La desaceleración de China y la economía de Asia

La desaceleración económica de China en 2015 tendrá consecuencias importantes para los países de la región y más allá. Para la mayoría de los países, el crecimiento del PIB por debajo del 7% que se espera este año -y en los próximos años- sería motivo de festejo. Sin embargo, después de tres décadas de crecimiento de dos dígitos, el desempeño cada vez más débil de la que hoy es la segunda economía más grande del mundo es una causa importante de preocupación -y no sólo para los chinos.

Ahora bien, aunque la desaceleración de China tenga consecuencias negativas para algunos países, también crea oportunidades para otros. El destino de los países de la región depende de la estructura de sus economías -y, de manera crucial, de cómo se adapten a la transformación económica en curso de su vecino gigante.

Los países que producen materias primas, como cobre, petróleo y minerales, para fabricación en China ya están viendo los mayores cambios. La desaceleración industrial de China implica una reducción correspondiente en la demanda mundial de esos commodities. Países como Kazajstán y Chile, cuyas economías están profundamente concentradas en esos sectores, encuentran en la contracción un serio desafío.

Los países que fabrican productos intermedios también se están viendo afectados. Japón, por ejemplo, fabrica partes y componentes que se exportan a China para la producción de productos electrónicos de consumo. En otras palabras, sus exportaciones de valor agregado al mundo suelen pasar por China. En consecuencia, la desaceleración de China ha tenido un efecto destacable en el desempeño de las exportaciones de Japón.

Sin embargo, el destino de los exportadores de materias primas y productos intermedios no está gravado en piedra. Los consumidores no están comprando menos teléfonos inteligentes, juguetes electrónicos o computadoras; la producción de estos bienes simplemente se trasladará de China a otros productores de menores costos. Vietnam, por ejemplo, ha aumentado considerablemente su producción y exportaciones de teléfonos inteligentes y productos electrónicos de consumo -un área en la que China ejercía un predominio absoluto- en parte porque atrajo más inversión extranjera directa.

Otros países como India e Indonesia en principio podrían convertirse en los nuevos gigantes exportadores. Sin embargo, para que esto suceda, esos países tendrán que invertir fuertemente en infraestructura y reformas de políticas que hagan que su logística y su clima de inversión resulten competitivos a nivel global.

Otro conjunto de países que han sentido el impacto del reequilibrio de China les venden productos y servicios a los consumidores chinos. A pesar de un crecimiento más lento, el consumo de los hogares en China ha venido aumentado y el mercado del país sigue siendo uno de los más prometedores del mundo. Las empresas que puedan sacar ventaja de un mayor gasto en consumo saldrán beneficiadas.

Hasta el momento, países fuera de Asia -como Alemania con su industria automotriz y Estados Unidos con su innovación en alta tecnología- han sido los principales beneficiarios de los crecientes ingresos en China. Pero los países de la región Asia Pacífico también ganaron terreno. Singapur y Australia están aprovechando la creciente demanda de educación de alta calidad en China y expanden sus exportaciones de servicios universitarios. Japón se está beneficiando de los hábitos agresivos de gasto de los turistas chinos a punto tal que el fenómeno -conocido como bakugai- ha sido catalogado como la expresión en boga del año en Japón.

Un tercer conjunto de países que van a beneficiarse comprende a aquellos que compiten principalmente con China. Esas economías pueden aumentar su cuota de mercado global en tanto China se retraiga de algunos sectores. Precisamente debido a su propio éxito, el costo laboral de China ha aumentado en más del 100% en los últimos diez años, lo que deja a muchos otros países -no sólo Vietnam o India, sino también otros países muy poblados como Bangladesh y Myanmar- con costos laborales relativos mucho más bajos.

Esto significa que muchas industrias en China han perdido competitividad, y que el futuro crecimiento de la economía china tiene que venir de incrementos en innovación y productividad, y no de mano de obra de bajos salarios. Bangladesh, por ejemplo, ya ha comenzado a sacar partido del retiro de China del segmento de baja gama del mercado de la vestimenta. Su producción y exportaciones han venido creciendo rápidamente, y hoy Bangladesh es el segundo exportador de ropa más grande del mundo (después de China). De modo que no sorprende que Bangladesh y Vietnam ahora sean dos de las economías de más rápido crecimiento de la región.

Pero los réditos que se vayan a obtener con la desaceleración de China no son automáticos. Como tantos otros países están compitiendo por quedarse con la participación de mercado global que China está perdiendo, las economías en desarrollo de la región tienen que implementar una cantidad de reformas e invertir en energía, transporte e infraestructura urbana para hacer que su clima de inversiones general resulte competitivo.

Dado que la desaceleración de China está siendo impulsada principalmente por factores fundamentales (especialmente una fuerza laboral que se reduce y costos laborales que aumentan), debería entenderse como parte de una nueva normalidad para la economía mundial. Como la economía china es mucho más grande ahora, inclusive un crecimiento del 6% hoy contribuiría más a la producción mundial que el crecimiento del 10% antes de la crisis financiera global.

Para otros países, la mejor manera de lidiar con una China que se desacelera es adoptando las reformas domésticas necesarias para reposicionarse dentro de la economía global.

Shang-Jin Wei is Chief Economist at the Asian Development Bank and the head of its Economic Research and Regional Cooperation Department.

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