La estación intermedia

Pueden pasar tres cosas. Si las urnas del 25-N confirman el camino iniciado con los Fets de Setembre, Catalunya se pondrá en marcha. La estación de salida es el presente. La estación de llegada, la independencia. En medio, terreno inexplorado. La ilusión de unos, las prevenciones del resto. El empuje de muchos, el freno de los menos. Lo único que conocemos, una vez publicados los programas y las intenciones de los partidos, es la primera línea del primer párrafo de la primera página de la hoja de ruta: el referendo o la consulta.

Mejor dicho, la voluntad y el compromiso de llevarlo a cabo de la práctica totalidad de los partidos catalanes. A partir de ahí, papel en blanco, incertidumbre, ausencia forzosa de hoja de ruta. Bifurcaciones y más bifurcaciones. Escenarios y más escenarios. Para CiU, consulta sí o sí. Para el PSC, consulta si nos dejan. La diferencia no es menor. Según el PP, ni hablar. Según el PSOE, desacuerdo. La diferencia es menor. Como es posible que no nos dejen, ni siquiera sabemos si los ciudadanos seremos efectivamente llamados a pronunciarnos sobre nuestro futuro en la próxima legislatura. En este caso, también será corta.

¿Por dónde se va a la estación de llegada? ¿Dispondremos de un estado independiente? No lo podemos saber. Catalunya se pone en marcha hacia allí pero las vías se pierden en la niebla y se deberán instalar a medida que el tren avance, si el terreno es sólido y aguanta, si los impedimentos, que se prevén de gran magnitud, no son insuperables. Lo único que parece seguro es que no habrá retorno al punto de salida. El desplazamiento va a ser de consideración. Ahora bien, no sabemos hasta qué punto quedará resuelta la insuficiencia de los instrumentos actuales para autogobernarse.

Si se confirma que el soberanismo cuenta con los dos tercios del próximo Parlament, se pueden presentar, en esencia, tres escenarios. Y si alguien prevé más de tres, o menos de tres, que lo diga. El primero, deseado por la mayoría, consiste, en efecto, en pasar de la autonomía a un Estado más de Europa. El segundo, que quisiera descartar pero hay que hacer constar por ser una posibilidad cierta, es que el tren descarrile o que la oposición del poder central español consiga hacerlo descarrilar con imposiciones contrarias a la voluntad de los catalanes.

El tercero es la estación intermedia. ¿Habrá estación intermedia? En este supuesto, ¿se detendría el tren catalán? Formulado con estas u otras palabras, el debate del catalanismo se centra en esta posibilidad y en las reacciones que se produzcan. Si se presenta, si aparece en efecto una estación intermedia, ¿qué deberíamos hacer?

Nos movemos en el terreno resbaladizo de las conjeturas. La incertidumbre es incómoda, pero no tenemos más remedio que hablar de posibilidades. Así que empezaremos por esta estación intermedia. Un año o menos de preparación de tira y afloja, de leyes y acuerdos del Parlament catalán y de impugnaciones, y entraremos de lleno en la fase resolutoria. Es previsible, en caso de persistir profundo desacuerdo entre la gran mayoría del Parlament y los partidos de ámbito estatal, que surjan presiones internas e internacionales que pidan, en lugar de la confrontación, una solución pactada. Estas presiones, que ya empiezan, no se ejercerían solo sobre el president Mas y los soberanistas catalanes sino también, o sobre todo, sobre el PP y Rajoy, para que afloje la intransigencia de Madrid. Puede que Madrid, después de resistirse, acabe cediendo. O que no quiera saber nada y se produzca el choque de trenes pronosticado por Duran Lleida. En el segundo caso, ya veremos qué pasa.

En el primero, repito la pregunta, ¿se detendría el tren soberanista en la estación intermedia? Hablo de una estación intermedia de verdad, de tipo confederal, con una reforma profunda de la Constitución española y un cambio muy relevante del estatus catalán (no solo hacienda propia, sino Tribunal de Casación, derecho de autodeterminación... ), pero dentro del Estado español. Mi opinión es que sí, que el tren catalán se detendría, pero no sin tensiones y disputas en el interior del catalanismo, que se podría dividir. Que ya se prepara para dividirse por la respuesta, positiva o negativa, ante esta eventualidad. Quizá es una discusión absurda porque no habrá estación. Si se presenta o no, no es cosa de los catalanes. Llegado el caso, negociarla, aceptarla y renunciar a la independencia, sí.

Más de la mitad de los soberanistas se empeñan en el todo o nada, sobre todo los jóvenes y los conversos, pero la sociedad en su conjunto lo aprobaría. Por mayoría y en referendo.

Xavier Bru de Sala, escritor.

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