La España ilustrada y el nacimiento de EE.UU.

Por Eduardo Garrigues, asesor de Asuntos Hispánicos del MAEC y miembro del patronato de la Fundación Consejo España-EE.UU (ABC, 07/05/06):

LA ayuda española a la independencia de las colonias inglesas que se convertirían en los Estados Unidos de América es un dato histórico poco conocido y reconocido, tanto en España como en EE.UU. Hoy en día en Estados Unidos se recuerda sobre todo el apoyo prestado por la monarquía francesa a los rebeldes americanos, y quizás el único soldado europeo que se conoce a nivel popular es el marqués de Lafayette. Pero, como en su momento reconocieron tanto los padres fundadores de la nueva república como los ingleses que intentaban sofocar la rebelión en sus colonias, seguramente la causa de la independencia americana no hubiese podido triunfar sin el apoyo diplomático, la decisiva ayuda financiera y la acción militar de la Corona española.

Con el paso de los años, la rivalidad entre la nueva potencia emergente y el antiguo poder colonial español en la América septentrional, que culminó en la guerra de Cuba, ha conseguido borrar de la memoria colectiva española esas páginas importantes y positivas de la historia común. Puede ser cierto que, como indican varias encuestas de medios de opinión, en Estados Unidos existe una cierta indiferencia -propiciada por la ignorancia- sobre lo que es y ha sido España; y que en España se ha producido una cierta animadversión hacía el país que ascendió al nivel de potencia mundial dando el último zarpazo a nuestras posesiones de ultramar, que ejerce hoy en día una supremacía económica y militar indiscutible en el mundo occidental, pero que muchos consideran ha adoptado una actitud ambigua en la defensa de los mismos principios democráticos que inspiraron a los padres fundadores del nuevo estado. Pero sería razonable preguntarse si esta animadversión no está en parte motivada por la mutua ignorancia de acontecimientos importantes del pasado común, empezando por las claves históricas del origen de la nación americana.

En España, pocos saben que el Banco de San Carlos -antecedente del Banco de España- fue fundado para organizar el pago de la deuda contraída por la Corona española con banqueros y comerciantes vascos que habían suministrado armas, pertrechos y uniformes a los patriotas americanos casi desde el inicio de la contienda. Tampoco es generalmente conocida en nuestro país la exitosa campaña militar que don Bernardo de Gálvez realizó en el Misisipí y en la Florida occidental, conquistando con su flota la estratégica Plaza de Pensácola, permitiendo así que el esfuerzo militar de los rebeldes americanos se concentrase en otros escenarios bélicos. Por ello, coincidiendo con la efemérides del 300 aniversario del nacimiento de Benjamín Franklin, la Real Academia de la Historia, con el patrocinio de la Fundación Consejo España-EE.UU. y la Fundación Rafael del Pino, esta celebrando un ciclo de conferencias titulado «La Ilustración Española en la Independencia de los Estados Unidos. Benjamín Franklin» (17 a 19 de mayo de 2006). Este líder de la independencia americana era muy aficionado a la literatura española, e introdujo en la prestigiosa Philadelphia Academy el estudio de una lengua que hoy hablan unos 40 millones de estadounidenses; llegó a ser representante diplomático en Francia y en España, y fue nombrado académico de la Real Academia de la Historia, aunque nunca llegó a tomar posesión de su sillón. Sin duda, la personalidad carismática de Franklin ha contribuido a reunir en la Real Academia de la Historia un grupo de prestigiosos historiadores estadounidenses, británicos y españoles que expondrán sus conocimientos sobre una etapa histórica casi olvidada. Y, sin embargo, se trata de una etapa crucial tanto para las relaciones europeas -donde sin duda juega un papel relevante la alianza entre las dos dinastías borbónicas en Francia y España-, como para América, donde la guerra de emancipación de las colonias inglesas es un punto de inflexión significativo en la saga de la rivalidad colonial anglo-española. Al iniciarse la rebelión, España jugó sus bazas sólo en el campo diplomático y de la ayuda soterrada, pero tras la declaración de guerra, las fuerzas navales y militares españolas consiguieron varias victorias que le permitieron la recuperación de parte de los territorios cedidos al enemigo en la paz de París de 1763.

Con un propósito semejante al del ciclo que celebra la Real Academia de la Historia, pero con un enfoque más especializado, la Casa de América reunirá a otro grupo de historiadores en un Congreso titulado «Norteamérica a finales del siglo XVIII: España y los Estados Unidos. Benjamín Franklin» (17, 18 y 19 de mayo 2006). Esta iniciativa cuenta también con el patrocinio de la Fundación Consejo España-EE.UU. y subvenciones de la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica, y de la Fundación Carolina. Algunos de los especialistas más destacados en estas materias compartirán en ese congreso internacional sus trabajos de investigación sobre temas tan fascinantes como la ayuda secreta de España a los rebeldes, la situación de las finanzas en la administración de Carlos III como resultado de esa ayuda, la expansión urbana hispánica en la América septentrional, o el papel jugado por los empresarios vascos, como el banquero Diego de Gardoqui, en el suministro de armas, ropas y provisiones a las tropas revolucionarias americanas. De nuevo la personalidad polifacética de Benjamín Franklin ha servido de eslabón para un mosaico de acontecimientos y de personajes variopintos que acaban encajando como las piezas de un rompecabezas gracias a los reveladores descubrimientos de estos investigadores.

Resulta interesante constatar que tanto el soberano ilustrado Carlos III como varios de sus ministros barruntaban que al apoyar la causa de los revolucionarios americanos contra la metrópoli europea estaban facilitando la difusión de unas ideas que acabarían provocando cambios en los fundamentos del antiguo régimen y suscitando un efecto de demostración en los dominios españoles en América. Pero, con independencia de distintos matices e incluso disparidad de intereses, lo que permitió la sintonía de los personajes de la corte y la diplomacia española con los líderes de la revolución americana fue el compartir los mismos valores de la Ilustración: unos ideales de apertura y de progreso que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen siendo respetables a ambos lados del Atlántico.