La difícil recomposición política de Rusia

Aunque las elecciones a la Duma tengan una importancia relativa, dado el lugar secundario que ocupa este órgano en el actual sistema institucional ruso, de marcado carácter presidencialista, su interés radica, más que en los resultados electorales en sí mismos, en los datos que proporcionan para conocer la peculiar evolución política rusa durante este último periodo. En este sentido, las elecciones a la Cámara representativa son, dadas sus propias características que exigen la elección de representantes en todo el territorio de la extensa Federación Rusa, las que mejor pueden reflejar el complejo proceso de formación y consolidación de un sistema de partidos políticos que vertebre la recomposición del Estado en Rusia tras la profunda crisis, aún no superada, originada por la descomposición del Estado soviético a principios de la pasada década.

A lo largo del periodo que transcurre desde 1993, año en el que se aprueba la Constitución que instaura el marco político e institucional actualmente vigente, han tenido lugar cinco elecciones a la Duma (1993, 1995, 1999, 2003 y las últimas del 2 de diciembre de 2007). Al compás de las sucesivas citas electorales, en estos tres lustros se ha ido configurando progresivamente un atípico sistema de partidos, producto en buena medida del no menos atípico punto de partida que supuso el fuerte trauma de la desintegración del Estado soviético a comienzos de la pasada década. Un sistema de partidos que, en el momento actual, dista mucho de haberse consolidado establemente y de servir como estructura vertebradora del sistema político y del Estado rusos, aún en proceso de recomposición.

Las elecciones a la Duma del pasado 2 de diciembre han de ser encuadradas, más allá de los escaños obtenidos por los distintos partidos que concurrían a ellas (que no ofrecen sorpresa alguna en cuanto a las previsiones realizadas), en el marco del complejo proceso de recomposición política que está teniendo lugar en la Rusia postsoviética en estos tres últimos lustros. En este sentido, interesa reseñar los factores de continuidad y de cambio que, en relación con las anteriores consultas electorales, introducen los últimos comicios; lo que, además, nos proporciona también los referentes necesarios para poder prever mejor la posible evolución del proceso político ruso en el próximo futuro.

Tan sólo dos formaciones políticas, aunque de signo muy diverso, han conseguido mantener de forma continuada su permanencia en la Duma durante todo este periodo (1993-2007). El Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), que a pesar de ser la única que ha presentado hasta ahora las características propias de un partido político con implantación en todo el territorio ruso y, asimismo, de haber representado en la Duma la única oposición al poder presidencial, primero con Yeltsin y después con Putin, ha visto decrecer su respaldo electoral (en torno al 12% en estas elecciones, al igual que en las precedentes de 2003) a la mitad del que tuvo en los anteriores comicios (en torno al 24% en los de 1995 y 1999). En cualquier caso es, hasta el momento, una fuerza política de referencia en el sistema de partidos políticos ruso, si bien sus expectativas ante el futuro no dejan de ser inciertas.

La otra formación política que ha conseguido mantener su presencia en la Duma durante todo este periodo (revalidada en estas elecciones con un 8% de votos), es el Partido Liberal Democrático, expresión desde su fundación de la profunda frustración nacional que han sentido (y siguen sintiendo) sectores significativos de la sociedad rusa en el periodo postsoviético; hecho este que, además, sirve para explicar la continuidad de este partido, un tanto atípico, en el peculiar mapa político ruso. Por el contrario, otras formaciones, que también se reclaman del ideario liberal -Unión de Fuerzas de Derecha, Yábloko- y que en las elecciones realizadas en la década de los noventa consiguieron representación en la Duma, no han logrado acceder a ella en estas últimas (como tampoco en las anteriores de 2003).

Atención especial merece Rusia Unida, la formación política que ha ganado ampliamente estas elecciones, superando el 60% del respaldo electoral, traducido en más de dos tercios de escaños en la Duma (mayoría requerida para la reforma constitucional). Se trata de una mayoría inusualmente alta, tanto en la experiencia electoral comparada como en relación con anteriores elecciones a la Duma, que reduce a la oposición a un papel meramente testimonial; lo que, lejos de proporcionar estabilidad al sistema institucional ruso, aún en proceso de construcción, contribuye a hacer ésta bastante problemática, ya que la estabilidad y el equilibrio institucional de un sistema político requiere, además de una mayoría sólida, una oposición asimismo fuerte que pueda actuar como fuerza equilibradora en el funcionamiento del sistema institucional.

La posición absolutamente hegemónica y dominante que ocupa Rusia Unida en la Duma, configurando un sistema de partidos de carácter acusadamente unipolar, es el dato más relevante de las últimas elecciones. Si bien en las precedentes de 2003 -las primeras bajo el mandato presidencial de Putin- Rusia Unida, recién creada entonces gracias al impulso del propio Putin y que comparecía por primera vez ante las urnas, ya consiguió convertirse en el primer partido de la Duma, en contraste con la debilidad de los grupos impulsados desde los círculos próximos al poder presidencial en el periodo Yeltsin, a partir de ahora Rusia Unida se erige en la formación política central y determinante. Aunque aún es pronto para aventurar su evolución futura, todos los datos apuntan hacia su configuración como un movimiento-partido nacional con vocación interclasista y guiado por el objetivo prioritario de conseguir, por encima de todo, el restablecimiento del poder del Estado -la 'verticalidad del poder', en términos expresivos del propio Putin- tras la profunda crisis nacional, aún no superada, que ha sufrido Rusia en este último periodo.

La nueva composición de la Duma tras estas últimas elecciones, aunque sirve, como ya se ha señalado, para conocer la peculiar evolución del sistema político ruso, no es, sin embargo, decisiva por lo que se refiere a las relaciones de poder efectivas en Rusia en la actualidad. Hay que tener presente que en el modelo institucional diseñado por la Constitución vigente desde 1993, de carácter netamente presidencialista -un presidencialismo muy sui generis, además-, la Duma (Cámara baja) tiene un papel escasamente relevante como instancia de decisión política. Es en la Presidencia de la Federación, que va a ser renovada próximamente, donde reside y se concentra, como ocurre en todo sistema presidencial, el poder de decisión política; por tanto, lo que realmente resulta decisivo a efectos de conocer la futura orientación política en Rusia no es tanto la composición de la Duma como quién será el próximo titular de la Presidencia.

En cualquier caso, lo más previsible es que la nueva Duma, recién elegida, y el nuevo presidente, a elegir próximamente, marquen el inicio de un nuevo periodo político en Rusia, tras el doble cuatrienio (2000-2008) de Putin al frente de la jefatura del Estado; aunque la reciente designación de Medvedev como candidato presidencial, con el aval expreso de Putin y con todas las probabilidades de convertirse en su sucesor, es un indicador de la orientación continuista que previsiblemente va a seguir la política rusa en los próximos años. Falta por despejar, sin embargo, la principal incógnita que se plantea ante el futuro en la actual coyuntura política rusa, al mismo tiempo post y pre electoral, como es el papel que se reserva a sí mismo Vladímir Putin, sin duda el dirigente que ha logrado afianzar un liderazgo más firme en la Rusia postsoviética, en el nuevo escenario político que se abre tras su relevo en la jefatura del Estado.

Andoni Pérez Ayala