La economía no va tan bien como dice Zapatero

En el actual mandato de Zapatero se habla mucho de la aparente mejora de algunos de los principales parámetros macroeconómicos. Sin duda, el PSOE va a utilizar este argumento como su gran baza electoral, afirmando que este Gobierno ha conseguido éxitos nunca antes vistos en crecimiento, empleo y déficit público. Cabe decir que de ser todo esto cierto, entraría en el terreno de lo milagroso, dado que no ha existido política económica alguna en estos casi tres años, excepto la de dejar las cosas correr a su aire. Las pocas medidas tomadas han ido -todas sin excepción- en contra de lo que la situación económica exigía.

Y si esto es así, ¿cómo explicar sus aparentes éxitos? Hay tres factores que los sustentan. El primero y más importante son los cambios metodológicos realizados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el cálculo del PIB, de la tasa de paro y del IPC, que -justificados o no- han favorecido extraordinariamente al Gobierno. El segundo es la avalancha masiva de inmigrantes, el «mayor proceso migratorio del planeta», según el INE, que acelera el PIB absoluto a costa de reducir drásticamente el PIB por persona. Y el tercero es la elevación brutal de la presión tributaria sobre las rentas del trabajo y sobre el consumo y el ahorro de las familias, lo que ha colocado a ésta en su máximo histórico, permitiendo incrementos espectaculares en los ingresos públicos.

Con estos factores como base, las explicaciones sobre la marcha de la economía se encuadran en dos tipos. El primero son los engaños sistemáticos en la presentación de las grandes cifras, falsedades que varían desde las meramente chapuceras y vergonzosas -que se traducen en titulares como: «España alcanzará la renta per capita de Alemania en 2010» o «2006 ha sido el mejor año económico de la democracia», que sólo engañan a una minoría- a las mentiras sutiles, consecuencia de los cambios metodológicos que engañan a muchos ciudadanos y medios.

El segundo es la ocultación, también sistemática, de las cifras más relevantes porque, o describen la realidad de la economía permitiendo realizar comparaciones internacionales -es decir, el PIB por habitante en paridad de poder adquisitivo (PPA)- o describen el bienestar de la población, como los salarios reales, la equidad en el reparto de la carga tributaria y la evolución de las pensiones en términos de poder adquisitivo. O también, y es ésta una cuestión central, están las que describen la brutal reducción de la parte del trabajo en el PIB y el descomunal proceso de concentración de riqueza.

Empecemos por los efectos de los cambios metodológicos. El primero se refiere al cálculo del PIB absoluto; el nuevo PIB surge de aplicar la base 2000 de Contabilidad Nacional, sustituyendo a la base CNE-1995, además de otros cambios. Esta revisión era imprescindible, y siéndolo no se entiende por qué se realizó con un año de retraso, retraso que condujo a que el PP llegase a las elecciones de marzo de 2004 con las cifras de crecimiento fuertemente infravaloradas, y a que Zapatero sumase de golpe 0,5 puntos al crecimiento en 2004, que, con total falta de escrúpulos, se apuntaría como mérito propio. El resto del crecimiento hasta el 3,8% de 2006 tampoco tendría nada que ver con la política del tándem Zapatero-Solbes, siendo consecuencia del incremento del consumo derivado de la inmigración masiva, consumo que está repuntando por el nuevo aluvión migratorio procedente de Europa del Este, lo que de momento ha invalidado todas las previsiones de desaceleración, aunque al final sólo agudizara la caída.

El siguiente gran cambio fue el de la Encuesta de Población Activa (EPA). Y así, en el primer trimestre de 2005, se introdujeron modificaciones esenciales en el cálculo de las variables de la misma, siendo la consecuencia fundamental que la nueva EPA contabiliza como «ocupadas» a personas que siempre se habían considerado en paro por realizar trabajos no remunerados para sus familias o de muy corta duración. Como consecuencia de la aplicación de esta nueva metodología, unas 600.000 personas pasaron a la categoría de «ocupados a tiempo parcial» y el paro bajó de golpe de un 10,4% al 8,5%. Esto ha supuesto una inyección propagandística tremenda para el Gobierno, pues los supuestos ocupados a tiempo parcial pasaron de golpe del 8,5% del total de ocupados al 11,6%, y llegan ya al 11,8% en la EPA del cuarto trimestre de 2006.

Por ello, si esta última EPA se hubiera realizado con la metodología anterior a 2005, los parados hoy no serían 1.810.600 sino 2.470.600; es decir, la tasa de paro sería del 11,2 %. Por tanto, la supuesta reducción del paro durante esta legislatura es falsa, ya que si utilizamos la metodología anterior a 2005, la tasa de paro habría pasado del 10, 4% en 2004 al 11,2% en 2006; y si utilizamos la metodología de 2005, la tasa de paro habría sido del 7,5% en 2004 y habría pasado al 8,3% en 2006; es decir, medida en términos homogéneos, la tasa de paro en contra de lo que falsamente proclaman Zapatero y Caldera, se ha elevado en 0,8 puntos.

