La era de la violencia

Muy rara vez los problemas mundiales son simples. Pero, en general, un análisis cuidadoso de sus diversas facetas conduce a una cierta comprensión de sus causas y, a su vez, a soluciones razonablemente prometedoras. De hecho, la oportunidad de analizar este tipo de problemas con regularidad es precisamente lo que hace que mi papel de columnista sea tan gratificante. Últimamente, sin embargo, las soluciones prometedoras se han tornado cada vez más difíciles de alcanzar.

En pocas palabras, gran parte del mundo está sumido en el conflicto, con pocas esperanzas de escapar del mismo. En Ucrania, los violentos enfrentamientos entre separatistas prorrusos y la policía son solamente los más recientes eventos dentro de la situación de seguridad del país que se encuentra en franco deterioro. Siria permanece enclaustrada en una brutal guerra civil. Y las tensiones entre Israel e Irán relativas al programa nuclear de este último – por no mencionar  el conflicto de Israel con Palestina de décadas de duración – están exacerbando la inestabilidad en el Medio Oriente, región donde diez países, cuando se los considera en su conjunto, se han convertido en el mayor mercado del mundo para la venta de armas, ya que anualmente compran más armamento nuevo que China.

La era de la violenciaVarios países africanos – Malí, República Centroafricana, Sudán del Sur y Somalia – se encuentran envueltos en una guerra civil permanente, que deja a los ciudadanos sin agua potable, y una aún mayor escases de escuelas, hospitales y otras infraestructuras sociales. En Nigeria, la milicia islámica Boko Haram – una glorificada pandilla de criminales – trae deshonra a la imagen del Profeta, ya que en su nombre secuestraron a más de 200 niñas estudiantes para venderlas o utilizarlas como esclavas sexuales.

En Asia, la escalada militar de China y su abordaje cada vez más firme en cuanto al logro de sus  reivindicaciones territoriales en los mares de China meridional y oriental – que se sobreponen  con las reivindicaciones de Japón, Filipinas, Corea del Sur y Vietnam – hace que emerjan preocupaciones entre sus vecinos regionales. No ayuda el hecho de que el crecimiento económico de China, que proporcionó un fuerte impulso a las economías más pequeñas de la región durante las últimas décadas, se enlenteció considerablemente.

China no es la única gran economía emergente que experimenta un menor crecimiento. Brasil también está sufriendo debido a su crecimiento lento, sin tener que llegar a mencionar el sufrimiento que le causan su inflación persistente y sus déficits crecientes. Paralelamente, países latinoamericanos como México y Colombia permanecen bajo las amenazas de los cárteles de la droga que a veces se encuentran mejor armados que la policía o el ejército.

Al mismo tiempo, en la Unión Europea, un período eleccionario ha llegado a su fin. Pero fueron unas elecciones buenas para nada, ya que el resultado simplemente reforzó la creciente brecha entre los partidos europeístas y aquellos partidos populistas euroescépticos.

Si bien la economía mundial parece estar recuperándose de las crisis recientes, permanece plagada de riesgos, que  se derivan de los 750 millones de millones de dólares en liquidez – que aumentaron en 50 millones de millones de dólares desde el año 2006 – que flotan rebalsando los mercados especulativos. Este capital no financia inversiones o impulsa el crecimiento económico; su único propósito es cosechar enormes aunque impredecibles ganancias para un grupo selecto de afortunados. Esta burbuja, como todas las burbujas, va a estallar, provocando una crisis mucho más grave que aquella que estalló en el año 2008.

Al menos los organizadores de eventos se están manteniendo ocupados. Las Naciones Unidas están preparando su veintiún cumbre del clima a la cual asistirán los líderes del mundo teniendo pleno conocimiento de que dicha cumbre, también, terminará en un fracaso en cuanto a llegar a concretar un acuerdo mundial integral.

