La familia española

Ante la situación actual de la familia en España, quiero llamar la atención sobre cómo ha estado evolucionando en los últimos cien años aproximadamente, porque creo que como institución milenaria está en peligro en nuestra patria.

Sin duda, la familia es la institución más antigua de la humanidad y respetando las variaciones que siempre ha habido a lo largo del tiempo, no perdió nunca la esencia de la misma.

Voy a empezar un poco por el final, a raíz de una conversación que mantuve hace poco con una pareja joven que, con la mejor de sus sonrisas, me decía que no iban a tener hijos nunca, porque les destruiría la vida como la tenían organizada y donde los hijos no tenían cabida. No quise hacer mayores comentarios y más, porque cuando afirmaban tan rotundamente que no querían tener hijos, por los problemas que les iban a dar, especialmente de tipo económico, se estaban paseando con dos fenomenales perros que se habían regalado mutuamente.

La tradición cristiana en España es uno de sus rasgos dominantes y como ejemplo de ello basta con recordar la conquista de América, llevando la cruz de Cristo, en primerísimo lugar, como se demuestra por el desarrollo de nuestra Fe católica, en todo el continente americano.

Dentro de esa tradición cristiana se encuentra, por supuesto, la familia española, que sin tenernos que remontar mucho en el tiempo para no aburrir al lector, lo normal en nuestro país era casarse recibiendo el sacramento del matrimonio y, desde luego, tener hijos con generosidad hacia el Señor, bautizándolos enseguida, para que pudieran ser hijos de Dios lo antes posible y así, poder recibir su Gracia.

Creo que debo aclarar que los sacramentos fueron instituidos por Jesús nuestro Señor para ayudarnos a poder identificarnos lo más posible con Cristo a lo largo de nuestra vida. De ellos, el matrimonio es el único sacramento en el cual los contrayentes se lo administran personalmente, es decir, es un compromiso total de los contrayentes con Dios nuestro Señor.

A partir del siglo XX y especialmente en la segunda mitad del mismo y de una manera muy rápida, ha evolucionado el concepto de matrimonio cristiano, rebajando equivocadamente, más y más, su compromiso. Ahora asistimos cada día más a la celebración de uniones civiles, dejando de lado el matrimonio sacramentado. Esto para un cristiano es una derrota, ya que de manera clara, Dios nuestro Señor dijo: «Serán los dos una sola carne y lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».

En estos días estamos viendo el horror de la guerra en Ucrania, donde el sufrimiento de las familias es terrible y más cuando no han tenido más remedio que separarse, con el agravante de no saber a ciencia cierta si se volverán a ver. Pues bien, en tan duras circunstancias, he podido ver cómo en un refugio y en condiciones muy precarias, familias rotas y alrededor de un sacerdote, estaban celebrando la Santa Misa, encomendándose al Señor y pidiendo por la paz; reconozco que me ha emocionado el ver tanta Fe en circunstancias tan duras.

Ahora, la situación general en España en lo relativo a vivir con los principios cristianos dejados por Jesús en los evangelios, está a kilómetros de distancia de la tradición católica que teníamos; pero, ¿por qué lo digo? Pues porque estamos hartos de ver, cómo hijos, nietos y amigos de ellos inician una relación. A las primeras de cambio y llevando a lo mejor un profundo conocimiento de apenas quince días, te informan de que se van a pasar un fin de semana en tal o cual balneario u hotel, para vivir su amor. Es decir, que muchas veces y sin saber nada de lo fundamental en el otro, ya viven juntos, como si lo único y fundamental de amor, fuera el sexo, como primera medida.

No cabe duda de que el mundo está pasando por una época de ateísmo generalizado, donde los valores que priman son el poder, la ambición, el triunfo social, etc., sin querer participar o ni siquiera oír el drama de tantas y tantas familias que están viviendo muy mal y viendo cómo unos pocos viven cada vez mejor.

No puedo dejar de pensar en esos casi cuatro millones de refugiados que se ha producido en algo más de un mes de guerra en Ucrania. Cuánto dolor y qué poca sensibilidad en general, con varios casos ejemplares de ayuda, se están dando y cuánto nos tiene que hacer pensar hacia dónde queremos ir de verdad. Llamo la atención a todos los cristianos en España, para que aprovechando la Cuaresma, nos convirtamos nuevamente a Dios, ya que, como dijo Ratzinger: «Ser cristiano significa haber elegido a Dios». Por tanto, ánimo, y yo el primero. Pongámonos de verdad otra vez en el bueno y verdadero camino.

José Fernando Martín Cinto es licenciado en Ciencias Físicas.

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