La extraña pareja: Errejón y Carmena

El domingo 27 de enero de 2019 el diario «El País» acogió a doble página una entrevista con Íñigo Errejón, protagonista de lo que puede ser la crisis terminal de Podemos. El joven Errejón (Madrid, 1983) no suelta durante la entrevista una sola idea original; se queja, simplemente, de lo mal que van las cosas en la izquierda. Claro que se deshace en elogios hacia quien para él será la salvadora de esa izquierda decadente y perdedora: Manuela Carmena.

«En 2015 ya defendí que había que aprender que algo se había hecho mejor en la ciudad que en la Comunidad [Carmena sacó mejores resultados que José Manuel López]. Todavía no he escuchado una sola razón política que explique que lo que ha sido bueno en Madrid no puede serlo para la Comunidad.»

« [Carmena] Tiene capacidad estratégica de largo recorrido, pero no para las cosas de los partidos, sino para tener una idea de Madrid, y al mismo tiempo tiene la voluntad de que lo humano prime siempre. Es una referencia».

No hay en la entrevista una sola propuesta para la Comunidad que él pretende presidir, y en cuanto a sus anteriores credos políticos parece dispuesto a partir otra vez de cero. A este propósito, la periodista Maite Rico (una de los «purgados» en «El País») recordaba estos días un «pensamiento» en verdad ininteligible de Errejón acerca del chavismo: «Un elemento fundamental del chavismo ha sido la resignificación nacional popular de la idea de Venezuela», a lo que Rico apostillaba: «Anda majo, escóndete un rato debajo de una piedra».

Y es que estos chicos de Podemos, antes de ser diputados y de comprarse chalets en la sierra, han sido otra cosa. Otra cosa peor. Han sido seguidores políticos de las pésimas experiencias latinoamericanas, desde el castrismo a Chaves, con unos mentores intelectuales de un nivel deplorable, como lo fue Ernesto Laclau y lo sigue siendo su viuda Chantal Mouffe (nacida en Charleroi, Bélgica, en 1943). La calidad intelectual de esta pareja (él fue ideólogo de los Kirchner) se detecta leyendo cualquiera de sus panfletos «populistas» (nunca se cortaron un pelo al definirse tales). Chantal, por cierto, acaba de publicar en España «Por un populismo de izquierdas», donde pueden leerse propuestas como esta:

« […] Es preciso conseguir la conjunción de las demandas de todos los colectivos antiliberales (sic) para así definir una identidad política que suponga el denominador común de todos esos colectivos».

Para ello, la viuda de Laclau recomienda «recuperar las ideas de Freud sobre la importancia de los afectos». Así pues -siempre según ella- la nueva izquierda debe construir su doctrina apoyándose en los sentimientos.

Nada nuevo bajo el sol, se quiere, simplemente, una izquierda nutrida de los más diversos movimientos identitarios (ecologismo, feminismo, animalismo, separatismo…) mientras se deja de lado el motor que siempre ha movido a la socialdemocracia: la igualdad de oportunidades, el Estado del Bienestar. En suma, un reformismo constructivo que ponga coto a los disparates sociales que -dejado a su suerte- suele producir el capitalismo desenfrenado. Esta izquierda no tiene nada de nueva y sigue bebiendo intelectualmente de las pútridas fuentes de un postmarxismo degradado que sólo ha producido en el mundo dictaduras liberticidas y asesinas, desde Lenin a Mao pasando por Stalin o Fidel Castro.

Pero volvamos a la «gran esperanza blanca» que, según Errejón, es Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid. Ella ha sido toda su vida muy ocurrente, aparte de una buenista militante. ¿Y qué quiere decir eso? Pues que cree que tó el mundo es bueno, y si aparecía en su horizonte judicial alguien que había sido capaz de asesinar, eso era sólo un descarrío. Con una buena política de reinserción el delincuente volverá al camino de la virtud.

Los compañeros de la Judicatura motejaban muchas de sus propuestas más imaginativas como «manueladas», y una vez que llegó a la Alcaldía las «manueladas» siguieron. Unas cuantas muestras las señalan con claridad:

Prometió regularizar inmigrantes («Refugees Welcome») si estos se comprometían trabajar en obras municipales (¿gratis?). En otro momento propuso un sistema de participación política imaginativo: pondría por todo Madrid unas urnas donde se votaría SÍ o NO a las propuestas que Ahora Madrid quisiera plantearle a la ciudanía, pero no se votaría con papeletas sino con colillas. También propuso varios trabajos voluntarios, por ejemplo a los universitarios como barrenderos ocasionales o crear cooperativas de madres para limpiar los colegios.

Estamos ante un personalismo desbocado que pretende disfrazarse de participativo, cuando de participación efectiva no tiene nada. Ya hemos visto cuánta participación ciudadana han congregado las propuestas de este Ayuntamiento durante los últimos tres años y medio. Pero Carmena, en cuanto a caudillismo disfrazado de participación, no se ha inventado nada. Esa es la tendencia dominante que ha traído consigo el populismo. Y eso es lo que también la define a ella: el populismo. Algo más ilustrado, es cierto.

Y el PSOE, ¿qué? Pues esperando el «santo advenimiento», mientras la primera encuesta de ámbito municipal lo coloca en quinto lugar, detrás de Vox, y Pedro Sánchez se prepara así para celebrar otro gran éxito.

Joaquín Leguina fue presidente de la Comunidad de Madrid.

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