La energía limpia también es energía resiliente

El Caribe y sus alrededores ya están en las líneas frontales del cambio climático. Las Bahamas, el archipiélago que se extiende por las prístinas aguas entre Florida y Cuba, se han visto asoladas en los últimos años por huracanes devastadores, que han aumentado en frecuencia y gravedad a causa del calentamiento global. Puesto que las Bahamas y los países del Caribe emiten cantidades de dióxido de carbono relativamente ínfimas, sus residentes tienen una responsabilidad mínima por la crisis climática.

Pero los habitantes de la región están dando vuelta el guion, transformándose de víctimas de las tragedias climáticas en líderes globales de la producción de energía limpia y segura. Los países caribeños cuentan con atractivas razones económicas para abrazar la transición a las “energías verdes”. Por generaciones han dependido de combustibles fósiles importados para energizar sus economías, lo que significa que siempre han tenido que afrontar las incertidumbres de los mercados petroleros mundiales y, en consecuencia, las importantes fluctuaciones de costes de la electricidad.

Gracias a los avances en el ámbito de las energías renovables, ese desafío económico ha creado una oportunidad. A diferencia de los combustibles fósiles importados, que están sujetos a costes crecientes, los precios de la energía solar y otras fuentes de energías limpias, junto con los sistemas de almacenamiento de energía necesarios, siguen descendiendo. A medida que estas tecnologías se han vuelto más asequibles y competitivas con respecto a los combustibles fósiles y más contaminantes, se han convertido en un potente incentivo para que los países isleños se alejen de la dependencia de las centrales de energía convencionales alimentadas con combustibles fósiles. Es más, esta tendencia no hará más que aumentar en lo sucesivo, ya que los costes de las nuevas energías las harán cada vez más convenientes y atractivas.

Para regiones como el Caribe, los sistemas de carga de baterías y energía solar, hacen más que meramente reducir los costes de la electricidad; si se despliegan adecuadamente, también mejoran la capacidad de resiliencia climática. Cono lo han demostrado Bahamas y otros países de la región en los últimos años, las microrredes solares y de baterías pueden prestar servicios de importancia crítica a las comunidades isleñas durante y después de acontecimientos climáticos extremos que, de otro modo, desconectarían las fuentes de energía tradicionales.

Sin embargo, para que estas nuevas soluciones energéticas sean verdaderamente resilientes, ellas mismas deben poder resistir las tormentas, que tienden a destruir las líneas eléctricas y a desconectar comunidades de las fuentes centralizadas de generación de energía. Por consiguiente, en el caso de la energía solar, los métodos que se usen para dar firmeza a la instalación de los paneles solares al suelo y a los techos tienen una enorme importancia.

Ya sabemos que es posible construir sistemas fotovoltaicos (FV) capaces de resistir hasta la más alta categoría de huracanes. Gracias a un trabajo conjunto entre el Instituto Rocky Mountain, el gobierno de Bahamas y la compañía de servicios públicos del país, la Bahamas Power and Light Company (BPL), hemos desarrollado e instalado una bóveda de aparcamiento solar en el Estadio Nacional de Nassau que puede resistir los vientos de un huracán categoría cinco. Además, hemos instalado la primera microrred de carga de baterías y energía solar del país en Ragged Island, y ahora nos estamos centrando en diseñar y proporcionar microrredes sostenibles y resilientes para instalaciones de importancia crítica en Abaco, tras la destrucción causada por el paso del Huracán Dorian en septiembre de 2019.

A medida que el planeta sigue calentándose, el aumento de la humedad en el aire se traducirá en tormentas y huracanes tropicales incluso más intensos y frecuentes. Es probable que lo que vimos con los huracanes Dorian y María en Puerto Rico en 2017 sea cada vez más común. Afortunadamente, muchas de las medidas necesarias para crear resiliencia son las mismas que limitan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y ralentizan el ritmo del calentamiento global. Los sistemas FV satisfacen ambas necesidades.

El Caribe y el Atlántico están lejos de ser las únicas regiones que deberán construir una infraestructura energética más resiliente para prevenir cortes de electricidad. Cada vez más comunidades de todo el planeta se enfrentan a los desafíos causados por condiciones climáticas extremas, entre ellas los devastadores incendios en Australia, Indonesia y el oeste de los Estados Unidos.

En todos estos casos, las soluciones energéticas limpias y adaptadas a las necesidades del lugar ofrecen ventajas únicas en términos de reducción de emisiones y poder contar con electricidad después de un desastre. Señalan el camino para un mejor futuro para nuestro sistema eléctrico. Al adoptar la transición hacia una energía limpia, Bahamas está dando el ejemplo al resto del mundo, en especial a aquellos países responsables de una proporción muchísimo mayor de las emisiones globales de GEI.

Jules Kortenhorst is CEO of the Rocky Mountain Institute. Whitney Heastie is CEO of Bahamas Power and Light. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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