La escritura de los sueños

El otro día tuve un sueño que me llevó a pensar que los sueños no eran creaciones espontáneas y caóticas de la mente, sino el resultado de una escritura previa similar a la de un guion de una película. Al despertar, me hice muchas preguntas, aunque no tanto sobre la interpretación del sueño como sobre el propio acto creativo detrás del mismo.

Ocurrió hace unos cuantos días y, como en casi todos los sueños, todo era muy real y reconocible. La mayor parte del sueño ocurría en la calle donde vivo. Estaban las mismas tiendas, la farmacia de la esquina y los edificios que la configuran. En el sueño, llevaba la bicicleta de mi cuñado, una de esas bicicletas con ruedas bajas que se repliegan sobre sí mismas para poder ser transportadas como un maletín.

Estaba con la bicicleta desplegada frente al portal de una casa bloqueando el paso. Llovía a raudales y me protegí del agua pegando la bicicleta junto a mi cuerpo bajo un techo en forma de triángulo.

Hasta aquí, nada era especialmente extraño salvo el hecho de que yo nunca utilizo bicicletas en ciudad y que la posición que había elegido en el portal era molesta para todo el mundo, pues incomodaba el paso hacia dentro y hacia fuera de la casa. Por ese motivo decidí mover la bicicleta y colocarla fuera del techo protector a un par de metros. Al cabo de unos instantes, tras acabar una conversación con un vecino, me giré y la bicicleta había desaparecido. Me la habían robado.

Era la bicicleta de mi cuñado y la mera idea de habérsela perdido, aunque fuera a causa de un robo, me atormentaba. Me lancé en su búsqueda por todas las calles de Madrid atravesando lugares muy extraños. Ahí el sueño empezó a perder realismo. Los lugares eran muy exóticos, posiblemente mezclas de lugares vistos en varios viajes. Los sitios que atravesaba eran inverosímiles pero la angustia de no encontrar la bicicleta era muy intensa y concreta. Sonó el despertador antes de haber dado con el ladrón.

No sé que hubiera continuado pasando de no haber sonado el despertador, pero eso no es ahora importante. Lo relevante de ese sueño es que me hizo pensar algo sobre los sueños, sobre 'todos los sueños', que no había pensado nunca.

En mi trabajo de cineasta, escribo mis propios guiones. Los guiones son el resultado de una mezcla entre: inspiración y técnicas aprendidas. Las técnicas responden a una serie de planteamientos o reglas. Una de ellas recomienda que si aparece una pistola al principio de una película, conviene que alguien la utilice antes de que acabe. Otro principio de escritura dicta que para que 'algo' ocurra debe 'plantarse' previamente 'otro algo' que lo posibilite. Si algo sorprendente ocurre sin haber sido 'plantado' previamente, el espectador lo rechazará por aparentar ser demasiado fortuito. Y así, muchas otras.

Volvamos a mi sueño. Al despertar, de repente, no solo recordaba bastante claramente las vicisitudes del sueño, sino que además me di cuenta que la bicicleta estaba ahí por algo. En realidad, estaba plantada por un guionista -que no podía ser otro que yo- para ser robada y lanzar la angustiosa persecución del ladrón. Sabemos que somos los protagonistas de nuestros sueños. También sabemos que nuestros sueños transportan angustias de nuestras vidas. Lo curioso del caso es que tuve la sensación de que el sueño, que fluía con la sensación de transcurrir en tiempo real, era el resultado de una 'escritura previa'. La bicicleta estaba ahí 'plantada' para cumplir una función dramática. La bicicleta no estaba ahí e, inesperadamente, fue robada; estaba ahí 'para' ser robada. Al despertarme, tomé consciencia de la posibilidad de que yo hubiera creado una dramaturgia para poder vivirla en forma de sueño.

Tuve la sensación de que esa bicicleta era el truco de un guionista. Lo sé porque soy guionista. Tuve ante mi sueño el mismo sentimiento de 'elaboración' que tengo frente a una película en el cine. El sueño no acontecía de manera casual, ni dinámica, sino que era un relato cuyo sentido era tan claro que necesariamente tenía que haber sido construido previamente al desarrollo de la acción... pero la cuestión era ¿cuándo?

Me lancé en búsquedas de hipótesis. ¿Cuándo se escribe un sueño? Ciertamente no puede ser durante la vigilia. Si fuera en el tiempo de la vigilia, seríamos conscientes de esa escritura. Tiene que ser, por tanto, en un tiempo del sueño. El sueño constaría así de dos partes: el momento de la escritura -un periodo negro, por así decirlo, en el que no visualizamos ni experimentamos el sueño- y el momento de la vivencia -el sueño tal y como lo conocemos y recordamos- en el que somos los protagonistas de un encadenamiento de peripecias más o menos lógicas, más o menos realistas.

Otra hipótesis me vino a la mente: la escritura del sueño no ocurriría ni durante la vigilia ni durante un tiempo justo anterior a la activación de la vivencia, sino en un tiempo fuera de la vida. Sería el tiempo de la nada o el tiempo de la muerte en caso de existir la reencarnación. Antes de nacer o después de morir, en ese tiempo no-tiempo, lo ocuparíamos escribiendo nuestros sueños futuros. Gozaríamos de una vida no-vida ocupada en la escritura de los sueños a venir durante nuestros días en la Tierra. Es una hipótesis cargada de problemas, empezando por el problema de creer en un antes y un después de la muerte. Y en otro no menor: ¿cómo podía haber yo sabido antes de haber nacido que mi cuñado tendría una bicicleta plegable de color beige? Tendría que haber anticipado toda mi vida y el desarrollo de todas las cosas de mi alrededor, así como todas las personas que he conocido y que me quedan por conocer.

Existe la posibilidad de explorar otras hipótesis. Por ahora, me contento con exponer estas dos e invitar al lector hacia su propia introspección y reflexión sobre la escritura de los sueños. Tengo otro cuñado amante de la caza. Tal vez en otro sueño me encuentre con su escopeta. ¿Qué podría hacer yo con una escopeta en Madrid dentro de un sueño? En esa misma calle en la que vivo, junto a la farmacia de la esquina y los demás edificios que la configuran. Seguro que a mi guionista interior se le ocurren muchas cosas. Felices sueños.

Jaime Rosales es director de cine, guionista y productor de cine.

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