Pero los datos de la EPA con gran significado económico no acaban aquí, y, como nos recuerdan desde Bruselas, «en España sólo se crea empleo precario y mal remunerado», justo al contrario de lo proclamado recientemente por Zapatero en la apertura de la precampaña electoral entre entusiasmados aplausos. La tasa media anual de temporalidad pasó del 33,2% en 2005 al 34% en 2006, más del doble de la europea, porque los «miles de contratos temporales que han pasado a indefinidos» corresponden a la bajada estacional del tercer y cuarto trimestre, que como señalaba Angel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorro, comentando este mismo tema: «Incluso ha sido inferior a la del mismo periodo del año anterior», y concluía diciendo que «el dinero de las subvenciones a empresas para mejorar la contratación indefinida parece que no está dando muchos resultados».

Finalmente, está la cuestión del IPC. Desde enero de 1997 hasta diciembre de 2005, el periodo de referencia de los IPC armonizados era el año 1996, y a partir de enero de 2006, el año de referencia es 2005=100. Nada que objetar si los cálculos son correctos, lo que sin una auditoria de procedimientos es imposible conocer. Sin embargo, hay un hecho muy curioso: los diferenciales entre el IPC, que es sólo una muestra, y el deflactor del PIB, que es la media ponderada de las variaciones de precio de todas las mercancías del PIB -y en consecuencia mucho mas representativo- se han doblado en 2006 en relación al promedio 1996-2005, de 0,5 a 1,1 puntos. El deflactor subió el 3,8% y el IPC el 2,7%. ¿Casualidad?, puede, pero al Gobierno le ha venido de cine.

Hasta aquí los engaños. La segunda parte, las ocultaciones sistemáticas, son sin embargo mucho mas importantes, porque son las que definen la verdadera situación de la economía para el común de las familias. La primera de estas ocultaciones es el PIB por habitante en PPA, que siempre aparece en letra pequeña, y que, calculado con las cifras de población del INE -44,7 millones de habitantes- demuestra que España es el país que menos creció en 2006 de todo el mundo desarrollado. Pero, si se emplea la población real -que supera los 46 millones-, España no es que sea el país que menos crece, es que incluso está retrocediendo. También demuestra lo mismo la EPA comentada: el número de ocupados aumentó un 4,1% en tasa anual, y el PIB, un 3,8%. Que en estas condiciones Zapatero afirme que somos la envidia de Europa, es simplemente una broma.

Pero la situación es mucho peor cuando analizamos el reparto efectivo de la riqueza, pues el PIB por habitante no deja de ser una media, y este tema resulta crucial, porque Zapatero -que no quiere debatir demasiado ni sobre terrorismo ni sobre inmigración- ha decidido en la presentación de la precampaña que «las políticas sociales serán la enseña de nuestro proyecto». Esto es una burla siniestra cuando se ha practicado la política mas antisocial en 50 años. Para empezar, los salarios reales registran la peor evolución de toda la UE, y, en concreto, llevan ocho trimestres consecutivos bajando, en los que los trabajadores españoles han perdido un 4,4% de poder de compra, mientras los europeos han ganado un 5,5%.

Por otra parte, la presión tributaria sobre la clase media y los jubilados ha subido más de tres puntos del PIB, y se sitúa en su máximo histórico; mientras, los ricos están prácticamente exentos del pago de impuestos. Y en cuanto al reparto de la riqueza, la parte del trabajo en el PIB ha descendido a su mínimo histórico, mientras las familias mas ricas han multiplicado por tres su patrimonio, en lo que constituye el mayor proceso de concentración de riqueza de la Historia de España.

El descenso del salario real y el desigual reparto de la riqueza son ya absolutamente inaceptables. Las diferencias entre clases sociales han llegado a límites intolerables, pues mientras más de un 60% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes, y un 21% vive por debajo del umbral de la pobreza -entre ellos, el 48% de los jubilados-, somos el país con mayor crecimiento del número de millonarios de Europa.

Y en cuanto a las pensiones -un tema estrella para Zapatero, que se jacto el sábado pasado de haberlas subido un 28%-, si descontamos la inflación y la subida de impuestos sobre el consumo y los planes de pensiones, los jubilados han perdido un 6% de poder de compra. Y esto ocurre hoy, porque cuando cambie el ciclo económico, la desastrosa herencia de unos gobernantes insensatos que han generado el mayor desequilibrio exterior del mundo -ha subido ya al 10% del PIB y va a peor, no a mejor- y producido unos desajustes internos insostenibles, va a llevarnos a una crisis sin precedentes, como vaticinan desde Bloomberg al Wall Street Journal, pasando por el Financial Times y el The Economist.

Finalmente, tengo que manifestar mi asombro al ver cómo en el PP se mantienen a la defensiva en la cuestión económica, cuando la derecha tiene hoy una oportunidad irrepetible de levantar la bandera contra la desigualdad intolerable en el reparto del crecimiento, contra la injusticia flagrante en el reparto de la carga tributaria, y contra el empobrecimiento mayoritario de la población. Cometerá un error histórico si lo desaprovecha.

Roberto Centeno, catedrático de Economía de la Escuela de Minas de la UPM.