La economía, el gran reto de Irán

En Irán, como en todos los demás  países del mundo, toda política es, al mismo tiempo e inevitablemente, política local. Y, en tanto que apenas han existido diferencias esenciales entre los principales candidatos a la presidencia de la República Islámica en materia de política exterior y nuclear, la cuestión más controvertida ha sido la economía. En una época de inciertos y menguantes ingresos procedentes del petróleo y de una crisis financiera global, Irán pasa apuros económicos. La economía adolece de una elevada inflación y de un índice de paro que supera el 30% (dato no oficial), uno de los mayores de la región pese a las ingentes exportaciones de petróleo.

El malestar social por la vacilante economía ha venido propiciando una creciente impopularidad de Ahmadineyad, que a la hora de las urnas ha resultado poco eficaz, dada la victoria del actual presidente, que revalida su título. Sus oponentes, conservadores y reformistas, le habían criticado públicamente durante la campaña por emplear demasiado tiempo en irritar a Estados Unidos e Israel y dedicar tiempo insuficiente a arreglar la tambaleante economía.

El principal contendiente reformista, Musavi, acusó a Ahmadineyad de lo que llamó la "intensificación de la pobreza con la excusa de la justicia administrativa". Añadió que el presidente hacía caso omiso de los economistas que advertían que su plan para hacer aportaciones directas en efectivo a la población agravaría la inflación y fundiría los ingresos del petróleo, que representan el 70% del presupuesto gubernamental.

Elegido en el año 2005 sobre la base de una agenda populista que prometía compartir los ingresos del petróleo con cada familia, erradicar la pobreza y rebajar el paro, el actual presidente electo, Mahmud Ahmadineyad, ha defendido las entregas de dinero en efectivo, diciendo que ello crearía puestos de trabajo. A pesar de que ha habido pocas pruebas de que tal política funcione y sus rivales han atacado ese flanco, su victoria pone en cuestión la no efectividad de su política.

El único candidato conservador que retó el camino hacia la reelección de Ahmadineyad, Mohsen Rezai, le culpó de las calamidades económicas que sufre el país. Ex comandante de los Guardianes de la Revolución, Rezai indicó que había entrado en la liza electoral para salvar al país de la "senda de la destrucción" adoptada por Ahmadineyad, crítica mordaz en boca de un colega conservador.

Consciente de que la economía constituía su flanco más vulnerable, desde el último año el Gobierno de Ahmadineyad ha venido entregando cheques a familias pobres, sobre todo de zonas rurales, gesto que ha extendido recientemente a estudiantes y profesores. El Gobierno anunció en mayo que había empezado a hacer pagos por valor de 80 dólares a 5,5 millones de personas en todo el país.

Conocedores del gesto, los candidatos opositores de uno y otro signo le acusaron durante la campaña de comprar votos antes de las elecciones y dijeron que tales prácticas fomentaban una "cultura de la lamentación"; el principal candidato reformista, Musavi, dijo que los últimos pagos constituyen una afrenta a la dignidad de los iraníes "en vísperas de unas elecciones" y añadió que el dinero estaría mejor empleado en proyectos de infraestructura.

Sabedores de que el resultado electoral se ibaa decidir en cuestiones básicas, los funcionarios que acompañaban a Ahmadineyad en sus giras de campaña entregaban dinero en efectivo a ciudadanos que pedían ayuda económica. En marzo repartieron cheques por valor de 50 dólares a estudiantes, que protestaron de que habían recibido unos insultantes 50 dólares.

El Gobierno ha repartido también patatas en pequeñas localidades. Los estudiantes coreaban en Yazd: "No queremos un gobierno que reparta patatas", "Muerte a las patatas", este último en alusión al lema "Muerte a Estados Unidos", coreado por los partidarios de la línea dura.

La entrega de dinero y patatas indica la gravedad de la crisis económica que afronta Irán, país rico en petróleo y gas. Los mulás en el Gobierno han administrado mal una de las economías emergentes del mundo en vías de desarrollo, llevando el país a la bancarrota. En el plano económico, Irán es hoy una sombra de lo que fue, un país en apuros de 70 millones de personas, donde el 70% de la población tiene menos de treinta años.

La cuestión sigue siendo ahora hasta qué punto la situación económica iraní en fase de deterioro es susceptible de motivar a sus líderes para que mejoren sus relaciones con las potencias occidentales y a qué precio. Los testimonios históricos de la relación entre la economía y la política exterior de un Estado revolucionario no son precisamente tranquilizadores.

Frente a sus rivales reformistas, Ahmadineyad intentó echar las culpas a las sanciones impuestas a Irán por las potencias occidentales, fardo con el que vale la pena cargar - dice-en aras del liderazgo regional de Irán y el desafío planteado a la alianza estadounidense-sionista.

Ahmadineyad pretendía volver las tornas contra sus rivales reformistas, que le han criticado por inflamar a la opinión occidental con temerarias declaraciones en las que pone en duda el holocausto y califica las resoluciones de las Naciones Unidas de "papel mojado". Ahmadineyad quiso desviar el debate del panorama interno (más vulnerable) al de la política exterior (donde juzga que se cifran sus logros).

Tendiendo una mano a Ahmadineyad, el líder supremo urgió a la ciudadanía a no votar por candidatos prooccidentales, advertencia en clave contra los reformistas. "No permitáis que accedan al cargo quienes levantarían los brazos rindiéndose al enemigo y difamando el prestigio del país", dijo Jamenei en un discurso televisado en Bijar, en el oeste del país.

Aunque Ali Jamenei no pidió directamente a su audiencia que apoyara a Mahmud Ahmadineyad, sus palabras hablaban por sí mismas: votad por los valores, identidad y desafío a Occidente en oposición a los intereses, liberalización y apertura a Occidente. Es obvio que a la vista de la contundente victoria de Ahmadineyad, las palabras del líder supremo han favorecido al presidente electo.

Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson sobre Oriente Medio, Sarah Lawrence College (Nueva York). Autor de El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana, Ed. Libros de Vanguardia. Traducción: José María Puig de la Bellacasa