La España rota del PP

"El Gobierno podrá adoptar determinaciones fulminantes y enérgicas contra las propagandas separatistas que lleva a cabo el nacionalismo vasco con una representación parlamentaria que, por fortuna para Nabarra (sic), no ha llegado a tocar a esta otra cuarta provincia vascongada. Todo eso del estatutismo, del regionalismo, del federalismo, es farsa, ficción, hipocresía, cobardía aquí y cobardía allí. Estimo que toda organización de tipo nacionalista que atente contra las esencias sagradas de la patria, debe ser proscrita de la legalidad en absoluto. Yo, en el Urumea en referencia al mítin pronunciado en el frontón de San Sebastián dije que prefería una España roja a una España rota. Con una España roja no se va a romper el vínculo o la unidad nacional mientras que con una España rota, ¡la Patria quedaría para siempre muerta!". La cita es del discurso pronunciado por el diputado José Calvo Sotelo en el Congreso el 5 de diciembre de 1935, en el que presentó una proposición para ilegalizar al PNV, que finalmente no fue aceptada. (Iñaki Anasagasti, Llámame Telesforo, 2006).

En los últimos meses estamos asistiendo a una ofensiva brutal e indigna contra las instituciones del Estado de derecho y democrático protagonizada y alimentada por el principal partido de la oposición, que ha perdido cualquier sentido del Estado. Una ofensiva destinada a erosionar los poderes judicial y ejecutivo, a poner en duda la actuación de los profesionales de los servicios de seguridad del Estado (basta con ver algunas actuaciones en el juicio del 11-M), a criminalizar a los medios de comunicación no afines, mientras la brunete mediática disfruta de barra libre para difamar, insultar y mentir hasta la náusea, y, principalmente, a echar del Gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero. En esta ofensiva, todo vale: la manipulación de las víctimas del terrorismo, la mentira y el insulto, la alianza con la extrema derecha, cada vez más presente en las manifestaciones convocadas desde la calle Génova, y el enconamiento del enfrentamiento comunitario.

Y esto último es ya directamente jugar con fuego. Primero fue la ofensiva contra Catalunya a raíz del Estatut (aunque pendiente de una posible futura acometida en el Tribunal Constitucional), boicot a los productos catalanes y fobia anticatalana incluidos. Unos años antes, cuando gobernaba el PP, la ofensiva había sido contra el nacionalismo democrático vasco a raíz de la firma del acuerdo de Lizarra en 1998. Ahora es directamente contra el Gobierno del PSOE con el pretexto de la política antiterrorista, la prisión atenuada concedida a Iñaki de Juana Chaos, o la ruptura de España por las supuestas concesiones de Zapatero a ETA en la cuestión de Navarra. Una cuestión, por otro lado, plenamente establecida en la disposición transitoria cuarta de la Constitución española de 1978, donde se dice que la posible incorporación de Navarra a la comunidad vasca precisaría de la aprobación previa del órgano foral (navarro) competente y de su ratificación en referendo por los ciudadanos de Navarra. Como la mentira aporta más réditos que la razón, en la concentración del 10 de marzo en Madrid, Mariano Rajoy ya se encargó de convocar "solemnemente a todos los españoles a defender la nación española". Y después vino la manifestación de Pamplona, con el mismo trasfondo de mentiras: Zapatero cede al chantaje de ETA concediendo la incorporación de Navarra a Euskadi (paradójicamente, para Calvo Sotelo, Navarra era la "cuarta provincia vascongada").

El apocalíptico discurso de 1935 llamaba a declarar ilegal al PNV, a suprimir los estatutos (solo existía el de Catalunya, porque el vasco no se aprobaría hasta 1936) y enfatizaba que prefería una "España roja a una España rota". Hoy el PP llama contra la ruptura de España, que ni se ha producido ni hay motivos para pensar que pueda producirse; contra la legalización de Batasuna, que no se producirá si antes no condena explícitamente la violencia; y contra el Gobierno socialista que, sin duda, ha cometido errores en política antiterrorista, por un miedo extremo a las encuestas y por la presión desaforada del PP.

El PP ha tomado la vía de la descalificación del Gobierno y de las instituciones con la finalidad claramente partidista de recuperar el poder al precio que sea, incluso fomentando los enfrentamientos comunitarios entre navarros y vascos, entre vascos o catalanes y españoles. El PP ha dado el salto de la razón al atizamiento de los sentimientos y de la xenofobia. Es un salto peligroso, porque, como demuestran otras experiencias históricas, a menudo es irreversible. Para conquistar el poder, algunos dirigentes populares están dispuestos a todo, incluso a "salvar a España" de los fantasmas que ellos mismos crean día a día. Las palabras de Rajoy recuerdan dramáticamente a las que precedieron al 18 de julio. Pero no nos engañemos, Rajoy sabe que los tiempos son otros y, por tanto, no le preocupan ni la España "roja", ni la España "rota", que no son más que retórica para alcanzar lo que de verdad quiere: el poder.

Antoni Segura, catedrático de Historia de la UB.