La elección de Francia el 22 de abril

La primera vuelta de las elecciones presidenciales tendrá lugar el 22 de abril. De pronto, los asesinatos de Toulouse y Montauban han oscurecido la campaña. Tres niños morían, los tres tiroteados en la cabeza, junto a su profesor, el rabino director del liceo Ozar Hatorah, el 19 de marzo. La semana anterior caían tres militares paracaidistas de origen marroquí… Nicolas Sarkozy, François Hollande y otros candidatos acudieron de inmediato a Toulouse. El presidente de la República se expresó con trágica claridad: «No debemos ceder ante el terror. La barbarie y la crueldad no pueden ganar. El odio no puede ganar… Quiero expresar a los líderes de la comunidad judía cuán cerca nos sentimos de ellos. Toda Francia está conmocionada».

Hoy parece haber una leve ventaja a favor de Hollande. Sarkozy, presidente candidato, puede hacer uno de sus sprinten la recta final, lanzado a espectacular velocidad. Hollande quedaría más o menos igualado a Sarkozy en la primera vuelta. En la segunda, 6 de mayo, la ventaja del candidato socialista se afianzaría.

Hay algo que sí distingue, y mucho, a los dos aspirantes. Con todas las escenas de amor que se quiera —no se sabe hasta dónde habrán llegado Merkel y Sarkozy a solas— existe la ficción, pero también la realidad. A los antieuropeos que desprecian a la Unión, habrá que recordarles las angustias de hoy, desde la crisis griega a la deuda irlandesa: Europa decide. Hollande es un europeísta creyente, defensor de una Europa más unida, más federal, con un gobierno económico común. Este último punto es decisivo. Sin unión fiscal no habrá Europa unida, como no la habrá sin defensa común. Sarkozy es intergubernamental, es decir, agnóstico. Lema de su campaña, «La France forte». Europeísta a su pesar, con fe en Francia, en la Francia napoleónica, fuerte, respetada. Pero eso no es posible ya: Napoleón fue coronado emperador por Pío VII, en 1804, y hoy estamos en 2012. La construcción de Bonaparte, heredero de Luis XIV, tiene fuerza aún en la Francia moderna. Sin embargo, uno de los grandes logros de Europa, por ejemplo, el gran avión de transporte militar A400M, es obra de la alianza entre Francia y Alemania, también España, país por cierto con una industria aeronáutica fuerte e innovadora. La sociedad Eads, constructora de ese avión hipermoderno, también de los centenares de Airbus que circulan por el mundo, tiene su domicilio social en Holanda. Si la Unión no acelera, si no se une deprisa, Europa podrá desaparecer, tragada por la historia. América quedaría enfrentada a Asia, lo cual no es bueno. Eso lo entiende Hollande.

En el perfil de Hollande hay algún toque de elitismo. Sarkozy, en cambio, es un abogado del norte de París, antiguo alcalde de Neuilly, hijo de un emigrante húngaro, decidido a pelear en cada escalón de la larga escala. Así, sin ayuda, ha logrado subir hasta la jefatura del Estado, adonde llegó a los 52 años después de abrirse paso en medio de la jaula de fieras que es el piso alto de la república. Hollande nunca ha ocupado un cargo ejecutivo: hijo de las grandes écoles, graduado de la ENA, se sabe llamado a dirigir Francia de acuerdo con la tradición fundada por Colbert y Luis XIV. En su pugna por la candidatura, Hollande ganó en octubre a Martine Aubry, secretaria general del partido. Aubry es hija de Jacques Delors, antiguo ministro y gobernador del Banco de Francia. Pero, dicen los iniciados, el verdadero descendiente de Delors es Hollande.

Francia no es Mónaco ni San Marino. El vecino del norte cuenta mucho para España. No solo por su industria tradicional, Renault, Citroën, Peugeot, Michelin, sino por sus apuestas de futuro, Eads, Thalès, Safran, Snecma, Areva, Alstom… El comercio hispano-francés, de por sí grande, tiende a crecer. Millares de empresas españolas trabajan para Francia y a la inversa. No solo en Toulouse o en Pau sino en Martinica o Reunión. Como en Cantabria, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña… también Cádiz o Tenerife. Francia ha conseguido en 2011 un año récord en ventas de vino y champagne. Estados Unidos, China y Alemania han sido principales compradores. Con Brasil y Rusia, tomemos nota. Pero el vino es una cosa y otra distinta las centrales nucleares. Francia vende centrales, vende trenes de alta velocidad —se han quedado estupefactos ante el éxito español en Arabia Saudí—, vende satélites.

Oficialmente hay nueve candidatos. Solo cinco con verdadero peso: además de los dos grandes contendientes, el centrista François Bayrou; Marine Le Pen, del Frente Nacional; y Jean-Luc Mélenchon, del Frente de Izquierda. Algunos observadores solventes creen que será mayor el número de centristas que se desplace hacia Hollande que el que recoja el actual presidente. Hollande no da miedo a los votantes de centro-derecha ni de centro-izquierda: es su cualidad y su defecto. Sus años en la Cour des Comptes le han dado experiencia en el control de las cuentas públicas. «No aceptaremos que las finanzas escapen al control de la política», ha repetido en su campaña. Veremos.

Sarkozy y Hollande debaten problemas no ya franceses sino europeos: reducción de la energía nuclear civil; mecanismos de control de la deuda; las primaveras árabes en la política exterior; sistemas estatales y empresariales frente al desempleo; reconstrucción de la enseñanza media; Francia como país productor de I+D+i. Pero también la carne halal, obtenida según ritos musulmanes, o la puerta cerrada a Turquía, un error a juicio de muchos, que perjudicará más a la UE que a Ankara. En París nadie se atreve a predecir el nombre del ganador.

Sarkozy ha demostrado cualidades desconocidas en Hollande. El valor con que dirigió la campaña de Libia o el modo en que, tres años antes, cerraba la guerra rápida y cruel entre Rusia y Georgia, son un aval. Francia acaba de vender 126 cazabombarderos «Rafale» a India. Estados Unidos ha apoyado la iniciativa franco-británica contra Gadafi respaldándola discretamente, leading from behind. En mayor o menor medida, casi todos los líderes europeos tienen amplios capítulos que ocultar en sus relaciones con las dictaduras árabes (nadie llegó al grado de indecencia de Silvio Berlusconi). Probablemente Sarkozy se haya equivocado al retirarse de Schengen y mantener su no a Turquía. Pero ha mantenido el tipo frente a las amenazas que inquietan a Europa.

Desde le final del antiguo régimen, Francia lanza nombres de primera calidad a puestos mundiales: Christine Lagarde, en el FMI; Pascal Lamy, en la Organización Mundial del Comercio; sin olvidar a Jacques Delors, 10 años al frente de la Comisión Europea. En Nueva York, Philippe de Montebello ha dirigido durante 31 años el Metropolitan Museum.

Como aseguraba el vidente, Sarkozy puede ganar o perder. La elección alemana asoma ya en 2013: Angela Merkel podrá anticiparla si tiene demasiadas dificultades en su coalición con los liberales. Sígannos.

Por Darío Valcárcel.

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