La estrategia del miedo

Cuando un Gobierno, como el español, reprime, recorta derechos básicos, permite tasas de pobreza y exclusión social del 29,2%, indica que le preocupa poco el bienestar de sus administrados o los desprecia. Parapetarse en una torre de marfil, construida con soberbia y desconfianza contra supuestos enemigos porque discrepan, es asumir que los ciudadanos representan un peligro y hay que combatirlos mediante la estrategia del miedo para mantenerlos sometidos.

No extraña pues, que, con pilares tan poco edificantes, unos resultados electorales adversos provoquen en el PP alarma y hagan vomitar una catarata de despropósitos como hacía mucho tiempo no se escuchaba y que el barniz democrático de algunos desaparezca ante la amenaza de perder la regalía, el beneficio o el privilegio que asumían inherentes no al cargo, sino a su persona y ante la posibilidad de que los nuevos responsables aireen despachos y alfombras dejando al descubierto una corrupción casposa y maloliente.

Solo desde esa perspectiva podemos centrar el caso Aguirre, o el de otros políticos populares que han perdido los nervios estrepitosamente. Así, aquella, arremetiendo contra Manuela Carmena, de intachable trayectoria, no comprende ni aprecia por qué su oponente es querida y despierta en la gente ilusión y ganas de creer en algo diferente a las recetas hasta ahora ofrecidas.

Es una furia virulenta: “Ahora Madrid es una fuerza política diferente que no está en nuestro sistema democrático constitucional”. De un plumazo, medio millón de madrileños han pasado a la clandestinidad. O una trampa torticera: gobernar Madrid con el PP, Ciudadanos y PSOE. Lo que sea, menos irse.

Por supuesto, lo que esos partidos opinen del tema, importa poco a la frustrada Aguirre, que ha llegado a afirmar que los programas del PSOE y PP tenían mucho en común, olvidando lo dicho en la campaña electoral: “Solo hay dos opciones: la liberal del PP y la amalgama de comunistas, bolivarianos y socialistas”. Sin olvidar la aseveración aguirreana de que “cuando el PSOE entra por la puerta, el empleo salta por la ventana”.

El camino del miedo iniciado por Esperanza, lo han seguido de forma extrema otros como la edil del pueblo valenciano que ha profetizado un futuro cercano de quema de iglesias e incluso violación de monjas. Por no hablar de la también popular Barcina para quien “el resultado electoral puede derivar en la Alemania previa a Hitler”.

El análisis de estos dislates identifica a políticos que durante muchos años han administrado nuestro país con criterios de exclusión e intolerancia hacia el pensamiento de los demás, pero cerrando los ojos ante acciones ilícitas que muchos de los suyos llevaban a cabo con el dinero público.

Ajena a la sinceridad de su colega de partido, Rita Barberá, que ha resumido los resultados en Valencia diciendo: “¡Qué hostia! ¡Qué hostia!”, y fiel a sí misma, la chasqueada aspirante a la Casa de la Villa insiste en su objetivo: “Podemos es un peligro para la democracia en Occidente”, por lo que propone un Gobierno municipal de concentración, eso sí, sin admitir propuestas como “construir soviets en los distritos”. Una vez más, Aguirre demuestra su falta de interés por el concepto de participación ciudadana y se aleja definitivamente de una democracia que no entiende.

Ante esto, veo con consternación estas escenas bochornosas de quienes, despreciando a las mayorías ciudadanas, quieren mantener el poder a toda costa, denigrando el concepto de lo político y defraudando la confianza de la sociedad en personas como Carmena o Ada Colau que ha liderado en Barcelona un movimiento social contra los desahucios necesario e ilusionante para los más débiles frente al abuso bancario, empresarial y político institucional. Desdeñan, en suma, a los votantes por haberse equivocado al no elegir la opción que aquellos representan.

Como resumen de todos ellos, Aguirre es un lamentable ejemplo. Madrid no se merece esto. No creo que nadie lo merezca. Bienvenidos sean los nuevos aires de una política renovada en la que el debate, el encuentro y los objetivos de defensa de una sociedad que necesita recuperar su confianza, propicien el cambio social profundo y renovador que necesitamos.

Baltasar Garzón es presidente de Convocatoria Cívica.

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