La eutanasia bajo la alfombra del Congreso

Clandestino es como llaman a lo secreto y a lo oculto especialmente por temor a la ley o para eludirla. Así lo define nuestro diccionario, pero mejor lo ilustra la historia de los derechos civiles y políticos cuando recordamos sus comienzos hoy reconocidos. La eutanasia nos queda pendiente y cada cierto tiempo nos recuerdan la necesidad urgente de afrontar su debate personas como José Antonio Arrabal, enfermo de ELA que murió solo y en la “clandestinidad”, como el mismo dijo. También Luis de Marcos, enfermo de esclerosis múltiple, que reivindica el derecho a morir dignamente y legalizar la eutanasia porque su sufrimiento es insostenible.

Hace 40 años las españolas nos marchábamos a abortar a Londres. Hoy, algunas personas que quieren poner fin a su vida debido a un sufrimiento físico inasumible e irreversible, se marchan a Suiza. Datos de estudios de la Universidad de Zurich hablan de más de 600 personas entre 2008 y 2012 de 31 nacionalidades diferentes. Pero, ¿qué pasa con los que no pueden viajar porque las circunstancias físicas se lo impiden o por la falta de recursos económicos? Que tienen que hacer lo que hizo José Antonio, al menos en España no les queda otra.

Diferencias y contextos aparte, entre aborto y eutanasia, de viajar a Londres y viajar a Suiza, han pasado cuatro décadas. Un tiempo en el que nuestra sociedad ha sido capaz de afrontar cambios políticos, sociales y económicos con mucha madurez y que según nos revelan los datos, también lo estaría sobre la cuestión de la eutanasia: en 2002 se aprobó la Ley de Autonomía del Paciente y de ella emanan nueve leyes autonómicas que garantizan los cuidados para paliar el dolor, el respeto a las decisiones del paciente sobre sus tratamientos y el testamento vital, entre otras cosas. Algunos Gobiernos autonómicos como, Cataluña, Navarra y País Vasco, han ido más allá y han pedido al Parlamento que reconozca el derecho a la eutanasia. Por otra parte, la última encuesta de Metroscopia, de febrero de este año, nos dice que un 84% de las personas consideran que un enfermo incurable tiene derecho a que los médicos le proporcionen algún producto para poner fin a su vida sin dolor.

El paso adelante consistiría en modificar el artículo 143 del Código Penal que despenalizaría la eutanasia haciendo posible una decisión voluntaria y autónoma. Una voluntad individual que se llevaría a cabo con las garantías de un proceso clínico supervisado y contralado por profesionales y en compañía de las personas allegadas al paciente. España puede mirar las legislaciones de Bélgica, Holanda, Suiza, Colombia o Canadá para garantizar mecanismos de control e implementación.

Es cierto que la eutanasia no es la elección de todas las personas y el Estado también debe tener respuestas a otras opciones. Por ello universalizar los cuidados paliativos, garantizar el acceso y facilitar una atención domiciliaria e integral siete días a la semana, que genere los contextos más dignos al final de la vida, es un derecho y una prioridad. No obstante, que los paliativos no sea una excusa para eludir el otro debate pendiente.

Debajo de la alfombra del Congreso de los Diputados no se puede meter más veces el debate sobre la eutanasia y los partidos políticos no pueden permitir el bloqueo de un asunto que está claro para los ciudadanos y ciudadanas. El Congreso debe ser el facilitador de un debate respetuoso y sosegado siendo conscientes de las diferencias pero también de la necesidad de encontrar soluciones con las que proteger decisiones individuales diferentes. Ahora tenemos la oportunidad de hacerlo con iniciativas legislativas que se han tomado en consideración y el PSOE favorable a su legalización. Por ello señorías, dejen a un lado la rentabilidad política, la competencia electoral y las excusas para dilatar un debate con el objetivo de atribuirse una victoria social en otro momento.

Mientras exista lo clandestino tendremos un problema y ponernos de perfil de poco sirve. La desgracia de diagnósticos irreversibles, el sufrimiento y el dolor son el final de muchas vidas y nos puede tocar a cualquiera. Estas personas nos dan lecciones diarias de entereza y valentía, pero dejemos de ocultar la muerte, la eutanasia, de esconder que hay otras posibilidades y que cada cual podría escoger una u otra en base a su mejor opción personal y espiritual. En definitiva, respetando y descansando en paz.

Irene Bernal es socióloga e investigadora.

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