La educación como solución

El mundo está asediado por problemas que no tienen soluciones fáciles. Las sacudidas económicas están desestabilizando países y regiones y están poniendo en grandes apuros financieros y sociales a las familias y sus comunidades. Los daños al medio ambiente ponen en riesgo nuestro suministro de alimentos, el aire que respiramos y la rica biodiversidad que sustenta el equilibrio de la vida. Las guerras y conflictos generan millones de nuevos refugiados.

Por otro lado, están surgiendo nuevos riesgos para la salud, entre ellos, la diabetes, la obesidad y otras enfermedades no transmisibles que ahora acechan a los países de ingresos bajos y medios  –además de que muchos de esos países siguen luchando contra la tuberculosis, el VIH/SIDA, la malaria y otros males contagiosos. Cientos de millones de jóvenes en todo el mundo están buscando empleo en un mercado laboral muy incierto. La infraestructura que usamos para producir energía, transportar bienes y hacer transacciones empresariales está bajo tensión.

Con esta lista de problemas no se trata de infundir desánimo, sino plantearla como un desafío. A medida que los recursos físicos del mundo se vuelven cada vez más escasos, tenemos que recurrir cada vez más al recurso renovable más eficaz disponible  –el ingenio humano. Así como en el pasado se han enfrentado con problemas, nuestros científicos y empresarios nos han dado soluciones a través de la revolución verde, nuevas vacunas, tecnologías de la comunicación y una energía más limpia.

Los investigadores y dirigentes nos han dado los medios para identificar y resolver dilemas económicos y sociales. Los crecientes niveles educativos han permitido a las personas tener más control sobre su propia salud, circunstancias familiares, gobiernos y cultura.

Los desafíos globales a que nos enfrentamos ahora son la prueba de que necesitamos productores de soluciones. Requerimos un mundo de personas productivas, tenaces, creativas, y lo suficientemente versátiles en el manejo de la tecnología y la cultura para encontrar soluciones a los muchos problemas que encaramos.

La educación contribuye a construir ese mundo. Las familias mejor educadas abordan mejor las sacudidas económicas y los fenómenos climatológicos extremos. Las personas con mayores niveles educativos ganan más, tienen más control sobre su fertilidad y tienen hijos más sanos y mejor educados. La educación ofrece a las personas las habilidades para ganarse la vida, innovar, inventar y acceder a la cultura –todo eso en conjunto les permite vivir más satisfactoriamente.

La buena noticia es que la comunidad global se unió para ayudar a todas las personas a adquirir estas habilidades –y con resultados reales. En 1990, una amplia coalición de gobiernos, el Banco Mundial, los organismos de las Naciones Unidas y las organizaciones de la sociedad civil se comprometieron con una estrategia llamada “Educación para todos”. Veinte años después, ha habido un progreso considerable en el número de niños inscritos en la escuela y en un mayor acceso a la educación secundaria y universitaria. Globalmente, 88% de los niños ahora completan la escuela primaria, y el 67% se inscriben en la escuela secundaria.

Sin embargo, los países de bajos ingresos aún están muy lejos de alcanzar el objetivo de garantizar que todos los niños completen la escuela primaria: sólo 63% de los niños de esos países cumplieron esa meta. Los niños pobres, los niños discapacitados, las niñas y las minorías étnicas siguen enfrentándose a obstáculos abrumadores para acceder a la educación.

Muchos países luchan incluso para construir escuelas lo suficientemente rápido a fin de mantenerse al día con el crecimiento de la población. No es raro ver salones sobresaturados, que carecen de maestros capacitados y suministros básicos. En su prisa por expandir los servicios, los sistemas escolares algunas veces han desatendido el desarrollo profesional de los maestros, la evaluación de estudiantes e incluso normas de construcción básicas.

A lo largo de los años, hemos aprendido que el verdadero desafío no es inscribir  a los niños en la escuela sino ayudarlos a adquirir las habilidades necesarias para obtener un empleo, tener espíritu empresarial, saber vivir en familia y tener ciudadanía. La nueva estrategia de educación del Banco Mundial, “Enseñanza para todos  –Inversiones para el aprendizaje y la capacitación de las personas a fin de promover el desarrollo (“Learning for All – Investing in People’s Knowledge and Skills to Promote Development,”), destaca este imperativo. Hace hincapié en la necesidad de invertir temprano, a fin de educar a los niños desde pequeños para garantizar que lleguen a la escuela sanos y listos para aprender; invertir inteligentemente, para transformar las escuelas y dotarlas de profesores capacitados, materiales de calidad y gestión eficaz; e invertir para todos, para establecer los fundamentos de sociedades equitativas y justas.

Esta estrategia reconoce adecuadamente la importancia de construir sistemas que sostengan el desarrollo de la educación a gran escala. Es esencial tener los suficientes maestros, edificios escolares y libros de texto, pero acelerar el aprendizaje requiere mucho más. Necesitamos sistemas bien diseñados de financiamiento, evaluación de estudiantes, desarrollo profesional y gestión, garantía de calidad y seguimiento y evaluación. Necesitamos una relación más fortalecida y transparente entre los gobiernos centrales y locales, los proveedores públicos y privados de educación privada, y los hogares y comunidades. Finalmente, es necesario reforzar la relación entre escuelas y empleadores para asegurar que los graduados adquieran las habilidades relevantes para un mercado laboral cambiante.

Hay mucho que aprender de los sistemas que han mostrado una mejora continua en contextos tan variados como Singapur, Chile, Ghana, Eslovenia e Inglaterra. Si bien cada uno de estos países tuvo puntos de partida muy distintos, los avances se han visto favorecidos por la voluntad política para medir los resultados y aprender de ellos, definir una ruta sostenible para el cambio y hacer inversiones inteligentes y efectivas.

Con el fin de fomentar el aprendizaje sobre cómo mejorar los sistemas, el Banco Mundial está emprendiendo una importante iniciativa para evaluar la calidad de las políticas educativas en todo el mundo. En sus nuevas bases de datos se catalogarán las políticas que los países han adoptado para promover el aprendizaje en cada parte del sistema educativo, en áreas como las políticas docentes, la evaluación de estudiantes y los mecanismos de financiamiento de las escuelas. Nuestro objetivo es facilitar la difusión de buenas políticas y prácticas, con el fin de permitir que los países aprendan a partir de una variedad de enfoques y entiendan cuáles podrían funcionar en su propio contexto.

Es urgente mejorar los sistemas educativos. Imaginemos nuestro mundo dentro de veinte años, si pudiéramos educar a una nueva generación de jóvenes para que tuvieran las habilidades y la creatividad que les permitieran afrontar los grandes desafíos tecnológicos y económicos del momento. Imaginemos, en particular, que todas las jóvenes recibieran educación, con los enormes beneficios que ello produciría en áreas como el crecimiento de la población, la salud y el bienestar, el alivio de la pobreza, los derechos humanos y la política.

Ahora imaginemos la alternativa y preguntémonos: ¿En qué mundo queremos vivir?

Por Mahmoud Mohieldin es director gerente del Grupo del Banco Mundial y ex ministro de Inversiones de Egipto. Traducción de Kena Nequiz.

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