La flojera de ETA

Puede ser que haya razones para creer, con fundamento, que ETA se encuentra en su fase terminal. Puede. Pero no hay que echar las campanas al vuelo antes de tiempo. La historia de la organización terrorista, como la de otras bandas dedicadas al asesinato y el terror, obliga a analizar con cautela los síntomas. Veamos cuáles son los principales.

En las últimas semanas se han producido algunos acontecimientos que denotan que ETA se encuentra en un momento muy delicado. A mí me parece que hay tres que son decisivos para hacer el análisis esperanzador. El primero, el de un etarra que se entrega en el aeropuerto de Biarritz a la policía francesa. No tenía adónde ir. No contaba con apoyo, estaba en las últimas. El segundo, el de otro etarra que se intenta marchar a Venezuela armado con un pasaporte que es fácilmente detectado como sospechoso por la policía portuguesa. El tercero, el tiroteo de las afueras de París, en el que los bandidos han asesinado a un policía francés, lo que significa que los tipos que lo hicieron actuaban como un comando de la kale borroka aunque con la importante circunstancia de que llevaban pistolas en lugar de cócteles molotov.

Después de pensar en esos acontecimientos, y en otros, como el de las detenciones de otros etarras que acudieron a buscar dinero a un zulo vigilado, la conclusión es que ETA ha perdido la capacidad de proteger a los suyos. Cada vez que alguien se ve acosado por la acción de la policía, da lo mismo francesa que española que portuguesa, la banda es incapaz de prestarle apoyo. Ese es el peor de los diagnósticos, porque la industria del terror exige de una cierta tranquilidad en la retaguardia para sus miembros: es inimaginable que uno se tenga que ganar la vida al tiempo que vigila los hábitos de un concejal español o de un guardia civil para darle un tiro en la nuca.
El tercer hecho es el más relevante. Hay entre media docena y 10 terroristas que se juntan para dar un golpe magistral de robo de coches. Ni más ni menos que seis vehículos de segunda mano pero de alta gama. Y los 10, o los que sean, se atreven, porque son gente de valor acreditado, a enfrentarse a las consecuencias de una acción arriesgada. Una vez que alguna alarma salta y la policía aparece, se dan a la fuga, pero uno de ellos cae en las garras de la policía. ¿Qué hacen los asaltantes? Pues ir a rescatar al prisionero. Se desata un tiroteo y sucede lo peor. Lo peor para todos. Para un policía, la muerte, que es algo que no tiene reparación posible. Para ETA, lo que siempre ha intentado evitar: una situación de beligerancia absoluta con la policía francesa.
En teoría, y en la práctica, las fuerzas del orden francesas llevan muchos años colaborando en la liquidación de los terroristas. Pero esto añade un elemento que no es banal: se han atrevido a disparar en una acción abierta contra las fuerzas del orden francesas. A la decisión firme que ya mantenía Francia de acabar con ETA se suma un incentivo visceral: es posible que los próximos asesinos etarras que se encuentren con gendarmes tengan que enfrentarse a agentes con ganas de disparar. Porque, no hay que olvidarlo, la policía francesa es enormemente eficaz, pero tiene menos experiencia de autocontención que las distintas fuerzas policiales españolas. Eso de la autocontención no funciona solo por órdenes, sino que se aprende.
Todos los datos coinciden en demostrar que los ladrones de coches que asesinaron al policía formaban, hasta hace poco, algún comando de lucha callejera. Y han trabajado como tal grupo, se han protegido unos a otros y no han respetado las leyes del terrorismo nacionalista vasco, que estaban marcadas a fuego, hasta el momento, en todos los que caían. En resumen, no caer detenidos, y esperar a cantar a que los compañeros se hubieran marchado. Los que hicieron fuego contra el policía volvieron a rescatar a un compañero detenido. Y eso no se hace, porque puede llevar a graves problemas.

¿Quién les va a recoger ahora? Nadie que esté en sus cabales, si es que se puede usar esa expresión para los asesinos de ETA. Busquemos otra: nadie que piense que se está jugando una partida a largo plazo, en la que la acción terrorista tiene que estar ligada a una apuesta política. Matar a un policía francés es apostar por una guerra abierta contra Francia. El previsible resultado de esa guerra es la derrota.
¿Diez chalados para hacer un robo de coches? Diez jóvenes de la borroka deseosos de entrar en acción, apenas entrenados en la clandestinidad, apenas instruidos en el repulsivo arte de la delicada actuación medida al milímetro.
Si no me equivoco demasiado, ETA acaba de dar varios pasos en la dirección de convertirse en un grupúsculo asesino. Antes era un grupúsculo de la misma naturaleza que dirigían unos tipos que pensaban una estrategia de disparate, pero una estrategia. Ahora ha entrado en la guerra de guerrillas, en la que los descolgados visten harapos y los combatientes actúan sin saber qué hacen. Solo saben que pelean por la Arcadia prometida por Fidel Castro y Sabino Arana al alimón.
Creo que están acabados de veras.

Jorge M. Reverte, periodista.