepción en el resto de América Latina, carcomida por dos males adicionales que aquejan a diversas capas de la sociedad. El primero es la criminalidad. Antaño era solamente una amenaza para la clase opulenta. Hoy hiere a todos los sectores, y los más perjudicados son 'los de abajo' (que paradójicamente viven en 'cerros'). El segundo mal es la corrupción, que mina todos los estratos de la Administración. Las cifras mareantes procedentes del aumento de los precios del petróleo son un imán que atrapa las actividades diarias de todos los ciudadanos. Chávez no es el problema: es la consecuencia. Y, por lo tanto, los cimientos de su influencia seguirán bien plantados sobre ese eje perverso formado por la pobreza y la corrupción.

Que no se calle

Cuanto más perora Hugo Chávez en su programa 'Aló Presidente' más venezolanos engrosan las filas de la oposición. Así fue como perdió el referéndum para cambiar la Constitución y poder ser candidato sempiterno. Al perder, calificó el voto negativo como «victoria de mierda». Así se comporta el jefe de Estado bolivariano. Perdido este referéndum, anuncia otro para cuando sea. De no callarse una temporada, Chávez va a conseguir que la oposición se articule y que aparezca un líder lo suficientemente sólido para ser alternativa. Lo que de cada vez está más claro es que si Chávez perdiera el poder, su situación debería resolverse en los tribunales, siendo tanta la corrupción y el empeño por descomponer los controles del Estado. Al final, su prepotencia le ha llevado a perder el referéndum que debía consolidar su obra magna: el poder absoluto. Las instituciones venezolanas han resistido el embate a pesar de todo, a pesar de que para inspirar el socialismo revolucionario de Chávez han sido instrumentales algunos constitucionalistas mercenarios españoles procedentes de la izquierda, con algún caso de ultraizquierda que antes pasó por la ultraderecha.

Incluso antes del voto, sectores chavistas se alejaban de la sombra de su líder. Por el contrario, los seguidores más recalcitrantes proponen no hacer caso a los resultados del referéndum. Habrá que ver en qué medida el 'no' tiene reflejo en la Asamblea Nacional que el chavismo hasta ahora controlaba a la perfección. Lo mismo ha ocurrido en populosos barrios de Caracas.

Como en casi todo el Cono Sur, la bancarrota de los partidos tradicionales venezolanos ha sido algo injusta, sobre todo viendo lo que vino después. En los cinco años de mandato que le quedan a Chávez, la oposición tiene la oportunidad de organizarse y priorizar objetivos. Desde luego, Chávez recurrirá a todo para que la 'victoria de mierda' del 'no' se amilane frente a la brutalidad y el resquebrarse del Estado de Derecho. Para el caso, es mejor que Chávez no calle porque cuanto más hable más sabremos quién y cómo es. En Argentina, antes de que el marido cediera el poder a la esposa en la Casa Rosada, estaba triunfando un concurso titulado '¿Por qué no te callas?'.

Pocos amigos le van a quedar a Chávez en su entorno geográfico: Evo Morales, en Bolivia, Fidel, y Daniel Ortega en Nicaragua. Por ahora el petróleo todavía tiene mucho peso, pero no le ríen las gracias ni Lula en Brasil, ni Bachelet en Chile ni Alan García en Perú. Ha querido entrometerse en Colombia como mediador con el terrorista 'Tirofijo' y el presidente Uribe ya ha tenido que mandarlo al diablo. La impopularidad de Chávez se extiende por las sociedades de Iberoamérica.

Es muy reciente una encuesta sobre la confianza que suscita el mandatario venezolano: en España, según el acreditado Pew Center, la desconfianza alcanza un 70% y la confianza se queda en un 16%. Es significativo que los índices más elevados de desconfianza sean los de Brasil -74%-, Perú -70%- o Chile, con un 75%. En Europa, desconfían de Chávez en los países que han sufrido el totalitarismo: Polonia, la República Checa o Eslovaquia. En Asia, es Corea del Sur. En la Argentina de los Kirchner, confianza y desconfianza andan casi igualados: un 40% se fía y un 43% recela. No hay datos sobre Irán, aliado de Chávez. Al socialismo del siglo XXI que propugna el presentador de 'Aló Presidente' comienzan a faltarle cómplices.

Joaquín Roy y Valentí Puig.