La ecologización del Banco Europeo de Inversiones

En los cuatro últimos años, el Banco Europeo de Inversiones, el banco institucional de la Unión Europea, ha prestado 48.000 millones de euros (62.000 millones de dólares) para proyectos energéticos en todo el mundo. De hecho, el BEI presta más al sector de la energía que a ningún otro, exceptuado el del transporte (y con sus 72.000 millones de euros de cartera total de préstamos en 2010 fue un mayor prestador que el Banco Mundial).

Unas inversiones en esa escala pueden ayudar a países de todo el mundo a lograr avances decisivos en la reducción de las emisiones de gases que producen el efecto de invernadero en un momento en el que las soluciones políticas basadas en el acuerdo internacional siguen siendo esquivas. Lamentablemente, las prioridades del BEI en materia de préstamos y de cartera de inversiones están agravando el problema.

En 2007, el BEI adoptó su primera política energética: “Energía limpia para Europa. Una contribución reforzada del BEI”. Desde entonces, el Banco ha aumentado en gran medida sus préstamos para proyectos de energía renovable, cuyo total ascendió a 13.000 millones de euros en el período 2007-2010.

Sin embargo, en el mismo período el banco comprometió esa actuación al prestar 16.000 millones de euros (21.000 millones de dólares) para proyectos relativos a combustibles fósiles, una tercera parte del total de préstamos de la institución relativos a la energía. De hecho, los préstamos del BEI para proyectos relativos a combustibles fósiles aumentaron de 2.800 millones de euros en 2007 a 5.000 millones de euros en 2010, incluidas nuevas centrales de carbón en Alemania y Eslovenia.

En los nuevos Estados miembros de la UE, el BEI ha apoyado más que nada la energía que entraña grandes emisiones de carbono, lo que mantiene atrapados a esos países en sistemas energéticos insostenibles. El BEI prestó también a África del Norte y a Siria 1.600 millones de euros para proyectos relativos a combustibles fósiles entre 2007 y 2010, lo que constituyó el 30 por ciento del total de préstamos para esa región.

Debe quedar claro que se trata de inversiones a largo plazo. La infraestructura energética construida en la actualidad será utilizada durante al menos 40 años, con lo que mantendrá a esos países en vías dependientes del carbono. En Eslovenia, por ejemplo, si el Gobierno aplica las metas relativas al clima fijadas a escala de la UE, la nueva central de lignito de Sostanj financiada por el BEI consumirá la mayor parte del cupo de emisiones de CO2 correspondiente a ese país antes de 2050. Entretanto, el BEI invierte sólo el cinco por ciento de su cartera de proyectos energéticos en programas de eficiencia energética.

El BEI sostiene que los préstamos para proyectos de combustibles fósiles apoyan proyectos estratégicos que salvaguardan la seguridad energética europea. Eso es cierto en parte: los intereses políticos de los miembros de la UE impulsan, en efecto, algunos de esos préstamos, en particular inversiones en infraestructura para la importación de petróleo y gas. Así, pues, los objetivos de la UE entrañan una contradicción inherente –la seguridad energética frente a la prevención del cambio climático– y que dificulta la tarea del BEI encaminada a limpiar ecológicamente su cartera de proyectos energéticos.

Sin embargo, una observación más detenida muestra que 6.700 millones de los 16.000 millones de euros que el BEI prestó para proyectos relativos a combustibles fósiles fueron para instalaciones de carbón, gas y aceite pesado, tanto dentro de la UE como fuera de ella, no para proyectos relativos a la seguridad energética de la UE. Esas cifras indican que al BEI pueden resultarle sencillamente más familiares, de acceso más fácil y más rentables los proyectos relativos a energía sucia.

Pero el BEI, que es a un tiempo un banco de inversión y el banco público de la UE, está en condiciones excepcionales para influir en los mercados y no debería limitarse simplemente a seguirlos. Como banco público, sus operaciones financieras están garantizadas por el dinero de los contribuyentes europeos y su capital es inmenso. Además, se beneficia de la información y los conocimientos técnicos de las instituciones de la UE.

Si el BEI ejerciera su influencia en pro de la energía renovable y la eficiencia energética, podría contribuir a conciliar la seguridad energética y la lucha contra el cambio climático y, si Europa explotara plenamente su potencial en materia de energía renovable y eficiencia energética, podría encabezar dicha lucha. Entonces la UE apenas tendría por qué depender de las importaciones de energía sucia procedentes de zonas del mundo políticamente inestables.

El BEI debe actuar más valerosamente a fin de limpiar su cartera de préstamos para proyectos energéticos. Se deberían interrumpir inmediatamente las inversiones relativas al carbón y se debería preparar y aplicar lo antes posible un plan para abandonar progresivamente todos los préstamos relativos a combustibles fósiles. Así se podría reorientar el capital correspondiente a las inversiones relativas a combustibles fósiles hacia proyectos ecológicos.

En el caso de regiones como, por ejemplo, la Europa central y oriental, donde, según sostiene el BEI, es más difícil encontrar oportunidades de inversión, el banco debe crear instrumentos y asistencia técnica específicos que apoyen proyectos de energía renovable en pequeña escala. También debería alentar a los gobiernos a construir redes eléctricas flexibles.

Quitar a Europa su adicción a los combustibles fósiles no será fácil, pero, si el banco de la UE no acepta ese imperativo, resulta difícil imaginar quién lo hará.

Por Manana Kochladze, activista de CEE Bankwatch Network, organización no gubernamental que supervisa las actividades de las instituciones financieras en la Europa central y oriental. En 2004 obtuvo el premio Goldman de medio ambiente. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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