La desgarbada revolución bancaria de Europa

A finales del año pasado, los ministros de finanzas de la eurozona llegaron a un acuerdo sobre los elementos básicos del Mecanismo Único de Resolución (MUR) – es decir, llegaron a un acuerdo sobre cómo lidiar con los bancos en dificultades. Este es un acuerdo que no es bonito, pero sin embargo es también probable de que llegue a funcionar.

El ingrediente principal del acuerdo es usar, por lo menos inicialmente, fondos nacionales independientes en caso de que un banco necesite ser salvado, mientras que al mismo tiempo también se constituya un Fondo Único de Resolución (FUR) que sea común y que llegue a contar con hasta cincuenta y cinco mil millones de euros (setenta y cinco mil millones de dólares) en el transcurso de los próximos diez años, fondo que se financiará con las contribuciones de los propios bancos. El MUR en su totalidad estaría dirigido por un grupo de supervisores nacionales y por representantes del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea.

Los defectos de este acuerdo son evidentes. Para empezar, el MUR no será en lo absoluto, por lo menos al principio, un mecanismo “único”. Los fondos nacionales – y por lo tanto las autoridades nacionales – continuarán siendo responsables de los problemas de “sus” bancos, mientras que las contribuciones del FUR a cualquier operación de rescate se incrementarán únicamente de forma gradual. Pasará por lo menos una década a partir de ahora – aproximadamente hasta el año 2025 – antes de que el MUR sea realmente “único”, en dicho momento el uso de los fondos nacionales independientes llegará a su fin.

Este es, por supuesto, un largo período de transición. Pero, debido a que el BCE está en el proceso de llevar a cabo una revisión de la calidad de los activos que se incluyen en los balances generales de los bancos, hay poco peligro de que queden aún sorpresas ocultas dentro de dichos bancos. Es más, después de que transcurran cinco años (hasta el año 2020), el FUR podría ya llegar a tener cerca de treinta mil millones de euros (cuarenta mil millones de dólares) disponibles, esta es una cifra superior a la que tienen la mayoría de los fondos nacionales, por lo que podría proporcionar un respaldo importante en caso de que algún fondo nacional llegase a ser insuficiente.

Sin duda, no es ideal que el MUR únicamente vaya a proporcionar cobertura a aquellos bancos – unos 120 en total – que lleguen a estar bajo la supervisión directa del BCE hasta finales de este año. Sin embargo, esto tiene sentido al principio, ya que en dichos momentos iniciales el BCE estará muy ocupado intentando fiscalizar a los bancos bajo su control directo (que, de todas formas, constituyen las cuatro quintas partes del sistema bancario de la eurozona). En teoría, el BCE es también el supervisor indirecto de la totalidad de los mil o más bancos más pequeños en la eurozona, pero transcurrirá algún tiempo antes de que dicha supervisión se haga efectiva.

Otra parte poco elegante de las disposiciones propuestas es que el FUR no será parte de la maquinaria de la UE; en lugar de ello, será establecido mediante un tratado intergubernamental (que en la actualidad se negocia con premura entre los países miembros de la eurozona). Sin embargo, es probable que dicho acuerdo intergubernamental sea sólo una solución transitoria. Existieron otros casos en los que iniciativas fundamentales que comenzaron fuera del marco legal establecido por los tratados de la UE se incorporaron posteriormente dentro del acervo comunitario (dentro del corpus iuris de la UE), con lo que se las puso bajo el control de la Comisión y el Parlamento. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, con el espacio de libre circulación de Schengen. Es probable que lo mismo suceda con el FUR.

El increíblemente complicado proceso de toma de decisiones que ha sido propuesto para el MUR, mismo que, al menos en teoría, podría involucrar a más de 100 funcionarios y a muchos comités, también es poco probable que represente un obstáculo real, ya que la reestructuración bancaria por lo general se lleva a cabo en cuestión de días, típicamente durante un fin de semana. Los pocos que conocen los detalles de un caso en particular serán quienes tomen las decisiones clave, mientras que al resto de las personas, que tienen poco conocimiento de (o participación en) la materia, se les pedirá amablemente que se sumen a dichas decisiones. Cuando nuevamente se lleve al MUR y el FUR hacia dentro del sistema de la UE, será necesario volver a examinar el mecanismo de toma de decisiones.

A menudo se ha criticado el tamaño del FUR, señalándose de que es insuficiente. Sin embargo, dicha crítica está errada: cincuenta y cinco mil millones de euros serían suficientes para lidiar con todos los bancos en Europa, con excepción de los muy grandes. También serían suficientes para lidiar con una crisis sistémica en países cuyo tamaño va de pequeño a mediano, como por ejemplo Irlanda o Portugal. Incluso España necesitó “solamente” sesenta mil millones de euros del Mecanismo Europeo de Estabilidad en el momento pico de su crisis.

En cualquier caso, un fondo de reestructuración solamente puede ser un kit de primeros auxilios para lidiar con un accidente aislado (o con dos accidentes aislados). Las crisis sistémicas siempre requieren de un respaldo fiscal. Desde este punto de vista, también se puede afirmar que la propuesta del MUR se encuentra incompleta.

Sin embargo, por lo menos ahora la eurozona ya tiene un mecanismo permanente para apoyar a los gobiernos que enfrentan dificultades. Si bien no existe un acuerdo explícito, no cabe duda de que si una gran crisis amenaza con abrumar al FUR, se encontraran los fondos necesarios para salvar del colapso al sistema bancario de la eurozona, porque todos los Estados miembros que participan en el MUR tendrán un incentivo para respaldar su inversión común.

El plan para la constitución gradual de un fondo de resolución común es en un paso torpe en la dirección correcta. Aborda una cantidad de problemas y deja de lado una cantidad similar. No obstante, es probable que el resultado final sea bastante sólido, ya que establece una innovación clave: un fondo común que mutualiza de manera efectiva gran parte del riesgo que deriva de las quiebras bancarias.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *