La excusa de la ingobernabilidad

En las últimas tres décadas los españoles nos hemos acostumbrado a un sistema de mayorías absolutas en las que en plazos más o menos largos se van turnando en el gobierno los dos mayores partidos. Este sistema de “partidos fuertes” que en su día tuvo sentido se acerca a su fin. Lo que al inicio de la Transición garantizaba la estabilidad de un país sin mucha experiencia democrática se ha convertido en una “política de caprichos” y da pie a cambios radicales cada cuatro u ocho años. Este sistema del todo o nada ha sido el caldo de cultivo para la corrupción y además ha generado el distanciamiento y el sentido de indefensión de la ciudadanía ante una nueva clase que son los políticos profesionales. Reconociendo los logros conseguidos en los últimos treinta años en materias sociales, económicas y de creación de una sociedad civil, ha llegado el momento de plantearse el desarrollo del modelo.

Las épocas de campaña electoral no son muy propicias para la reflexión sosegada, ya que premian las promesas rimbombantes, acusaciones e insultos. Por otro lado, son estas fechas precisamente las que sensibilizan a la ciudadanía que constata que no tiene ni el más mínimo poder y que tiene que aprovechar las pocas semanas en las que goza de cierto protagonismo.

Ante estas circunstancias me permito recordar el proyecto de #Reforma13 que hace años pude desarrollar con Juan Cortizo, en el que se abarcan, desde la tranquilidad y experiencia que da la emigración, temas como la introducción de elementos de Control Democrático, Listas Abiertas, Reforma de la Ley Electoral, Reforma del Senado y sobre todo la Reforma del Gobierno. Todos estos temas de repente están de moda y son víctimas de la improvisación cotidiana de políticos que entre mítines y tuiter intentan colocar el titular.

En los últimos días hemos oído llantos apocalípticos sobre el “fin de la gobernabilidad”. Nos sugieren los medios y los políticos que si no tenemos un gobierno que pueda gobernar por capricho a sus anchas durante cuatro años el país no funciona. Nos sugieren que los españoles no somos capaces de formar gobiernos de coalición como los alemanes, austriacos o daneses y mucho menos de formar un gobierno colegiado como los suizos. Nos sugerirán que los equivocados somos nosotros, por no votar bien.

La carnicería andaluza ha demostrado que los que no son capaces son los políticos. Los votantes han hecho lo que tenían que hacer: repartir el poder. Mientras por una parte Susana Diaz insistió desde el primer momento en que gobernaría sola, independientemente de lo que dijeran las urnas, los partidos emergentes exponen que quieren ser decisivos, pero no mojarse en un gobierno de coalición y el PP espera a ver como salen dadas las cartas el 24M para pactar gobiernos de minorías. La irresponsabilidad de todos los actores es considerable. Entiendo que los partidos emergentes hayan querido dar a los andaluces la posibilidad de participar de la supuestas bondades del modelo post24M, pero espero que una vez pasada la cita electoral todos se den cuenta de que se acabó la política de bandazos de un extremo al otro y asuman la responsabilidad de gobernar en coaliciones multicolores y cruzadas. No se trata de sustituir el bipartidismo PP vs. PSOE por un bibloquismo PP-Cs vs. PSOE-Podemos, es la hora de las coaliciones de adultos, en una comunidad PP-PSOE, en otra PSOE-CS, en la tercera PP-Cs y en la cuarta Podemos-PSOE-Compromís, en otra PP-Regionalistas, o cualquier otra combinación. Esto hoy, a pocos días de las elecciones suena a chino, pero en Europa es la realidad, en Suiza el gobierno de siete ministros incluso está compuesto por miembros de cinco partidos.

Si los políticos consiguen fingir ingobernabilidad tras el 24M por no conseguir gobiernos de caprichos, se impondrá una reforma electoral. Habrá dos opciones: o un sistema de elección directa de los ministros, de forma que el gobierno estaría compuesto por ministros que proporcionalmente representen a los votantes; o un cambio hacia el sistema británico que cimentaría para siempre el bipartidismo. En el marco actual sería aconsejable formar gobiernos de coaliciones multicolores y cruzadas, para desbloquear el pensamiento en blanco y negro. Las mayorías absolutas o minorías toleradas solo sirven para negar durante cuatro años la existencia de “la otra España” y al cabo de una o dos legislaturas cambiar todo radicalmente, como si la otra mitad hubiera desaparecido.

Ya no hay caprichos, sean adultos y hagan política. Ninguno de los diputados electos el 22 de marzo o el 24 de mayo tiene la legitimidad moral para volver a presentarse a las elecciones en aquellas comunidades en las que se nieguen a formar gobiernos. La solución es que ellos maduren, no que chantajeen a los votantes hasta que les demos las mayorías que les apetecen. Ni los grandes, ni los pequeños, ni los nuevos, ni los viejos están para gobernar a gusto, sino como les mandemos.

Daniel Ordás es abogado y promotor de Reforma13.

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