Por Miguel Ángel Ballesteros, teniente coronel jefe del Departamento de Estrategia de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas (EL PAIS, 22/03/03):
El estratega británico Liddell Hart decía que "la estrategia militar es el arte de distribuir y hacer actuar los medios militares para alcanzar los objetivos de la política". El objetivo de Sadam es mantenerse en el poder, resistir el ataque de las fuerzas estadounidenses y británicas hasta que la presión política internacional, la opinión pública occidental y sobre todo la de EE UU y Reino Unido obliguen al presidente George W. Bush a ordenar la retirada del suelo iraquí.
¿De qué medios dispone para lograr este objetivo? El Ejército de Tierra cuenta con unos 400.000 hombres, de los que 100.000 pertenecen a la Guardia Republicana, integrada por voluntarios reclutados en colegios y universidades entre jóvenes de 16 a 18 años. Estos soldados profesionales firman un contrato de 25 años y se forman en dos escuelas situadas en las ciudades Kut y Baquba. De la Guardia Repúblicana forman parte los 30.000 hombres de las unidades especiales que constituyen su élite.
El Ejército del Aire apenas cuenta con 130 aviones de combate, muchos de ellos con dificultades para operar por falta de repuestos, y la Armada iraquí es insignificante. Nadie mejor que Sadam y sus oficiales del Estado Mayor conocen las capacidades y la forma de actuar de la máquina militar estadounidense. Por eso, el líder iraquí sabe que, a pesar de que su número de soldados es muy superior, la diferencia tecnológica no permite la comparación numérica.
La opción de defender la mayor parte del territorio implicaría aceptar el combate en campo abierto basado en las unidades acorazadas en combinación con los helicópteros y con el apoyo de la aviación. Ésta fue la estrategia de Sadam Husein en la anterior guerra del Golfo y todos conocemos el resultado. El potencial del Ejército iraquí sufrió un desgaste del 40% en sus sistemas de armas durante la citada guerra y, a pesar de que en los últimos años ha tratado de reconstruirlo mediante el programa Nadaa El-Kaid, no parece que haya logrado grandes resultados.
Las Fuerzas Armadas estadounidenses sí han mejorado su tecnología en los últimos años. Sirva de ejemplo que desde 1997, el Ejército estadounidense se ha estado equipando con el helicóptero AH-64D más conocido como Apache Longbow. Este aparato es cuatro veces más letal que su antecesor. Es capaz, en 30 segundos, de clasificar 128 objetivos y seleccionar los 16 más peligrosos para, a continuación, lanzar sus misiles Hellfire. Estos misiles son del tipo dispara y olvida, capaces de perseguir el objetivo hasta alcanzarlo sin la intervención de los tripulantes del helicóptero. Por el contrario, los iraquíes disponen del helicóptero de ataque MI-24 de origen ruso que, a diferencia del anterior, sólo puede seleccionar un objetivo. Sus misiles tienen un sistema de guiado semiautomático (Raduga), que obliga a uno de los tripulantes a dirigir el misil hasta su blanco, condicionando el vuelo durante ese tiempo. Además, es impensable ganar un combate terrestre en campo abierto cuando todos los aviones que vuelan en el teatro de operaciones son del enemigo.
Una estrategia posible es que las fuerzas iraquíes realicen un repliegue rápido sobre zonas clave para la defensa. Entre éstas está Bagdad, la cabeza del país, con las principales infraestructuras de mando y medios de comunicación, sin olvidar sus 4,5 millones de habitantes, que suponen un buen escudo humano para los propósitos de Sadam. Esta estrategia implica entregar a las tropas estadounidenses y británicas gran parte del país sin combatir, con el riesgo de que sean recibidas como libertadores y esta sensación se propague al resto de la población.
Otra posibilidad es realizar una maniobra retardadora, que trate de desgastar a los estadounidenses y británicos en su avance hacia Bagdad, obstaculizando su progresión, mediante la destrucción de puentes, quema de pozos de petróleo, minado de zonas de paso y acciones de bombardeo por la artillería. La división del territorio en cuatro zonas militares, bajo el mando de generales de absoluta confianza de Sadam, parece corresponderse con esta estrategia. Se intentaría evitar el efecto desmoralizador que supone perder el enlace con el mando supremo, que es uno de los primeros objetivos de los bombardeos aliados.
El líder iraquí es consciente de que la mejor forma de ganar el tiempo que necesita su estrategia es llevar el combate a las ciudades, donde la tecnología del armamento estadounidense pierde parte de su capacidad. Trataría de crear un ambiente de guerrilla urbana, en el que en lugar de evacuar a la población civil se la utilizaría, sabedor de que en la opinión pública occidental las muertes de civiles provocan un efecto multiplicador. En este ambiente, donde los soldados estadounidenses pueden verse obligados a entrar casa por casa, las posibilidades de sufrir bajas son mayores. Para aumentar este efecto, Sadam ha distribuido armamento ligero entre la población afín al Partido Baaz. Las fuerzas aliadas tratarán de doblegar la voluntad iraquí antes de tener que entrar en Bagdad. Esta última opción parece que es la que mejor se adapta a los objetivos y las posibilidades de Sadam y podríamos catalogarla como la más probable. El hipotético uso, por parte de Sadam, de armas de destrucción masiva, que muy probablemente tiene, pondría a toda la opinión pública internacional en su contra, incluso a los que ahora dudan, dañando así su propia estrategia.
Sin embargo, iraquíes y estadounidenses buscarán la sorpresa estratégica, lo que les puede llevar a realizar lo más inesperado. El estratega chino Sun Tzu decía que "así como el agua no tiene forma permanente, no existen en la guerra formas estables".
Frente a esta estrategia, la coalición deberá tener en cuenta que la victoria militar por sí misma no tiene sentido, sólo es válida si sirve para ganar la paz, lo que implica alcanzar un escenario mejor y más estable que el que había originalmente. Por eso, las fuerzas aliadas tienen un importante condicionante en sus acciones: deben evitar causar grandes daños a la población civil. Esto desaconseja los bombardeos masivos, aplicando el principio de economía de medios para lograr rendiciones sucesivas. Tienen que actuar como liberadoras de un pueblo sometido a la dictadura de Sadam.