La Educación como pilar de la recuperación

El pasado curso escolar fue el más extraño y singular que hayamos conocido. Fueron meses intensos en los que mascarillas, geles, grupos burbujas y ventanas abiertas se convirtieron en protagonistas de la realidad educativa. Una realidad que, de momento, se mantiene inalterable para el curso que ahora comienza ya que la pandemia sigue presente, incluso se ha extendido entre la población más joven.

Habrá que tomar perspectiva de lo sucedido, pero lo cierto es que a pesar de todos los protocolos y medidas que se tuvieron que adoptar en septiembre de hace un año, a pesar de toda la incertidumbre ante una situación excepcional, la comunidad educativa en su conjunto logró salvar un curso por el que muy pocos apostaban. La labor del profesorado, de los equipos directivos, personal de administración y servicios, de las familias y por supuesto de los propios estudiantes ha sido titánica.

Si nos comparamos con el resto del mundo, nuestro país fue uno de los que consiguió mantener abiertas las aulas durante más tiempo durante los meses más duros de la pandemia. Nuestro sistema educativo estuvo casi plenamente operativo. En el resto del mundo los colegios de más de 168 millones de niños en edad escolar cerraron sus puertas durante un año y al menos 1 de cada 3 niños no tuvo acceso a la educación a distancia mientras las escuelas estuvieron cerradas. Además, para unos 140 millones de niños y niñas, el primer día de escuela -un momento histórico en la vida de los estudiantes más jóvenes del mundo y sus familias- se ha aplazado debido a la COVID-19, según un nuevo análisis publicado por UNICEF con motivo del final de las vacaciones de verano en muchas partes del mundo. Aquí, a pesar de todo, la actividad educativa mantuvo el pulso, podemos decir con muchos matices que se salvó el curso, y se espera un inicio del mismo con la "normalidad" que marca la pandemia.

En el inicio del nuevo curso, por desgracia, la pandemia sigue marcando nuestras vidas. Afortunadamente, el avance en la vacunación permite ser optimistas en cuanto a la recuperación económica y social, y una futura normalización educativa, aunque es previsible que esta no llega de forma completa hasta quizás el curso 2022-2023.

La educación ha sido, y sigue siendo en el arranque del nuevo curso, una parte esencial de la respuesta a la emergencia, es determinante para prevenir la propagación de la enfermedad, sobre todo ahora entre la población más joven, y para enfrentar la recuperación de las consecuencias socio-económicas.

En el curso que ahora comienza es fundamental mantener el funcionamiento seguro de los centros desde la perspectiva sanitaria con medidas orientadas a lograr una máxima protección en unos momentos en los que la COVID se ceba en los más jóvenes y en los que el porcentaje de vacunación con pauta completa entre los alumnos de 12 a 18 años se acerca al 50 % (sin olvidar que, hasta ahora, no hay vacuna para menores de 12 años).

En este contexto es fundamental la continuidad del aprendizaje, apoyada en procedimientos que permitan la recuperación de lo perdido y aseguren el cumplimiento de los objetivos del nuevo curso. Así mismo, ahora más que nunca, hay que prestar especial atención a los más vulnerables, reforzando los recursos para aquellos que se han visto más afectados por la pandemia. Es además imprescindible trabajar en el bienestar y protección, asegurando que la función compensatoria que ejerce la escuela se desarrolla de forma plena, especialmente en los aspectos de salud física y mental. El apoyo al profesorado y las familias, teniendo en cuenta que este es el tercer curso golpeado por la pandemia, se antoja más obligado que nunca.

Más allá de la pandemia, sigue siendo urgente -no nos cansaremos de apuntarlo- poner sobre la mesa las medidas necesarias para abordar los retos a los que ya se enfrentaba nuestro sistema educativo antes de la emergencia sanitaria: poca inversión, tasa de abandono escolar temprano elevada y una brecha digital como manifestación de una brecha socio-económica que perpetúa la inequidad y lastra la justicia social. El sistema educativo en España no permite -ni permitía antes de la COVID- garantizar el acceso a una educación inclusiva, de calidad y equitativa para todos los niños, niñas y adolescentes.

Además -y pese al ya apuntado éxito en el desarrollo del pasado curso-, el cierre de escuelas durante el confinamiento puso al descubierto otras dificultades, especialmente vinculadas al aprendizaje no presencial, que no solo ha puesto de relieve las debilidades de las políticas educativas, sino también la desigualdad existente por razones socio-económicas, territoriales, étnicas o de diversidad funcional. Además de la brecha digital, la situación impactó en las habilidades pedagógicas y tecnológicas del profesorado, en un aumento del uso de dispositivos no siempre con fines académicos y afectó directamente al desarrollo emocional, afectivo y social de los niños, niñas y adolescentes. Una situación que ha mermado la garantía de los derechos de la infancia.

Ante esta situación, abordar un proceso de reconstrucción apostando por una inversión orientada al desarrollo de medidas y programas destinados a resolver esos problemas es un gran reto, pero también una oportunidad para dar lugar a un sistema educativo más equitativo, inclusivo e innovador.

Desde UNICEF España venimos insistiendo en la absoluta necesidad de poner en marcha un Pacto de Estado por la Educación. Sería una herramienta crucial para mejorar la inversión en la educación, luchar contra la ya mencionada alta tasa de abandono escolar, reducir la brecha digital y priorizar el derecho a la educación en la infancia.

Todos debemos afrontar este nuevo curso con la idea clara de que la educación es un pilar de la recuperación y del desarrollo social que requiere el Estado para hacer frente a la crisis económica y social derivada de la crisis sanitaria; que ofrece protección, reduce las repercusiones psicosociales en situaciones de emergencia, ofrece normalidad y estabilidad; y que es un derecho que debemos proteger siempre, incluso en las circunstancias más duras y especialmente en ellas.

Gustavo Suárez Pertierra, ex ministro de Educación, es presidente de UNICEF España.

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