La diplomacia nuclear de Sarkozy

Nicolas Sarkozy ha hecho de la promoción de la energía nuclear (francesa) una constante indiscutible en la mayoría de sus desplazamientos al extranjero, al extremo de que algunos incluso han evocado una "diplomacia nuclear". Desde su llegada al Elíseo, ha firmado acuerdos de cooperación nuclear con Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Qatar, Jordania, Túnez, India y China. Estos acuerdos suponen a corto plazo un montante financiero limitado, pero sumas tal vez gigantescas a largo plazo. Varios factores coincidentes pueden explicar este rasgo específico de la política exterior del presidente Sarkozy. Cree que por una feliz conjunción en el tema nuclear, el interés nacional de Francia coincide con el interés internacional y que París tiene una carta que jugar. Gracias a las ingentes inversiones del Estado en los años 70 y a una oposición que nunca sobrepasó la sensibilidad ecologista para llegar al gran público, Francia dispone de una industria nuclear competitiva que la distingue de los otros países industrializados. En Francia la opinión pública cree que la energía nuclear es positiva. La posesión de un arsenal atómico ha garantizado su seguridad y su independencia. Durante la guerra fría siguió siendo un elemento importante de la defensa francesa. La energía nuclear ha permitido aligerar la factura energética, contribuyendo a la independencia económica. En un momento en que París sufre un déficit comercial inquietante, la venta de grandes equipos nucleares puede a la vez confortar el avance tecnológico francés y aportar divisas y crear empleos.

Mientras persisten las inquietudes sobre la proliferación nuclear, Sarkozy responde a las críticas al régimen de no proliferación, según las cuales los estados no nucleares tienen obligaciones sin que, sin embargo, sus derechos sean respetados. Según este razonamiento, la venta de equipos nucleares, lejos de alimentar la proliferación por el riesgo de desviar el uso civil al nuclear, la combate al hacer desaparecer uno de los motivos principales de crítica de los países no nucleares respecto al régimen de no proliferación. Nicolas Sarkozy, que muestra la mayor firmeza sobre el tema nuclear iraní, pretende probar que la renuncia a la energía nuclear militar debe acompañarse de la ejecución del compromiso de las potencias nucleares de no impedir el acceso a las tecnologías nucleares previsto en el artículo 4 del tratado de No Proliferación (TNP), pues el equilibrio del TNP no está en las obligaciones recíprocas de los países nucleares de no ayudar a los no nucleares a adquirir armas nucleares, mientras que estos se comprometen a renunciar a ellas. El verdadero equilibrio está en la garantía del acceso a la tecnología nuclear a cambio de su renuncia aunuso militar de ella. Sarkozy incluso ha llegado a decir que era un medio para luchar contra el choque de civilizaciones, pretendiendo así demostrar que los países del Norte se toman en serio a los del Sur y a los países emergentes y que les reconocen sus derechos al acceso a la tecnología, convirtiéndolos en socios. Los países no nucleares reprochan periódicamente en los foros de examen del TNP que los países nuclearizados pongan el pretexto del temor a la proliferación para impedir su acceso a las tecnologías nucleares. Este rechazo se juzga en realidad como una voluntad de impedir el desarrollo de los países del Sur.

El hecho de que numerosos proyectos de exportación impliquen a países árabes no es neutro. Es un modo de tranquilizarlos en un momento en que han expresado su inquietud por el espectacular acercamiento franco-israelí. Las exportaciones de equipos nucleares tienen el gran mérito, a los ojos del presidente, de permitirle tener una política árabe activa que no sea "entorpecida" por la cuestión palestina.

La cuestión nuclear se presenta también como un medio para luchar contra el calentamiento climático del que ha hecho una prioridad, hasta el punto de convertirlo en uno de los pocos elementos de críticas de la política norteamericana. La diplomacia nuclear no tiene para Sarkozy más que ventajas, al presentarse como líder en la lucha contra el calentamiento climático y desarrollar un vínculo amistoso con los países emergentes, favoreciendo siempre los intereses comerciales franceses.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.