La deuda hispánica de Humboldt

«La invención de la naturaleza: El nuevo mundo de Alexander von Humboldt», de Andrea Wulf, ha ganado docenas de premios y ha sido traducido ya a varias lenguas, incluido el castellano. ¿Cuál es el origen de tanto éxito? Es claro que el libro satisface una demanda acumulada de héroes en una era de catástrofes ambientales presentes y por venir.

Wulf busca los orígenes de nuestras sensibilidades ecológicas modernas en Alexander von Humboldt, quien pasó cinco años en la América española a principios de 1800 explorando desiertos, montañas y selvas y entendió las conexiones globales de la naturaleza. Wulf reduce la América española a un agujero negro de ideas y una distopía de ingeniería social. Humboldt pasó cinco años en Hispanoamérica en ciudades, no en selvas, entre manuscritos, archivos y tradiciones de estudio y análisis firmemente establecidas. Nada de esto aparece en la biografía de Wulf. A la actividad intelectual de Lima, la escritora le dedica cuatro palabras y a la de México, sesenta. Wulf hace descender de Humboldt a Simón Bolívar. Humboldt proporcionó los instrumentos para que Bolívar entienda la maldad del colonialismo español: la degradación sistemática de la naturaleza a través de la esclavitud y la minería.

América es paisaje donde las ideas de Europa se incuban. El tráfico es siempre unidireccional. Las comunidades intelectuales del sur global están siempre ahí para aprender y ser levantadas de su estupor y provincialismo, para ser guiadas hacia la razón y la modernidad: del renacimiento a la ilustración, del romanticismo al liberalismo, del derecho natural al abolicionismo, del liberalismo al socialismo, del catolicismo al libertinaje.

El problema más grave con la biografía de Wulf, sin embargo, es atribuirle a Humboldt la invención de la naturaleza porque fue él quien por primera vez la pensó global e interconectada. Humboldt, ella argumenta, utilizó observaciones minuciosas, recopilación de datos e imaginación visual para desenmascarar patrones globales de conexiones y semejanzas.

Tal argumento va en contra de la evidencia histórica, ya que el estudio de la naturaleza global se remonta a los presocráticos. Construido sobre cosmologías de cuatro elementos y una quintaesencia, la meteorología y la astrología clásica-medieval-islámica-cristiana eran ciencias de lo global.

En su «Historia Natural y Moral de las Indias» (1590), José de Acosta presentó el Nuevo Mundo como una máquina circulatoria de agua, fuego y aire para explicar comportamientos paradójicos del Nuevo Mundo, incluidos terremotos, actividad volcánica, peculiaridades mineralógicas, huracanes y estaciones de lluvia que parecían ser las inversiones de los patrones euroasiáticos. Acosta usó las herramientas de Physica de Aristóteles y Sphera de Sacrobosco para interpretar los Andes como un microcosmos de geodistribución global, mucho antes que Humboldt.

Acosta arguyó que el Nuevo Mundo, literalmente, invertía todo lo que se sabía sobre la física del Viejo. Para Acosta la razón por la cual los patrones de la meteorología del viejo mundo se invertían en el nuevo eran los Andes. Estas montañas literalmente eran sistemas meteorológicos globales en microcosmos. Elevación y verticalidad podría remplazar uno de los siete climas dentro de la esfera de Sacrobosco. Uno podría encontrar climas polares o templados en los trópicos, dependiendo de la elevación de las montañas andinas.

El estudio global del cosmos fue típico de la historia natural española e hispanoamericana, en gran parte porque España y Portugal fueron los primeros imperios verdaderamente globales. Tomemos, por ejemplo, el caso del «Regimiento de Navegación» de Pedro de Medina (1563), un manual para pilotos para investigar nuevos continentes y nuevos mares.

En este manual, Medina ofreció tres siglos antes que Humboldt un sistema de recolección de datos para descubrir patrones gráficos globales. No hay diferencia ninguna entre las líneas isotérmicas globales Humboldt y los perfiles de costas de Medina: las dos son basadas en el uso de instrumentos, observaciones empíricas colectivas, y compilaciones detalladas sistemáticas para generar líneas inesperadas en mapas terrestres.

Medina describió cinco tipos diferentes de instrumentos para reunir cinco tipos diferentes de datos con el fin de ofrecer una nueva representación global del espacio: dirección de las corrientes de viento, la elevación del sol, la declinación de las estrellas, el movimiento del norte magnético, y las fases de la luna. Estos cinco instrumentos y tecnologías le permitieron a Medina ofrecer una nueva representación global interconectada de toda la tierra, una representación visual precisa de todos los continentes y océanos sobre un diagrama de tres tipos de líneas, aquellas basadas en las rosas de vientos, líneas magnéticas, longitudes y latitudes.

Esta búsqueda por patrones globales en la estructura de la tierra y el mar permitió a la monarquía española lanzar la colonización de Asia desde México. Tomemos, por ejemplo, el caso del Pacífico en los años 1520 a 1560, un período en el que los pilotos y tripulaciones españolas, mexica, tlaxcaltecas y purépechas intentaron cruzar el Océano Pacífico desde Acapulco a Malaca. Enviadas a recolectar clavo y canela en Malaca para cultivarlas en México, las expediciones enviadas por Cortés llegaron a Cebú pero no pudieron regresar.

Una de estas expediciones fue la de Loayza en 1527, cuyo piloto Andrés Urdaneta fue capturado por los portugueses en Tidor. Urdaneta finalmente fue liberado y regresó a España en 1537, donde escribió un memorial del viaje fallido. Urdaneta se convirtió en agustino y fue a México a enseñar cosmografía en la nueva universidad. En 1564, Urdaneta postuló que las corrientes del Pacífico debían comportarse de manera similar a las del Atlántico, es decir había que navegar hacia Japón hasta la latitud 40. Una vez allí, se captaría el flujo horario de retorno. Este fue el comienzo de la colonización mexicana de Filipinas.

Urdaneta inició una tradición de mapear las corrientes oceánicas. En la década de 1680, encontramos dos textos que resumen el conocimiento sobre la naturaleza de las corrientes globales y que se relaciona con las teorías sobre la causalidad. «Theatro Naval Hidrographico» (1688) de Francisco Seijas Llovera y «Causas eficientes y accidentales de flujos y reflujos» (1694) de Pedro de Castro ofrecieron modelos globales y mapas de los sistemas físicos que hicieron posible el movimiento de las aguas globales.

Las evaluaciones entusiastas y los numerosos premios que ha recibido el libro de Wulf ilustran que, desde Humboldt, la mala distribución geopolítica de la autoridad epistemológica global sigue firmemente arraigada: el Sur tiene tarántulas y anguilas eléctricas y el Norte, ideas. Los ladrillos del muro de Trump se han horneado en los hornos de historiografía.

Jorge Cañizares Esguerra es catedrático de la Universidad de Austin.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *