La educación y el voto

La terrible pandemia del coronavirus nos ha dado la oportunidad de ver lo mejor de muchas personas que no han dudado en realizar su trabajo de servicio a la sociedad con una sonrisa. Los profesionales sanitarios, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, los cajeros de supermercados, los quiosqueros o los voluntarios han recibido el reconocimiento y agradecimiento de la ciudadanía. Asimismo, se han presenciado multitud de ayudas desinteresadas a personas mayores o solas y en numerosas viviendas los vecinos han ofrecido su ayuda al que tuviera cualquier necesidad.

Entre los colectivos que han mostrado su profesionalidad se encuentra el de la enseñanza. Numerosos docentes (de educación infantil a universitaria) han impartido sus clases online, han rehecho la programación docente adaptándola a la nueva situación, han planteado pruebas de evaluación alternativas para que los alumnos no pierdan el curso académico, han estado en contacto con los alumnos (en el caso de los docentes universitarios a través de las plataformas digitales o Campus Virtuales) o con sus familias (en el caso de colegios e institutos), han aceptado impartir clases voluntarias de refuerzo en julio y en muchos casos han sugerido retrasar el calendario académico para poder impartir los temarios previstos; un claro ejemplo de seriedad y rigor.

Debemos recordar que la educación es un elemento esencial para el desarrollo y progreso de las personas. Ya lo señaló Gaspar Melchor de Jovellanos «en su Memoria sobre Educación Pública», publicado en 1802, al afirmar que la educación es el primer origen de la prosperidad social. Por este motivo, se deben evitar planteamientos cortoplacistas, ideológicos o electoralistas que afecten negativamente a la calidad educativa. La implantación y desarrollo de un modelo educativo de calidad requiere estabilidad y no depender de la situación política del momento.

Sin embargo, como señaló muy acertadamente Isabel Díaz Ayuso, en la Clausura del Congreso de Escuelas Católicas: «Algunos no creen en la libertad y entienden la educación como un laboratorio de ingeniería social y adoctrinamiento. Estos grupos consideran que los ciudadanos deben ser tutelados y que se debe imponer una única forma de pensar en un único modelo educativo. Son los mismos cuyos modelos sociales han llevado tantas veces a la desgracia a tantas personas y que hoy causan tanta miseria y tanto odio».

Si se emplea la educación como herramienta orientadora del voto con el fin de asegurarse la permanencia en el poder, se intentará implantar un único modelo educativo, lo que supondría en grave ataque a la libertad de enseñanza y se negará a los padres el derecho a elegir para sus hijos una educación acorde a sus creencias y valores.

En este contexto debe enmarcarse la afirmación de las dictaduras marxistas caribeñas: «Los hijos son de la revolución»; o la controvertida frase de la ministra Celaá: «Los hijos no pertenecen a los padres».

El empleo de la educación con fines partidistas provoca crispación, enfrentamientos en la sociedad y una educación mediocre y de baja calidad. Por ello, sería deseable excluir la educación de las luchas partidistas.

La educación es lo suficientemente importante para el desarrollo de una persona, como para que los padres participen y opinen sobre el modelo educativo que deseen para sus hijos.

Los padres tienen el derecho original, primario e inalienable a dar a sus hijos la educación que mejor consideren; por tanto, los centros docentes y el Estado son subsidiarios de la familia. Los poderes públicos deben garantizar la existencia de diferentes modelos educativos y que alumnos y familias puedan elegir libremente el tipo de educación y el tipo de centro que mejor se adapte a sus preferencias.

Lo opuesto a la libertad de enseñanza es la imposición de un único modelo obligatorio que anula la posibilidad de elegir. El intervencionismo ataca gravemente la libertad de enseñanza.

Las autoridades educativas deben actuar teniendo siempre presente que los principales beneficiarios de sus decisiones deben ser los alumnos. Por ello, como señaló el recientemente fallecido Roger Scruton, debemos conservar todas las cosas buenas del pasado para alcanzar la plenitud en el presente. Es decir, en materia educativa sería un error caer en el adanismo, tan propio de los que cuando llegan al poder desean deshacer todo lo hecho hasta ese momento. Al mismo tiempo, se deben realizar sin miedo los cambios e innovaciones que puedan mejorar la calidad de la educación.

Nos encontramos ante un asunto vital para la sociedad del mañana. Si logramos ofrecer una educación de calidad, nuestros jóvenes y las futuras generaciones nos lo agradecerán.

Ignacio Danvila del Valle es profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

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