Otro año con Fidel o con lo que queda de él. Ayer, 13 de agosto, cumplió 81 años. Y le deseo que cumpla muchos más, pero en la misma situación en la que se encuentra; que no muera, pero que no descanse, ¿por qué desear el descanso eterno a quien jamás ha dejado descansar a nadie, a quien se denominaba a sí mismo el combatiente eterno? Que siga combatiendo, pero contra la enfermedad, o con la idea del próximo final, si es que todavía la cabeza no le falla y se da cuenta del estado en el que se encuentra.
Pero coincidiendo con el aniversario del dictador, creo más interesante hablar de los que de verdad, con coraje, tino, y mucho arte, celebran la vida -y no la muerte-. Hablemos, por ejemplo, de esos cubanos de los que, si otra fuese su nacionalidad, los medios de comunicación de medio mundo habrían hablado hasta por los codos. Estos cubanos a los que me quiero referir son exiliados o disidentes, y, desde hace 48 años, ser exiliado o disidente constituye un triste destino para cualquier cubano, no sólo sentimentalmente, sino también profesionalmente.
León Ichaso es un cineasta que salió de Cuba con 14 años, poco después de que comenzara el desastre revoltoso que llevó a la isla a la destrucción política, económica, social y moral. Ichaso se crió en EEUU, y allí realizó su primera película junto a Orlando Jiménez Leal. La cinta se titulaba El Súper, y todavía hoy goza de una actualidad envidiable. Es la historia de una familia de cubanos exiliados, de su supervivencia en Estados Unidos y de su dependencia de la familia que han dejado atrás en Cuba. León Ichaso y Orlando Jiménez Leal emprendieron después carreras por separado, como es lógico. El primero se dedicó a dirigir películas, como El Cantante, nada más y nada menos que el largometraje que se acaba de estrenar en las pantallas del mundo entero, protagonizado por Jennifer López y por su marido Marc Anthony, sobre la vida del cantante puertorriqueño Héctor Lavoe.
Gran parte de la obra del director fue realizada con anterioridad a la de varios cineastas latinoamericanos que hoy gozan de una enorme popularidad, como Robert Rodríguez o Alejandro González Iñárritu, por sólo citar a dos, cuya obra debe mucho a la de León Ichaso, en creación, ideas y formato. Sobre El Cantante, el New York Times ha dicho que «León Ichaso es el Scorsese cubano». Sí, es algo elogioso y honroso; sin embargo, sorprende que siempre deban establecerse comparaciones con terceros cuando de cubanos se trata. Nadie dice, por ejemplo, que Iñárritu, quien pertenece a una promoción bastante tardía de cineastas latinoamericanos de Hollywood, le deba nada a la nouvelle vague, a Akira Kurosawa o a otro mexicano, el gran Arturo Ripstein. Pero así es la vida de los cineastas y creadores cubanos en el exilio: les cuesta el doble o el triple que a los demás ser reconocidos por su trabajo.
León trabaja tranquilo, sufre como cualquier cineasta toda clase de imposiciones, pero consigue finalmente que su talento no sea rebajado. En lo que va de año, ha recibido dos homenajes en EEUU. Europa aún se los debe.
El segundo creador cubano al que me voy a referir es un disidente, o mejor dicho, se trata de un grupo disidente. Hace rock duro y contestatario dentro de Cuba, pero no ese rock autorizado para exportar la imagen fuera de la isla de que en Cuba ya no se persigue al rock. El grupo se llama Porno para Ricardo; su voz y líder Gorky Águila Carrasco ha sido detenido y amonestado por la policía en numerosas ocasiones. Para mí son el equivalente de Sherpa y Mojínos escozíos, por citar dos de mis admiradas bandas rockeras españolas.
Sus integrantes son cuatro valientes jóvenes cubanos; sus letras les confirman como auténticos poetas de la actualidad, de la realidad cubana. El suyo es un ejemplo de la verdadera canción protesta; ellos son la voz de los que no tienen voz. Sus discos fueron grabados en clandestinidad.
La CNN los ha entrevistado y Gorky ha hablado, abiertamente en contra del castrismo y del comunismo, desde el dolor, pero sin rencor. Y siempre desde la creación, porque Porno para Ricardo es, por encima de todo, un grupo de artistas, de músicos, de poetas, a quienes se les impide expresarse libremente, y cuyo arte no puede ser apreciado por su público natural: los cubanos.
El ministro de Cultura cubano, Abel Prieto, escribió una novela sobre los años 70 y la persecución a la que fueron sometidos una gran cantidad de jóvenes en Cuba por escuchar rock, o por querer hacer rock. Una vez editada la obra en España -creo que el único país donde se editó-, el ministro se llenó la boca para decir que esos episodios de acorralamiento y encarcelamiento afortunadamente no han vuelto a repetirse. Siento desmentirlo, pero todavía se persigue a los artistas -igual que ocurre con los homosexuales- en Cuba. Por cierto, la ex ministra de cultura de España, Carmen Calvo, siempre se ha manifestado como una gran aficionada al rock duro o al heavy, pero yo jamás la he escuchado defender a estos jóvenes; tal vez ni siquiera sepa que existen.
Y de la música, quiero pasar a hablar de poesía. Del libro de la poeta Mercedes García Ferrer (1933-1988), editado ahora por ZV Lunáticas. Sí, es el primer poemario de mi propia editorial, a la que le tengo que hacer promoción yo misma. Como editora y como amiga ha sido de una gran alegría publicar la poesía completa de Mercedes, nacida en Camajuaní y fallecida en La Habana.
El título del poemario es Declaro que estoy loca, y también fue prohibido. Ella intentó editarlo sin éxito, lo envió esperanzada al Concurso Casa de las Américas y fue vetado, nunca supo por qué ni por quién. Mercedes, además, se dedicó a la dramaturgia. En una, ocasión cuando montaba Hécuba para la Casa de la Cultura de Plaza, la ideóloga jefa de la Casa, llamó la atención a Mercedes de forma humillante, argumentando que su Hécuba no era lo suficientemente revolucionaria. Al día siguiente Mercedes citó a los que éramos entonces sus amigos a un ensayo; fue magnífico, en broma puso a Hécuba de machetera permanente. Nunca me he reído tanto con un clásico griego, cuya heroína debía cortar caña obligatoriamente para ganarse el derecho a ser representada.
Leer a Mercedes García Ferrer es leer la poesía de toda una época, muy difícil para la mujer cubana. Ella es una poeta como la copa de una ceiba [árbol tropical], frondosa, generosa, que se adelantó a escribir lo que ya quisieran muchas poetas de hoy. Por su casa pasaron Pablo Milanés, Julio Cortázar, María Bethania, García Márquez y tantos otros.
Y ya que de cumpleaños se trata, estaría bien terminar tarareando la canción de Porno para Ricardo, El Comandante. En lugar de cantarle el Cumpleaños Feliz al inmortal guerrillero que tanto odió al rock y la música en general, deberíamos corearle a grito pela'o este rock duro, bien cerquita del tímpano, al inventor de esa guerra de guerrillas que dura ya casi 50 años.
Zoé Valdés es escritora cubana en el exilio.