En cuatro años, Aragón ha perdido 40.904 habitantes. Los saldos vegetativos predicen que Europa perderá 32 millones entre 2015 y 2050, y la ONU que, a finales de siglo, el 90% de la población mundial será urbana. Al terminar 2015 ya lo era el 74%.
Aragón, que suma el 2,81% de la población española, será una de las regiones europeas que, en porcentaje, estará en el grupo de cabeza, porque tiene 872 asentamientos con menos de 100 habitantes, sin escuela y sin posibilidades de desarrollo, en los que el 2% de la población está manteniendo el 73% del territorio.
En las últimas semanas, la despoblación ha entrado en la agenda pública. La Mesa de las Cortes de Aragón se desplazó a una de las áreas más despobladas, Albarracín. Varios grupos parlamentarios pidieron una comisión especial. Un departamento lanzó la iniciativa de la buena conectividad a Internet para todos. Otro presionó por la singularidad de la provincia de Teruel y de la denominada Celtiberia. Y un tercero está desarrollando la Estrategia de Ordenación Territorial (EOTA), aprobada en 2014 en las Cortes, con una directriz especial para coordinar la planificación previa a políticas públicas como las bonificaciones fiscales, los incentivos a los empleados públicos y el apoyo a la mujer en el medio rural. Iniciativas a las que se suman las de los propios municipios, agrupaciones de desarrollo local, diputaciones, federaciones de municipios, organizaciones empresariales y oenegés.
El objetivo de la febril carrera es acceder a ayudas estatales y europeas para cohesionar territorial y socialmente un país descoyuntado desde los planes de desarrollo y el gran éxodo rural de las décadas de los sesenta y setenta.
El grupo de presión de las organizaciones empresariales de Teruel, Cuenca y Soria ha tomado la delantera, por la puerta que abrió el Tratado de Lisboa a las Áreas Escasamente Pobladas, con la finalidad de recibir a partir de 2020 las mismas ayudas europeas que la Laponia sueca y finlandesa y las Tierras Altas escocesas. Matices: estos estados las incluyeron en los tratados de adhesión a la UE y la Laponia es un espacio vacío, de tundra y taiga, en el que los pobladores se concentran en pocos núcleos, frente a la atomización en las tres provincias españolas del primer ‘lobby’ europeo contra la despoblación al margen de los nórdicos.
La foto del 9 de marzo con el secretario de Estado Roberto Bermúdez de Castro y la comisionada demográfica Edelmira Barreira no debería distraer de lo que es un asunto de Estado, también, por poner ejemplos, de amplias zonas de Lugo, Oviedo, Badajoz, León, Zamora, Huesca y Zaragoza.
Sin ir más lejos, esta última provincia es una suma de desiertos demográficos que la capital y el valle del Ebro han solapado, haciendo pasar de largo los grandes planes e inversiones públicas. Desde un punto de vista solidario, la despoblación debería afrontarse como un asunto de Estado y como una oportunidad en una sociedad en transformación digital y mayoritariamente urbana.
Una sociedad, en definitiva, en la que el tiempo, ¿cuánto se tarda en llegar?, se impone al espacio, las duraciones a las distancias entre puntos geográficos, en la que se diluyen los límites entre las áreas rurales y urbanas, y en la que dominan los flujos de intercambio de conocimiento y de mercancías al margen de donde esté uno físicamente. Por la influencia de Zaragoza, Aragón reúne características de ciudad territorio.
Entre 2000 y 2015, los países desarrollados recibieron 4,1 millones de inmigrantes netos anuales. Las migraciones climáticas, y de refugiados por las guerras y persecuciones, van a seguir aumentando. Y cada vez es más evidente que, con 1,35 hijos de media por mujer en edad fértil (el índice estimado para la reposición es de 2,1), con la precariedad actual y la elevada tasa de paro en el tramo comprendido entre los 25 y los 44 años, no habrá reemplazo generacional sin políticas migratorias generosas. Eslovaquia y Suiza, dos estados con similar extensión que Aragón, tienen, respectivamente, 5.430.000 y 8.140.000 habitantes. Luego Aragón puede albergar más pobladores, por extensión, por recursos climáticos y por recursos energéticos renovables, tal y como se apunta en la Directriz Especial del Gobierno de Aragón.
Plácido Díez, periodista.