La experiencia turca y el islamismo político

La experiencia de gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) liderado por el primer ministro Tayyip Recep Erdogan, que se vio revalidada en las elecciones parlamentarias turcas del pasado julio, ha servido para demostrar que no existe incompatibilidad entre islam y democracia. John Esposito, uno de los mejores especialistas estadounidenses en el tema del islam político, ha declarado recientemente: "Estados Unidos debe superar su actitud unidimensional hacia la democracia y reconocer que las auténticas raíces de la democracia también se hallan presentes en el islam". Por lo demás, cada vez resulta más indudable que los partidos que suelen denominarse islamistas moderados pueden convertirse en socios fundamentales para el Occidente democrático, porque pueden servir para deslegitimar ante los propios musulmanes a los grupos islamistas radicales.

En las elecciones de julio, el Partido de la Justicia y el Desarrollo incrementó su apoyo electoral desde el 34% de 2002 hasta el 47%. Los votos recibidos por el AKP no provinieron únicamente de la corriente islamista, fueron una consecuencia de la buena gestión en temas como el acercamiento a la Unión Europea, el saneamiento y la modernización de la economía, el reforzamiento de los derechos civiles y políticos, la creación de un Estado de derecho, la consolidación del carácter laico del Estado y la superación del viejo modelo autoritario que había pervivido desde la proclamación de la República Turca en 1923.

Desde el punto de vista internacional, lo más importante es que el buen trabajo del AKP podría dar lugar al nacimiento de lo que denominaremos partidos "islamo-demócratas", en base al modelo de los partidos cristiano-demócratas aparecidos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

Determinados estereotipos occidentales han venido dando por hecho una presunta incompatibilidad entre los modernos principios liberales y todo tipo de islamismo político. Tales estereotipos se vieron reforzados por las experiencias de regímenes islamistas no democráticos como los de Afganistán, Sudán y otros. Sin embargo, este enfoque ha quedado obsoleto a la luz de los recientes acontecimientos en Turquía y la anunciada disposición de los principales partidos islamistas del mundo musulmán a participar en el juego democrático, tal y como se ha visto en países como Marruecos, Jordania, Kuwait, Líbano y Yemen.

El actual proceso político turco no encaja en absoluto en los citados estereotipos. De hecho, la competición política en ese país se dio entre el AKP y la vieja élite política kemalista, apoyada por el Ejército, que ha venido oponiéndose a las reformas y apoyando los antiguos programas de "occidentalización" forzosa y a expensas de la democracia.

Las Fuerzas Armadas turcas, pese a todo, parecen haber aceptado la realidad de que ya no pueden actuar derrocando a gobiernos democráticos legítimamente elegidos. Este elemento no existe aún en el mundo árabe, donde las fuerzas armadas y servicios de seguridad no están aún preparados para permitir a sus ciudadanos, y menos aún a los partidos islamistas moderados, embarcarse en un proceso democrático genuino.

Como muestra del gran interés que la experiencia turca ha generado en el mundo musulmán, cabe señalar que delegaciones de varios partidos islamistas han visitado recientemente Turquía para estudiar la ideología y estrategia del AKP. Tales grupos están adoptando ahora el enfoque del partido de Erdogan y dirigiendo su atención hacia los temas relativos a la democracia y el desarrollo en lugar de hacia otros de carácter religioso. Uno de estos partidos es el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Marruecos, que comenzó un proceso interno de reformas tras los atentados de Casablanca de 2003 y se ha convertido en la segunda fuerza política del país en las elecciones de este año. El hecho de los Hermanos Musulmanes de Egipto y Jordania y el PAS de Malasia hayan publicado en sus webs artículos de apoyo al AKP puede significar que existen serias posibilidades de que evolucionen también hacia postulados próximos a los del partido turco.

Muchos expertos europeos y estadounidenses parecen estar comprendiendo que el apoyo a los regímenes autoritarios del mundo musulmán no sólo supone una traición a los propios principios de Occidente, sino que ha producido además una gran desestabilización de la región y ha conducido al crecimiento del radicalismo. Tales expertos están proponiendo ahora la creación de democracias con barniz islámico que mantengan una actitud amistosa hacia EE UU y el mundo occidental. La lógica de este razonamiento proviene también de la comprensión de que, del mismo modo que existen corrientes moderadas, demócratas, radicales e incluso violentas dentro del campo de la derecha y la izquierda laicas occidentales, pueden hallarse tendencias similares dentro del campo del islamismo político, y es necesario apoyar a aquellas fuerzas moderadas que se decidan a recorrer la senda trazada por el AKP.

Yusuf Fernández, portavoz de la Junta Islámica y director de webislam.com, y Yonaida Selam, presidenta de la Asociación Intercultura de Melilla.