Teniendo en cuenta la magnitud de los retos ecológicos del mundo, la incapacidad de nuestros líderes en relación a cooperar eficazmente en temas medioambientales no podría llegar a ser más problemática. Por ejemplo, al ritmo actual, los recursos pesqueros del mundo se extinguirán en el próximo medio siglo. Sin embargo, Rusia, Ucrania y China recientemente se opusieron a la creación de Áreas Marinas Protegidas, que son de importancia crítica para la supervivencia de numerosas especies.

Solamente tenemos un planeta y debemos aprender a convivir en él. Sin embargo, el sentimiento abrumador es uno de caos y degradación. Ya no podemos darnos el lujo de esperar a que los líderes del mundo resuelvan nuestros problemas. El público mundial debe unirse para obligar a las autoridades que formulan decisiones lleven a cabo acciones reales encaminadas a superar los obstáculos que entorpecen el logro de la paz, la armonía y la sostenibilidad.

El primer obstáculo es la falta de autoridad para hacer cumplir la ley internacional. Si bien el respeto de la soberanía de cada país es de vital importancia, también lo es la responsabilidad – y dicha responsabilidad es la que requiere que alguna autoridad internacional vigile y sancione los delitos.

La buena noticia es que el público mundial apoya cada vez con más fuerza una intervención internacional en algunos casos. Pero esto tiene que ir más allá, se debe exigir que todo tratado incluya una disposición relativa a la vigilancia y las sanciones; se debe exigir que el derecho de un país a vetar una intervención se limite de acuerdo con la cantidad de tiempo que hubiese transcurrido y el asunto que se encuentre en tapete de discusión; y también se debe exigir que las medidas para proteger a las poblaciones sean decididas por el voto de la mayoría.

El segundo obstáculo principal es la muerte intelectual de lo que se podría denominar como “la ciencia de la economía”. Hoy en día, la industria bancaria es la que da forma a la formulación de decisiones en todo el mundo, ejemplificando esto se puede mencionar el derecho imperecedero que tiene la banca a la especulación sin límites y a su capacidad para capturar ganancias inigualables con las que se obtienen en cualquier otra industria, ganancias que especialmente van a beneficiar a sus altos ejecutivos, mientras que esta industria expone al mundo ante riesgos abrumadores.

En lugar de permitir que un único sector que sirve a sus propio intereses dicte la forma en la que funciona la economía, los formuladores de políticas deben determinar con precisión cuál es el equilibrio aceptable entre las actividades especulativas de riesgo y la estabilidad financiera – y deben garantizar que el sector financiero se adhiera a dicho equilibrio. El énfasis de los gobiernos siempre debe estar enfocado en reducir el desempleo, la inestabilidad y la desigualdad.

El tercer gran obstáculo para la paz y la prosperidad mundial es la desaparición de la ética en el funcionamiento de los Estados y el mercado. Los gobiernos y los organismos multilaterales como la ONU han sido gradualmente desacreditados, junto con los sistemas de valores en los que se basan.

Si bien las principales religiones conservan algo de autoridad fundamentada sobre valores, la mayoría de dichas religiones ha permanecido, en gran medida, en silencio en cuanto a expresar sus opiniones relativas a los evidentes desafíos políticos, económicos, ambientales y de seguridad que enfrenta el mundo. ¿Por qué las iglesias cristianas siguen centrándose en las conductas privadas de las personas y no se centran en las reglas del juego social y económico? ¿Por qué el Gran Rabinato de Israel nunca aborda el tema de la paz, y mucho menos realiza una declaración sobre lo que, a los ojos de Dios, debería tener prioridad? Es decir, ¿tiene mayor prioridad un pedazo de tierra o millones de vidas humanas? ¿Por qué las autoridades musulmanas solamente en rarísimas ocasiones condenan los crímenes que se cometen supuestamente a nombre del Profeta?

Tal vez esto también va a cambiar. El Papa Francisco, por ejemplo, parece estar conduciendo a la Iglesia católica en la dirección de un mayor compromiso social. Es deber del público mundial tomar la misma ruta.

Michel Rocard, former First Secretary of the French Socialist Party and a member of the European Parliament for 15 years, was Prime Minister of France from 1988 to 1991.Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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