La feminización de la política africana

El mes pasado, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, nombró un nuevo gabinete: designó a mujeres en diez de los veinte puestos. Una semana después, el parlamento del país eligió por unanimidad a Sahle-Work Zewde, como la primera presidenta de Etiopía; y, una semana tras dicha elección, los legisladores designaron a Meaza Ashenafi como presidenta de la Corte Suprema, la primera mujer en este cargo.

Etiopía no es un país solitario en este respecto: el presidente ruandés, Paul Kagame, posesionó un nuevo gabinete equilibrado en cuanto a género el mes pasado. Ruanda, país que ya tenía el mayor porcentaje de mujeres en un parlamento nacional en el mundo; ahora, tendrá aún más mujeres líderes.

Si bien Etiopía y Ruanda se encuentran a la vanguardia del empuje de África en pro del logro de la paridad de género en la política, otros países africanos no se quedan atrás. Seis de los 20 países del mundo en la parte superior de la clasificación en cuanto a la proporción de escaños legislativos ocupados por mujeres se encuentran en el África subsahariana, y en los dos países africanos que se sitúan al final de esta lista mundial – Nigeria y Mali – los políticos están debatiendo en la actualidad sobre formas cómo incrementar la representación femenina.

Este cambio es, a su vez, inspirador e histórico. Al nombrar a tantas jóvenes y energéticas mujeres en cargos de liderazgo – como por ejemplo, Paula Ingabire, ministra de tecnologías de la información y comunicaciones de Ruanda, Kamissa Camara, ministra de asuntos exteriores de Mali, o Bogolo Kenewendo, ministra de comercio de Botsuana – los países africanos demuestran que las mujeres jóvenes pueden aspirar a lograr, y lograr en los hechos, metas impresionantes.

Estos cambios son esenciales no sólo en aras de la equidad, sino también por la prosperidad a largo plazo de África. En un continente donde la edad promedio de los presidentes es 62, África necesita a más mujeres jóvenes en el poder para reflejar el talento y deseos de su población joven. Para sostener el progreso socioeconómico de África, las mujeres jóvenes deben estar en puestos de liderazgo.

Las mujeres experimentan lo que es el mundo de manera diferente a los hombres. Nosotras crecemos navegando entre normas y expectativas culturales que, si bien son limitantes, nos brindan información esencial para la formulación de políticas inclusivas. Un creciente cúmulo de pruebas muestra que el liderazgo político de las mujeres fortalece la capacidad de gobernabilidad, mejora la cooperación con aliados y entre distintos partidos políticos, y produce avances en temas como la licencia parental y el cuidado infantil, el acceso a las pensiones y la eliminación de la violencia de género.

Si bien no es razonable – y de hecho es indeseable – esperar que las mujeres estén de acuerdo en todos los temas o sean igualmente sensibles al género en sus políticas, es justo asumir que las ideas de una líder mujer incluirán la información que ella recibe de sus experiencias únicas. A medida que los líderes de todo el mundo se esfuerzan por construir sociedades más equitativas, no deben subestimar la importancia de dar voz política a quienes son expertos en temas de género.

En gran parte del mundo, y en muchos países africanos, se cree que el lugar de una mujer está en el hogar; el espacio público es considerado como un dominio masculino. Cuando los gobiernos de África, de manera audaz e intencionalmente, hacen que ingresen muchas mujeres a formar parte de los órganos de toma de decisiones y les confían poder, están desafiando directamente estas suposiciones obsoletas. Ya que habrá una mayor cantidad de modelos a seguir, las mujeres jóvenes y las niñas podrán imaginar nuevas posibilidades de carrera; los padres trazarán nuevos caminos de éxito para sus hijas; los maestros enseñarán a las niñas de manera distinta; y, las barreras sociales y culturales caerán.

Algunos críticos sostienen que las cuotas de género en el gobierno son condescendientes e innecesarias. Pero, en muchas partes del mundo, son esenciales. En algunas sociedades, por ejemplo, las mujeres no pueden votar fácilmente, lo que significa que incluso cuando las candidatas están en la boleta electoral, puede ser difícil para ellas obtener apoyo electoral.

Etiopía y Ruanda han reconocido este desafío y se han movilizado para enfrentarlo. Adicionalmente, al nombrar gabinetes con equilibrio de género, los líderes están abordando de manera intencional una experiencia que es común entre las mujeres que participan en la política: ellas se ven ampliamente superadas en número por sus homólogos masculinos. Estos dos gobiernos ahora tienen la oportunidad de atraer la perspectiva de las mujeres con respecto a los desafíos que enfrentan sus países.

La creación de gabinetes con igualdad de género refuerza el mensaje de que el progreso es algo más que la construcción de una capacidad individual. Por el contrario, el progreso también requiere transformar las estructuras e instituciones que gobiernan la sociedad. Para las mujeres jóvenes africanas, las últimas semanas de cambio político representan un hito en el esfuerzo continuo por el logro de la igualdad de género, y marcan el inicio de una nueva era de progreso para el continente.

Fatima Al Ansar, an alumna of the African Leadership Academy, is Head of Mission at the Ministry of Foreign Affairs and International Cooperation in Mali, founder of Tilwalte Girls Peace Network, a 2017 Oxford Consortium on Human Rights Fellow, and a Mastercard Foundation Scholar.
Shona Bezanson is Associate Director of the Mastercard Foundation Scholars Program.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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