La edad como lacra laboral

Se ha creado una asociación en España para luchar contra la discriminación laboral por razón de edad. No es la primera organización dedicada a luchar contra la discriminación por edad en nuestro país. Otras, como Stop Discriminación, Asociación contra la discriminación por edad, llevan años luchando en el frente legal.

Esta nueva asociación, sin embargo, llama la atención por su nombre tan prosaicamente explícito, Encuentra Empleo Mayores de 50, y por su estrategia de premiar a aquellas empresas que explícitamente manifiesten no discriminar por edad en su selección de personal. Así, esperan generar la idea de un club especial cuya publicidad, es de suponer, atraerá simpatía y clientes a dichas empresas, lo que invitará a otras a subirse al carro de la no discriminación.

Me temo que no será suficiente. Hará poca mella en el clima de brutal discriminación por edad que se vive en este país, y que es abiertamente alentado y fomentado por las instituciones del Estado, por gobernantes y legisladores.

La edad como lacra laboralEl paro juvenil se ha convertido en justificación incontestable para todo tipo de desmanes legislativos. Con fines claramente electoralistas, se pretende convertir los derechos de unos en privilegios de otros. Un sector del electorado fácilmente sobornable, como son los jóvenes, se deja comprar fácilmente -así esperan nuestros políticos- con promesas de privilegios y medidas de discriminación positiva en el acceso al mercado laboral, a la adquisición de vivienda y obtención de ayudas de todo tipo.

El paro juvenil es una vaca sagrada en el discurso político. ¿Quién se atrevería a poner pegas a cualquier medida aparentemente dirigida a paliarlo? Uno no sabe si es pura incompetencia o mero maquiavelismo electoralista a lo que nos enfrentamos en este país. Probablemente una combinación de ambas cosas.

Fue en Estados Unidos donde surgió en los años 60 la idea de la discriminación positiva (ahora ya prohibida en muchos estados) con objeto de restituir, es decir, devolver a ciertos sectores de la sociedad -muy en particular a las personas de origen afroamericano- lo que les había sido injustamente denegado, robado, en épocas anteriores: su derecho a la igualdad. Restitution es el término central sobre el que se sustentan todas las medidas de discriminación positiva en Estados Unidos.

En otras palabras, la discriminación positiva, en el país que la inventó como concepto social y político, nada tiene que ver con la mera ingeniería social que es como se aplica en España, convirtiéndola de este modo precisamente en todo lo opuesto del ideal de justicia e igualdad que representa tal concepto. Pero nuestros políticos, en su incompetencia, se limitan a usar las medidas de discriminación positiva hacia los jóvenes como moneda de cambio para obtener votos.

Para que un grupo social se pueda beneficiar de la discriminación positiva, en el caso de Estados Unidos debe haber sido objeto de una discriminación manifiesta, de una injusta denegación de su igualdad, en el pasado, discriminación que ha generado una marginación continuada, un prejuicio social hacia ese grupo. Nada de eso tiene ni remota aplicación a los jóvenes, sino más bien todo lo contrario.

Esas medidas de acceso subvencionado a la vivienda, de beneficios especiales a las empresas que contratan a jóvenes, esos anuncios de ayudas especiales a jóvenes emprendedores o investigadores son un insulto a la igualdad de todos los ciudadanos y tienden a generar antagonismo.

Las subvenciones y beneficios con que se privilegia a un sector de la población no son gratuitos. El privilegio de unos tiene siempre como contrapartida un coste para otros. Los programas de vivienda joven posibilitan que una persona de 25 años pueda ser propietario de su vivienda, mientras a otra de 58 que lleva toda la vida luchando para un día poderse comprar su propia vivienda el banco le deniega, por su edad, un préstamo lo suficientemente amplio como para poder asumirlo con un salario medio. El drama de un parado de 55 años no es el mismo que el de uno de 20. Hay que estar intelectualmente ciego -por naturaleza o por decisión política- para no verlo.

Señores, la discriminación positiva es un instrumento de justicia cuando hay unos valores que restituir, cuando se le ha robado a un grupo social su derecho a la igualdad, no es una varita mágica para equilibrar a cualquier coste las desigualdades a base de pura ingeniería social. Hay derechos que son inalienables, que no se le pueden quitar a unas personas para dárselos a otros en forma de privilegios. Y el derecho a la igualdad es el más fundamental de todos ellos.

Precisamente en EEUU al tiempo que se ponían en práctica las medidas de discriminación positiva hacia afroamericanos y otros grupos discriminados se iban legislando también paulatinamente toda una serie de medidas contra la discriminación por edad, culminando en 1986 con la prohibición a nivel federal de la jubilación obligatoria por ser una forma de discriminación por edad. Con objeto de prevenir la discriminación por edad y por apariencia física, en EEUU está prohibido pedir foto ni fecha de nacimiento en el currículum de quienes solicitan trabajo.

Qué tristemente lejos estamos aquí de eso. En España el mercado laboral es lo más parecido a un mercado de esclavos, donde el empleador se permite la libertad de ofrecer trabajo sólo a personas «de entre 25 y 32 años», «de buena presencia», etcétera.

El paro juvenil no se palia con privilegios de acceso al mercado laboral para los jóvenes. Del mismo modo que nadie querría ser operado de corazón por un joven de 25 años recién salido de la facultad, en cualquier otra profesión también queremos ser atendidos por profesionales con experiencia y cualificación. El paro juvenil se resuelve con medidas estructurales, no de discriminación. Hace falta fomentar puestos de trabajo con sueldos dignos para personas en proceso de formación. Pero entiéndase bien que no por edad, sino para cualquier persona que esté iniciando una andadura profesional, incluso si es a los 50 años de edad.

Es precisamente la discriminación por edad lo que mantiene el mercado laboral español en un permanente estado de esclerosis. Cualquier persona, especialmente si es una mujer, sabe que dejar un puesto de trabajo a los 30 o 35 años, y no digamos después, es condenarse a un paro indefinido, y quién sabe si perpetuo. Ello hace que multitud de personas se aferren a un trabajo que detestan con la única expectativa de que su jubilación sea lo más temprano posible. Ese temor a quedarse sin trabajo indefinidamente les impide tomar la decisión de iniciar una nueva labor profesional que responda a su auténtica vocación, quizás tardíamente descubierta.

Eso produce profesionales desganados, asqueados, que sólo piensan en el momento de jubilarse, al tiempo que la obligatoriedad de la jubilación por edad priva a quienes querrían seguir trabajando de la posibilidad de hacerlo. Con la jubilación obligatoria eliminada aproximadamente un 20% de la fuerza laboral continúa en su puesto de trabajo una media de cinco años más allá de la jubilación voluntaria, lo que compensa lo suficiente como para que no sea necesario prolongar la edad laboral hasta los 67 años.

¿Por qué no aprobar una estricta legislación contra la discriminación por edad que incluya la prohibición de la jubilación obligatoria? En vez de impedir que quienes quieren seguir trabajando puedan hacerlo y forzar a continuar trabajando a quienes no quieren, ¿no sería más inteligente permitir que deje de trabajar quien lo desee a los 65 años y que quien quiera seguir trabajando lo haga, tan sólo limitado por su capacidad sometida a pruebas periódicas de aptitud?

Juan A. Herrero es doctor en Ética Social por la Universidad del Sur de California y profesor de Humanidades en la Universidad S. Pablo-CEU de Madrid.

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