La fidelidad socialista de Rodríguez Zapatero

De los dirigentes políticos suele conocerse su pensamiento político. Pero, ¿qué ocurre con Rodríguez Zapatero? Unos no saben y otros no contestan. Al respecto, algún analista ha llegado a comparar a Rodríguez Zapatero con el Gregorio Marañón a quien, al ser disueltas las Cortes Constituyentes de la II República en 1933, le regalaron un grueso volumen de páginas en blanco en cuyo lomo podía leerse Gregorio Marañón. Discursos parlamentarios. Un buen título para un político que, al parecer, en un par de años no pronunció ni un solo discurso en el hemiciclo. Con Rodríguez Zapatero, al igual que ocurrió con el distinguido médico, se tiene la tentación de encuadernar un libro de páginas en blanco con el título José Luis Rodríguez Zapatero. Pensamiento político. Pero, el pensamiento político de Rodríguez Zapatero -en estado práctico: ninguna voluntad teórica se percibe en el personaje- existe. Podríamos detenernos, por ejemplo, en las referencias al republicanismo cívico de Philip Pettit, en el prólogo al libro de Jordi Sevilla De nuevo el socialismo, en la aportación del político al volumen colectivo Alternativas para el siglo XXI, en el libro entrevista de Marco Calamai y Aldo Garzia publicado con el título de Zapatero. Il socialismo dei cittadini. Pero, puestos a elegir, nos decidimos por la entrevista que, recién nombrado secretario general del PSOE, concedió en 2000 a la revista socialista Leviatán.

En dicha entrevista, Rodríguez Zapatero, después de señalar la precocidad de su pasión por la política -«la política me ha fluido por la sangre a borbotones desde que tengo uso de razón»-, indica la fuente de su pensamiento político. No una fuente, sino tres. A saber: el Partido Socialista Obrero Español, la tradición familiar, y el haber «pasado muchas noches hasta las tres, las cuatro de la mañana hablando de política, hablando del socialismo». Dejando a un lado la tradición familiar iniciada por el capitán Lozano, dejando a un lado las noches en vela hablando del socialismo, ¿qué puede haber aportado el PSOE al pensamiento político de Rodríguez Zapatero? El personaje, según confiesa, siempre ha tenido «una fidelidad total y absoluta con el Partido Socialista Obrero Español». Pero, ¿de qué PSOE está hablando? ¿Quizá se refiere al PSOE de Pablo Iglesias y Jaime Vera que «quería destruir el orden social» y reivindicaba «la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes»? ¿Quizá se refiere al PSOE de un Pablo Iglesias que, en sede parlamentaria, en 1908, llegó a decir que «contra el terrorismo no valen las leyes duras ni represivas» porque «son fábricas de terroristas»? ¿Quizá se refiere al PSOE que «rechaza todo roce, alianza o coalición con los partidos burgueses, llámense como se llamen» y que, finalmente, acaba pactando con los republicanos en 1909? ¿Quizá se refiere al PSOE que, ante la posible incorporación a la III Internacional, «declara que lo fundamental, lo que debe subrayarse en la obra de propaganda a fin de llegar a crear una conciencia realmente socialista, es el hacer ver la imposibilidad de que en el régimen capitalista pueda hallar jamás la clase obrera su salvación como hombres ni como productores»? ¿Quizá se refiere al PSOE que encuentra acomodo en la dictadura de Primo de Rivera? ¿Quizá se refiere al PSOE que apuesta por la vía insurreccional en 1934? ¿Quizá se refiere al PSOE que, durante la dictadura franquista, se toma cuarenta años de vacaciones? ¿Quizá se refiere al PSOE que, en 1975, junto con los demás partidos políticos democráticos -eso fue el pacto de la Transición-, jugó un papel importante en el proceso de consolidación de la democracia y la Monarquía, de cicatrización de las heridas de la Guerra Civil, de superación de la crisis económica, de cohesión social, de definición de la estructura autonómica del Estado, de modernización e incorporación de España a la Unión Europea? En definitiva, ¿con qué PSOE mantiene Rodríguez Zapatero «una fidelidad total y absoluta»? Hipótesis: Rodríguez Zapatero se mantiene fiel a la tradición oportunista de un socialismo español que se mueve entre el radicalismo y la moderación en función de la coyuntura, necesidades y expectativas del partido. Más allá del diálogo, el talante, el republicanismo cívico y las ansias infinitas de paz, más allá del sentimiento y la emoción, más allá de ese discurso propio del género de autoayuda, el pensamiento político de Rodríguez Zapatero se percibe en su manera de obrar.

Durante la pasada legislatura, el pensamiento político-práctico de Rodríguez Zapatero se ha caracterizado por su radicalismo oportunista. Y cuando ha aparecido la rectificación, ha sido también por oportunismo. ¿La reparación del pasado? Una recuperación selectiva de la historia que ha servido para connotar negativamente a la oposición. ¿El bienestar socialista? Una política intervencionista en materia de costumbres e igualitarista en materia de educación. ¿La ciudadanía y el espíritu republicano? Un nuevo modelo de Estado en que aparece el privilegio por razón de territorio afecto a la causa, se disuelve la igualdad de los ciudadanos, se diluye la soberanía y la cohesión de la nación española. ¿La tolerancia? La excomunión del adversario y el anticlericalismo. ¿El diálogo? La negociación con una banda terrorista a la que se otorga el estatuto de interlocutor político y el intento de subordinar el principio de legalidad a la coyuntura política. ¿El talante? La tensión y la dramatización políticas. ¿La defensa de los débiles? Una política económica ciega ante la desaceleración que prima la gratificación ventajista en busca del voto. A todo eso, algunos lo llamarán astucia. Cierto. Pero, se trata, sobre todo, de un ejercicio de irresponsabilidad política de consecuencias imprevisibles. Se trata, por de pronto, de poner en entredicho los consensos básicos de la Transición y debilitar el Estado con el consiguiente peligro de resquebrajarlo. Y molesta que el personaje -ahí reside otra de sus características- se presente con la bandera de la paz y el aval de la ética.

Y en eso que Rodríguez Zapatero gana las elecciones y dice que quiere «abrir una etapa que huya de la confrontación y busque el acuerdo en los asuntos de Estado». Y añade que gobernará con «diálogo» y sin ahorrar «esfuerzos para lograr el acuerdo social y político que sea posible». ¿Podemos creerle? Sería bueno que, por una vez, cumpliera su palabra. Pero, no conviene olvidar que la matemática electoral puede imponer ciertas hipotecas (¿con los nacionalismos periféricos? ¿con los restos del naufragio de la izquierda?), que la estrategia del miedo y la descalificación le ha dado buenos resultados, que el personaje tiene la costumbre de instalarse cómodamente en el mundo que él mismo ha construido. Lo afirmó Rodríguez Zapatero el día de las elecciones: «hace cuatro años me dijisteis aquí mismo que no os fallara. No lo he olvidado un solo día y me he esforzado por estar a la altura de vuestras exigencias». ¿Quizá nos espera más de lo mismo? Y está la «fidelidad total y absoluta con el Partido Socialista Obrero Español». Es decir, con la tradición de radicalismo y moderación al servicio del mantenimiento del poder. Veremos qué ocurre.

Miquel Porta Perales, crítico y escritor.