La doble lucha de las mujeres iranís

Me temo que una cortina de silencio caerá como un sudario de plomo sobre la violencia de los opresores y ahogará los gritos de los oprimidos. El tenebroso presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, y el fanático ayatolá Jamenei, depositario del sacrosanto poder como guía de la Revolución islámica, tienen el monopolio de la violencia y la han descargado con ferocidad contra los manifestantes que denunciaban un verdadero golpe de Estado en las urnas para cortar el paso a los reformadores del moderado Mirhusein Musavi. Hablo de cortinas de silencio, porque apenas nos llegan noticias directas de Irán. Me refiero a noticias elaboradas por profesionales de la información que cubran con solvencia y sin cortapisas los acontecimientos que suceden en las calles, en los tejados de las casas, en los despachos oficiales, en los cuarteles de las fervorosas milicias que apoyan a Ahmadineyad y en los variados pasillos clandestinos por donde se mueven los rebeldes.

A algunos periodistas extranjeros los han expulsado; a otros les niegan el visado de entrada, y a los que quedan les controlan para que no puedan llegar a las fuentes de la noticia y, por supuesto, vigilan lo que envían. Dentro del país han cerrado periódicos y revistas, y a los periodistas iranís sospechosos de connivencia con los rebeldes y contestatarios les detienen o marginan.

Para seguir lo que está aconteciendo de forma fragmentaria nos queda internet y los blogers que se mueven en ese espacio tecnológico, aunque conviene decir que también ellos están amenazados y las autoridades tratan de borrar las señales para que no salgan al aire.

En uno de estos blogs, el de la estudiante Fatemeh Karini, se dice que en estos momentos, y bajo la tupida enredadera de represiones, sienten miedo, rabia y emoción. Otros se atreven a sostener que tienen esperanza porque en la lucha por un futuro de libertades están comprometidas las mujeres.

Las mujeres tienen un doble motivo para la lucha: lograr un espacio de libertades para todos y la liberación de la propia condición femenina; la liberación de las mujeres del engranaje político religioso que las oprime y, como dice la bloguera Sedamet, las asfixia con telas de todo tipo.

El rostro ensangrentado de la joven Neda Soltani, asesinada por los basiyis en la manifestación de Karengh Street, y que circula permanentemente por las redes informáticas, es el testimonio de la brutalidad del poder y el símbolo de las resistencia. El activismo feminista, especialmente del Movimiento Coligado de Mujeres contra la Discriminación, fue determinante a la hora de llevar a las mujeres y a los jóvenes a las urnas. También fueron clave para sacar a la calle a millones de manifestantes en todo el país, y particularmente en Teherán, para protestar por el fraude electoral, al que calificaron y califican de golpe de Estado. Las botas de los violentos pisaron los votos de la libertad. Los Guardianes de la Constitución, el organismo encargado de poner en marcha y vigilar el proceso electoral, manifestaron a través de un portavoz que nada impedía a las mujeres ser candidatas a la presidencia. Al final, no hubo candidatas, y no por falta de voluntad, sino porque lo impidieron los Guardianes. Se presentaron 42 mujeres, entre ellas la conocida Jida Mohabet Khajani, comprometida en la lucha por la igualdad de derechos sin discriminación de sexo. Ninguna pasó los filtros de los Guardianes.

En el proceso de movilización del mundo femenino ha jugado y sigue jugando un papel importantísimo Zahra Rahnavar, la esposa del candidato Musavi. Esta mujer de apariencia frágil, a sus 64 años ha sido la gran animadora de la campaña de su esposo. La que le dio contenido al discurso y fuerza a la campaña con una oratoria apasionada. Es el reverso de Musavi, un hombre sin carisma y bastante gris, con un discurso apagado.

Las desafíos de Rahnavar en contra de la política de Ahmadineyad vienen de lejos y alguno ha sido clamoroso. El más conocido se produjo un año después de ocupar por primera vez la presidencia. Ella era rectora de la universidad de mujeres Al Zahra de Teherán. En su condición de rectora, invitó a la activista por los derechos humanos y la democracia Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz en el 2003, para que hablara a las estudiantes sobre la discriminación de la mujer en Irán. Shirin Ebadi es una apestada en su propio país a pesar de ser la única premio Nobel, y por el solo hecho de haberla invitado Ahmadineyad expulsó a Rahnavar del rectorado.

A lo largo de la campaña, Rahnavar puso de relieve la opresión de las mujeres, señalando que aquellas que estaban en paro superaban el 43%, más del doble que los hombres. También recalcó que la humillación de las mujeres era constante y que, cuando su marido fuera presidente, aboliría la policía moral, esa brigada de las buenas costumbres que detiene a toda mujer que beba alcohol, fume o se olvide de cubrir la cabeza con el chador, y que incluso reprende a las que se atreven a pasear maquilladas por lugares públicos.

Fue ella la que anunció que habría ministras en el Gobierno de Musavi. Ahora Rahnavar es uno de los referentes de la rebelión y, sin duda, jugará un papel importante para mantener una alternativa moderada y de una cierta calidad democrática.

Alfonso S. Palomares, periodista.