El gobierno británico acaba de lanzar su plan para que el Reino Unido recupere su condición de “superpotencia exportadora”. Es un objetivo ambicioso, si no completamente antojadizo.
Dada la escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, los países en todo el mundo se están apresurando a consolidar sus relaciones comerciales y preservar las cadenas de suministro existentes. No es el caso del Reino Unido, que ahora está en las etapas finales de las negociaciones para retirarse de la Unión Europea –una medida que cambiará drásticamente la relación que tiene con su único socio comercial más importante-. Pronto el país no sólo se convertirá en un menor exportador, sino también en una potencia menos importante.
Una primera “obligación” para una superpotencia exportadora es establecer acuerdos comerciales claros y estables con otros países, para que las empresas puedan producir bienes y servicios de manera colaborativa entre fronteras. Es lo que China está haciendo con sus inversiones extraordinarias en infraestructura, y al forjar nuevos lazos transfronterizos en Eurasia y otras regiones. Y es lo que los países europeos hicieron al crear y expandir el mercado único en el transcurso de muchas décadas.
Estos proyectos están justificados por el hecho de que tres cuartas partes de todo el comercio internacional están conformadas por insumos que contribuyen a la generación de productos terminados más adelante en la cadena de producción. Las cadenas de valor globales cambian lo que los gobiernos pueden y no pueden hacer. Cuando la administración del presidente norteamericano, Donald Trump, impone aranceles a China, está aumentando el costo de las importaciones que las pequeñas empresas domésticas necesitan desesperadamente para seguir operando.
De la misma manera, los planes del Brexit del gobierno del Reino Unido alterarán las cadenas de suministro de las que dependen las empresas británicas. Para dar apenas un ejemplo, el cigüeñal de un BMW Mini cruza el Canal de la Mancha tres veces antes de que el auto esté terminado, lo que significa que cualquier demora en la frontera destruirá la rentabilidad de esa cadena de suministro.
Al igual que su estrategia Brexit, el nuevo plan exportador del gobierno no les ofrece ninguna claridad a las empresas británicas. La mitad de todas las exportaciones británicas son a la UE, pero muchas empresas británicas hoy están preguntando si podrán o no continuar la producción con sus socios de la UE en el futuro.
Una segunda “obligación” para una estrategia exportadora del siglo XXI es un foco en los servicios, que han sido en gran medida ignorados en las negociaciones del gobierno con la UE. El sector de los servicios representa el 79% del PIB de Gran Bretaña, y responde por aproximadamente el 80% del empleo en la economía del Reino Unido, comparado con apenas el 10% de la industria. Los servicios fueron los primeros en recuperarse después de la crisis financiera de 2008; y, a fines de 2017, las exportaciones de servicios del Reino Unido eran cerca del doble de las importaciones de servicios.
La falta de un plan del gobierno para los servicios podría tener consecuencias de amplio alcance. Exportar servicios puede ser mucho más complicado que exportar bienes. Para que un país exporte los servicios de abogados, médicos, ingenieros, aseguradores, contadores y maestros, otros países deben reconocer y confiar en sus calificaciones profesionales y en su régimen regulatorio más amplio. Es por este motivo que las exportaciones de servicios tienden a crecer con la integración económica y legal a nivel regional. El ejemplo más exitoso de este tipo de integración es, por supuesto, la UE.
En el caso del Reino Unido, aproximadamente el 40% de las exportaciones de servicios van a la UE, el 21% a Estados Unidos y el resto a Asia, países europeos no pertenecientes a la UE, América Latina, África, Australasia y el Pacífico Sur. Estos datos duros son inmunes a la retórica de los defensores del Brexit sobre revivir la Commonwealth y crear una nueva Gran Bretaña Global. Si Gran Bretaña pierde su acceso al mercado único de la UE para servicios, la competitividad de su sector más importante –junto con el 80% de los empleos británicos- estará en riesgo.
Aunque existen mercados exportadores para servicios más allá de la UE, los esfuerzos globales pasados para abrir estos mercados generalmente han fracasado. En consecuencia, la estrategia comercial del Reino Unido debería centrarse en lo que hará falta para ganar una mayor participación en esos mercados. Esto significa ser más competitivo que los rivales. En el Reino Unido, donde las mayores exportaciones de servicios están en lo que los especialistas comerciales describen como “servicios profesionales, científicos y técnicos”, esto implica la necesidad de capacitar, atraer y retener a los mejores expertos del mundo.
Pero para hacerlo, las universidades y los laboratorios de investigación de Gran Bretaña deben ser instituciones de nivel mundial capaces de captar expertos de otros países, y particularmente de países de la UE. Después de todo, la UE –especialmente Francia y Alemania- pronto será su mayor competidor. Y la participación de la UE en las exportaciones de servicios globales, que asciende a 2,3 billones de dólares, es la mayor del mundo por lejos.
Desafortunadamente, la estrategia del gobierno es extremadamente deficiente en este frente. Las políticas duras de inmigración y el espectro amenazante del Brexit están repeliendo a los profesionales extranjeros. Si el Reino Unido realmente quiere convertirse en una superpotencia exportadora, debería acoger a los inmigrantes y esforzarse por garantizar que su proceso de inmigración sea más sencillo que el de sus rivales.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China tal vez conduzca a una leve apertura de los mercados de servicios de China, lo que implicaría nuevas oportunidades para los exportadores de servicios. Pero también podría cerrar mercados existentes. En Estados Unidos, por ejemplo, Goldman Sachs está asesorando a los inversores que coloquen su dinero en empresas “que miran hacia adentro” para capear la tormenta de la guerra comercial.
Al lanzar la nueva estrategia comercial, el secretario de Estado para Comercio Internacional, Liam Fox, prometió que las mayores exportaciones aumentarían la resiliencia económica de Gran Bretaña y traerían al país empleos más calificados y mejor pagos. En todo caso, Gran Bretaña está encaminada en la dirección exactamente opuesta. Al demoler los acuerdos que les ofrecen a las empresas británicas un acceso fluido al mayor mercado de servicios del mundo, y al cerrarse a la inmigración, el Reino Unido se ha embarcado en un camino de mayor vulnerabilidad económica, y de empleos menos calificados y peor pagos.
Éste no es un momento oportuno para que Gran Bretaña busque alcanzar una condición de superpotencia exportadora. Puede abandonar la UE o apuntar a aumentar sus exportaciones. No puede hacer las dos cosas.
Ngaire Woods is Founding Dean of the Blavatnik School of Government at the University of Oxford.