La encrucijada política

Mientras los líderes políticos del nuevo Congreso, interesados sobre todo en su porción del pastel del poder, pretenden apropiarse de la voluntad popular, aumenta la injusticia social y se agrava la tensión territorial. Es en estos dos sentidos que España se debe transformar. Las urnas han abierto alguna posibilidad, pero España no se renovará a fondo mientras sus dirigentes confundan la historia con una flecha. Por muchas ilusiones que se hagan, la historia no está obligada a ir hacia adelante en línea recta. No existe una sociedad vacunada contra los caminos equivocados y la decadencia. Ningún poder dispone de un seguro contra los tropiezos.

Aunque el presidente Rajoy se proclame ganador, es evidente que la derecha no tiene mayoría. En Europa, que un partido obtenga más diputados no significa de manera automática que gobierne. El último caso, muy cerquita, Portugal. Ahora bien, la operación de desbancar a la derecha es más difícil en España. En primer lugar, porque el pulso entre el centralismo y un número creciente de periferias es un marcador fundamental de la política española. En segundo, y contra las apariencias, porque el inmovilismo es mayoritario en el Congreso.

En efecto, una parte muy significativa del PSOE forma parte del bloque inmovilista,junto a PP y C's. ¿Cómo pretende Pedro Sánchez aliarse con Podemos y obtener el apoyo de C's, si Podemos quiere una España plurinacional, C's una nación excluyente y centralizada y más de medio PSOE piensa igual que C's? El hecho es que PSOE y PP están de acuerdo en la mesa del Congreso y en restringir los grupos parlamentarios de las periferias. En términos de derecha-izquierda, la distancia ideológica entre los dos partidos nuevos es más grande que la existente entre PP y PSOE. Aunque no fuera así, cualquier posibilidad de entente sobre políticas de competitividad y mejoras sociales, toparía con el muro de la tensión territorial. Es aquí donde no hay manera de conciliar las posiciones de Podemos y una pequeña parte del PSOE con las del bloque dominante, formado por el PP, C's y la mayoría de barones socialistas.

Los dos primeros problemas de España aparecen muy interrelacionados. Lo demuestra, por citar un solo caso, el bloqueo del eje mediterráneo, que obedece a razones estratégicas de primacía demográfica del centro y repercute de manera muy negativa en la economía competitiva. Ambos retos se tendrían que afrontar por separado, pero de una manera simultánea.

No es posible construir un país más federal sobre la premisa de mayores dificultades para las comunidades menos desarrolladas. Hacen falta sinergias positivas que alimenten la convicción de mejora general en el plan económico y social.

Todavía hay que afrontar un tercer reto, la reforma de los principales organismos del Estado. No tan solo el Senado, sino el poder judicial, para garantizar su independencia. El Tribunal Constitucional, para que deje de ser juez y parte. El sistema electoral, según el patrón alemán. En definitiva, un reparto del poder entre varias instituciones. Mientras la Moncloa lo mande todo, no iremos bien. El malestar social se palia con planes de choque, pero no se llega a cotas dignas de justicia social sin crear más riqueza y repartirla mejor. En España se deben consensuar estrategias para convertirse en un país de primera. Políticas de formación, de industrialización y de competitividad. Políticas de reequilibrio entre el gasto destinado a la tercera edad y el dedicado a los jóvenes, a su formación e inserción social. Se gasta demasiado en pensiones y poco en los jóvenes y esto es muy perjudicial para encarar un futuro colectivo de éxito.

España se debe reconocer como plurinacional de manera plena, efectiva y sin nostalgia. La presente legislatura ofrece una oportunidad, quizá única, de establecer un pacto con Catalunya que satisfaga las aspiraciones mayoritarias de los catalanes. Existen modelos en los que inspirarse, de manera principal Canadá y en parte Alemania. Algunos países importantes reclaman de Madrid una oferta de pacto a Catalunya, que sea aceptable por una parte del electorado independentista. Evidentemente, tendría que llegar antes de que el 48% pueda sobrepasar el 50%.

¿Demasiado para la capacidad y la calidad de los líderes políticos y sociales españoles? Es probable, pero si rechazan afrontar los retos, se pondrá en cuestión la capacidad de Madrid, de sus élites, de su tinglado económico y mediático, y será cada vez más evidente la patrimonialización del Estado a favor de la capital. Aumentarán las tensiones sociales, políticas y territoriales. El bipartidismo que, demasiado concentrado en recuperar las cuotas perdidas de poder en vez de buscar soluciones, se consolidará como el principal problema.

Xavier Bru de Sala

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