La estrategia de ETA

La justicia es igual para todos. Para los etarras también. Gracias, Majestad, porque sus palabras serán un faro que nos guiará y ayudará a hacer frente al desafío de los que pretenden que un manto de impunidad y olvido cubra la terrible trayectoria criminal de ETA. Ante el chantaje y la presión a las que nos someten para obtener contrapartidas por dejar de matar, ante sus exigencias de excarcelaciones de los asesinos, —problemas técnicos, dicen— ante su proyecto de convertirlos en ciudadanos honorables, las palabras del Rey constituyen un sólido dique que nos recuerda que entre todos debemos preservar el Estado de Derecho y garantizar que las víctimas del terrorismo no serán ultrajadas privando a sus familias y a los españoles de la aplicación efectiva de la justicia y de la ley.

Es lo que los españoles queremos abrumadoramente y es lo único razonable y sensato que se puede hacer para que todos sepamos que las consecuencias de los delitos se pagan de acuerdo con lo que dicta el Código Penal que es para todos igual.

No debemos flojear ante la tentación de satisfacer las exigencias del entorno radical que apoya a los terroristas, creyendo que así se resolverá el problema y que cesarán sus reivindicaciones, porque no será así y porque determinados principios sobre los que se basa la convivencia no pueden estar sujetos a mercadeos.

Sería insoportable que después de cincuenta años de terrorismo, el panorama que nos encontrásemos fuese el de un partido político controlado por ETA y conformado por asesinos y delincuentes indultados o excarcelados antes de tiempo gobernando desde Ajuria Enea a sus propias víctimas. Esta posibilidad es real. De hecho es lo que la banda terrorista y sus muchos simpatizantes intentan y creen que van a conseguir.

No debemos aceptar que trescientos mil o un millón de votos pueden legitimar todo el horror que España ha padecido por causa del terrorismo. No debemos admitir que la paz tenga un precio. Y no debemos olvidar que nos merecemos una paz digna en la que los conceptos estén claros y sepamos quién es quién. Aquellos que quieran situarse del lado de la ley y del respeto a la libertad, a las reglas del juego y a la convivencia serán los que tendrán que construir un futuro basado en la verdad y en la justicia. Solo así será posible que ETA no alcance ni sus objetivos —a los que no renuncia— ni la impunidad histórica que pretende.

Tampoco debemos olvidar que ETA tiene una estrategia perfectamente definida para lograr sus fines y que si llega al poder tratará de ejecutarla pasando por encima de la legalidad constitucional y poniendo a las instituciones vascas no al servicio de los ciudadanos sino al de su proyecto secesionista. Ese es un peligro inmediato al que nos enfrentamos y que debemos encarar con valentía, clarividencia, determinación, responsabilidad y confianza en nosotros mismos. Tenemos la obligación moral de impedírselo. Es un reto difícil pero que se puede y se debe conseguir.

Por Ana Velasco Vidal-Abarca, hija del comandante Jesús Velasco, jefe de Miñones, asesinado por ETA el 10 de enero de 1982.

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