La falsa fórmula valenciana

La insistencia de Podemos en la reclamación al PSOE de un “gobierno a la valenciana”, constituye una auténtica falacia. En las elecciones autonómicas de mayo del pasado año se produjo un vuelco político en Valencia. Tres partidos conformaron una mayoría alternativa a la del Partido Popular y Ciudadanos. De los 99 escaños de las Cortes, el PSOE obtuvo 23, Compromís 19 y Podemos 13, es decir, un total de 55, frente a los 44 que sumaban los populares y los del partido de Rivera. El Gobierno “a la valenciana” consistió entonces en una suma verosímilmente coherente entre socialistas, valencianistas de izquierdas y, desde fuera, podemitas, para expulsar del Gobierno después de veinte años de ejercerlo al Partido Popular.

Pues bien, ¿qué tiene que ver esta correlación de fuerzas en Valencia con la que se produce en el Congreso de los Diputados? Nada en absoluto. Porque la suma de PSOE y Podemos –incluyendo a todas sus confluencias, Compromís y Unidad Popular– llegaría a 161 escaños. O sea, sería insuficiente para investir a Sánchez frente a los 163 diputados populares y naranjas que votarían en contra.

La falsa fórmula valencianaEn la ecuación para un posible gobierno de izquierdas hay que introducir el respaldo –eventualmente, también algunas abstenciones– de los grupos nacionalistas catalanes y vascos. O sea, que en el baile de la formación de Ejecutivo hay que invitar a participar a ERC (9 escaños), Democracia y Libertad (8 escaños), PNV (6 escaños) y EH-Bildu (2 escaños). Y si hay que hacerlo –y la aritmética es muy tozuda– insistir en un “gobierno a la valenciana” es eludir la realidad y tratar así de confundir a la opinión pública. Como los escaños de los nacionalistas catalanes y de EH-Bildu son independentistas, Sánchez y el Comité Federal del PSOE se niegan a reclamar su apoyo porque, además de tener que ofrecer algunas contrapartidas, la navegación del gabinete que pudiera formar el secretario general de los socialistas dependería de unos socios esquivos y desafectos al sistema. Cualquier parecido con el “gobierno a la valenciana” es pura fantasía.

Sánchez insiste en introducir en la ecuación a Ciudadanos que le aporta 40 escaños e integrar a Podemos en un pacto muy amplio y transversal de 199 diputados. Ocurre que Rivera e Iglesias son incompatibles y ni el primero se abstendría ante una posible coalición entre el PSOE y Podemos, ni el segundo está por la labor de compartir labor ejecutiva y programa con aquel. Lo que pretende el secretario general de Podemos es una operación todavía no explícita pero muy obvia: apartar a Ciudadanos y negociar con vascos y, sobre todo, catalanes, para obtener una mayoría simple en segunda convocatoria. La incógnita es si esa pretensión resulta posible o, por el contrario, reclamaría algo que el PSOE en ningún caso podría ofertar: un referéndum de autodeterminación en Catalunya y, por lo que al PNV se refiere, algunas concesiones más asequibles. Iceta y Domènech tienen en ese espacio una labor que hacer.

Déjense, pues, en Podemos de “gobiernos a la valenciana” y vayan a las sumas y restas del Congreso de los Diputados que son las que valen. En el planteamiento de Iglesias los nacionalistas son decisivos y conviene decirlo cuando todos sospechábamos antes del 20-D que el papel de bisagra de catalanes y vascos había periclitado con la irrupción de Ciudadanos. No ha sido así, y es bueno ponerlo negro sobre blanco para que no olvidemos el verdadero mapa de la representación política en España. El peso del nacionalismo vasco y catalán es importante y, para determinadas fórmulas de investidura y gobierno, determinante.

Cuestión diferente, aunque muy relacionada, es si al PNV, a ERC y a DiL les conviene o no la repetición de elecciones generales el 26 de junio. Parece que no. Los comicios vascos de octubre quedarían afectados por una cita electoral en el verano próximo y en Catalunya, los partidos independentistas no atraviesan por sus mejores momentos, sino todo lo contrario. La inconveniencia para los nacionalistas de una nueva convocatoria electoral constituye un argumento de peso para prestar oídos a las propuestas que puedan ofertarles Podemos siempre y cuando estén dispuestos a rebajar las expectativas que ahora manejan, lo cual no parece probable.

Debe añadirse al cóctel de variables alguna otra no menos importante: ¿interesa a los nacionalismos un Podemos en el gobierno cuando la formación de Iglesias les ha batido en Euskadi y Catalunya en las generales del pasado 20 de diciembre? Conocer la respuesta sería sumamente interesante. Podemos se encamina hacia una fuerte implantación territorial –de corte federal– y los nacionalismos hegemónicos molestan a ese su gran objetivo. Por todo ello hay que pasar de los eslóganes –“gobierno a la valenciana”– a las realidades y dejarnos ya de falsas consignas.

José Antonio Zarzalejos

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