La «economía» tampoco, ahora es… ¡La «demografía»!

No es casual la popularidad que vuelve a disfrutar Joaquín Leguina. Aparece en televisión más que cuando estaba en la política, pero no porque, de pronto, interese su opinión sobre los nuevos candidatos, sino por su verdadera profesión: estadístico y demógrafo. La política, y no digamos las ideologías, la propia economía, son algo obsoleto, que dejaron de contar en el siglo XX. Ahora lo que importa es la estadística. La demografía se basa en el estudio estadístico de una colectividad humana según su composición o los cambios que puede experimentar. Y no ha habido una sociedad más «cambiante» que la actual.

Se ha silenciado el dato más relevante sobre el referéndum celebrado en Grecia con su aplastante «NO». Al día siguiente hubo constancia de que los artífices de ese resultado imprevisible habían sido los menores de 35 años, que abandonaron su proverbial abstención en todas las consultas y con su voto alteraron el empate que se iba a producir, sumando un 20% más de «noes» hasta aportar más del 80% del voto negativo. Este dato revela el sesgo impredecible que pueden tomar los resultados en futuros plebiscitos, no ya en África, Asia o América, donde la juventud representa más de la mitad de la población, sino en Europa.

Sirva como máximo exponente el caso de España, que lidera el más bajo índice de nacimientos, habiendo descendido del 2,9, el más alto de Europa, en los últimos años de Franco, al más bajo (1,15) en la actualidad. A pesar de este panorama desolador, la incidencia del voto joven, nunca hasta ahora movilizado, es capaz de trastocar cualquier «escenario».

En nuestras recientes autonómicas y municipales, no ya menores de 35 años como en el referéndum griego, sino nuevos votantes de 18 años recién cumplidos hubo 360.000. O lo que es lo mismo, cada día del año transcurrido desde las europeas a las municipales habían alcanzado la edad para votar mil jóvenes. Mil nuevos votos diarios que, si las próximas generales se celebran en diciembre, pueden significar 180.000 votos más de «debutantes» en disposición de orientarse hacia los antes «indignados», y ya «mayores en dignidad y gobierno». Es decir, que no para de incrementarse la hipotética cifra de tres millones de «ninis» que ni estudian ni trabajan, pero que, ahora, quieren votar. Vislumbran que algunos partidos insinúan que pueden incluso cobrar por no trabajar. Y eso les suena bien…

¿Son tres millones los «ninis»? No es fácil comprobarlo. Sabemos que en España hay tres millones de funcionarios y nueve de jubilados… Y se dice que hay cinco millones de jóvenes (hasta de 35 años) que no han abandonado el hogar materno. Pero son cifras que ni siquiera los buenos estadísticos, como Leguina, o los grandes sociólogos, como Amando de Miguel, pueden confirmar. Y estas cifras son fundamentales para anticipar resultados electorales que pueden ser espectaculares o escandalosos.

Vengo suspirando desde hace tiempo por saber cuántos hijos únicos hay en España, contando, claro, adoptados, prohijados, reconocidos, naturales… hasta los artificiales. Si, como se sospecha, puede tratarse de más de un millón, ese colectivo es como la aristocracia de los «ninis», ya que no sólo ni estudian ni trabajan, sino que. con cuatro abuelos, madre y padre (a veces dos), ni sienten, ni padecen ni votan. Pero… ¡ y si ahora les diera por votar! ¿A quién votarían? Porque, aunque teóricamente están montados en el euro, con la expectativa de heredar los pisos de padres o abuelos, los fondos, los de pensiones, los estructurados y cantidad de plumas, mecheros y relojes… que no necesitan para nada, porque ni escriben, ni fuman ni quieren saber la hora…, les puede divertir ser el colectivo «bisagra»… «Bisagra» es lo que pretendían ser los partidos de los mayores, de los jubilados o «panteras grises» cuando aún la mayoría de los abuelos no habían sido parasitados, vampirizados, por ese millón largo de auténticas «bisagras», que bien se merecen el otro nombre que reciben los vástagos o espigas que sostienen las puertas y permiten su rotación: «gorrones» o «gorroneras».

Pero pronosticar cuál va a ser el papel a desempeñar por estos ciudadanos que aún no han dicho «esta boca es mía» no es demografía, ni siquiera sociología; es ciencia conjetural y esoterismo.

Alfredo Amestoy, periodista.

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