La eterna búsqueda del 'encaje definitivo' con Marruecos

Pedro Sánchez se lanzó a la aventura marroquí con un arrojo poco común en nuestro país. El giro de postura del Ejecutivo sobre el Sáhara, desaprobado por el resto de formaciones políticas, ha sido el gesto más osado de la política exterior española en relación con Marruecos, al menos durante el mandato de Sánchez.

Era de esperar que el presidente quisiera pisar fuerte al otro lado del Estrecho, en consonancia con el resto de su política exterior. Al presidente le gusta brillar fuera de España. Los vientos soplan a su favor en Europa y en Occidente en general con la gran cita de la OTAN en Madrid y el turno de presidencia de la Unión Europea.

Pero al Gobierno se le ha atragantado una vez más el dosier marroquí, pese a las recientes concesiones del PSOE en el Parlamento Europeo.

En esta Reunión de Alto Nivel (RAN), la primera a la que el rey marroquí no asiste, el Gobierno de Sánchez se ha esforzado por mandar un mensaje de objetivos cumplidos y de relaciones reforzadas.

Economía y seguridad, dos palos muy manidos en este tipo de cumbre, han vuelto a ser los principales caballos de batalla en Rabat. Dos de los pocos en los que ambos países no encuentran ningún bache y consiguen hablar con franqueza.

Una de las novedades que plantea esta duodécima RAN está en las inversiones extranjeras directas que el Gobierno de España ha prometido potenciar en Marruecos. Porque aunque España ha logrado ocupar la primera posición en la lista de socios comerciales de Marruecos, destronando por el camino a Francia, sigue sin ser tan prolífica en el campo de las inversiones extranjeras directas.

Para los marroquís, España supone el destino del 22% de sus exportaciones y el origen del 16% de las importaciones. El comercio ha crecido a un ritmo del 10% anual, con la balanza a favor de España.

Sin embargo, España está muy por detrás en inversiones directas extranjeras en Marruecos, donde Francia sigue siendo líder, en competición con Estados Unidos, Reino Unido y las petromonarquías del golfo Pérsico lideradas por los Emiratos Árabes Unidos.

A partir de los años 90, estas inversiones se convirtieron en uno de los pilares de la economía marroquí. Hoy, siguen estando en el centro de la política del Ejecutivo de Aziz Ajanuch, el magnate marroquí elegido primer ministro en octubre de 2021.

Si España logra aumentar estas inversiones, la victoria sería primero para Marruecos, pero también se convertiría en un gran activo de ese colchón de intereses comunes que amortigua las crisis cíclicas entre los dos países.

Queda por ver si las medidas de Pedro Sánchez logran hacer crecer esas inversiones y que Madrid compita con París en este campo. El Gobierno empieza con mal pie después del desplante de Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, que iba a asistir al foro económico de la cumbre, pero que finalmente no lo ha hecho.

También ha quedado patente que los acuerdos con Marruecos no siempre se traducen en efectos reales. Es el caso de las aduanas en Ceuta y Melilla, aún pendientes de activación. Este ha sido un ejemplo de choque entre ambos países. Mientras Sánchez abordó el asunto de las aduanas de las dos ciudades autónomas, implicando a su homólogo en la puesta en marcha de estas, Ajanuch prefirió darle largas.

En el lado español ya se han llevado a cabo ensayos y el Gobierno asegura que todo está listo para que las aduanas arranquen a funcionar. Pero no ocurre lo mismo en el lado marroquí. La declaración de la RAN ni siquiera cita las aduanas en sus conclusiones, siguiendo lo dicho en una carta enviada a la Asamblea General de Naciones Unidas este verano. En esa carta, Marruecos negó que comparta fronteras terrestres con España.

Contra estas mareas debe remar España, independientemente del partido que ocupe el Gobierno. Se puede aceptar el hecho de que mantener buenas relaciones con el vecino alauí es una cuestión de Estado. Y hay razones para suponer que, en el hipotético caso de un cambio de Gobierno en España tras las elecciones generales que han de convocarse antes del 10 de diciembre, el PP no revertirá los cambios del PSOE.

Pese a condenar el cambio de postura de Sánchez sobre el Sáhara, Alberto Núñez Feijóo mantuvo el 31 de mayo una reunión en buenos términos con Aziz Ajanuch, además de incorporar a su equipo a Elías Bendodo, que desde la Junta de Andalucía ha trabajado para mantener en buena salud las relaciones con Marruecos.

Cabe esperar que un cambio de Ejecutivo corrija la delicada posición en la que Sánchez ha puesto a España respecto a Argelia. Marruecos es un socio con el que hay que estar a buenas, en especial si se pretende penetrar en el resto de África. Cabe también recordar cómo los embajadores africanos en Rabat cerraron filas en torno a Marruecos cuando el ministro de Exteriores Nasser Bourita les convocó un domingo por la tarde para avalar la versión marroquí de los hechos de la valla de Melilla del pasado junio.

Pero Sánchez escogió apostarlo todo por Rabat y cerrarle todas las puertas a Argel. Algo que, de momento, ha cosechado pobres resultados. La RAN se ha clausurado sin abordar las presiones de Marruecos que ahogan a las dos ciudades autónomas españolas y sin una fecha para la apertura definitiva de las dos aduanas, algo que interesa con especial intensidad a los empresarios de Ceuta y Melilla.

Del otro lado, se ha producido un desplante más de Mohamed VI al presidente del Gobierno español y se ha llegado a un acuerdo tácito para no mencionar más los temas espinosos que encienden los ánimos en Rabat.

Debe de ser la primera cumbre de diálogo de la historia en la que se acuerda no dialogar más.

Juan Peña es periodista especializado en geopolítica e información internacional.

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