La formación del talento científico africano

Hace diez años, el físico sudafricano Neil Turok hizo una predicción audaz: el próximo Einstein del mundo saldrá de África. Una década después, es buen momento para considerar si el continente está más cerca de encontrar al próximo genio global.

Estadísticamente, hay de hecho una alta probabilidad de que así sea. En 2050, el 40% de los jóvenes del mundo serán africanos. Sólo por razones demográficas, es evidente que África está destinada a generar prodigios en ciencia o tecnología.

Los africanos ya han estado a la vanguardia del mundo en ciencia. De hecho, fueron pioneros en algunas de las más grandes innovaciones de la humanidad (desde las vacunas hasta la neurocirugía). Uno de los dispositivos de medición más antiguos de la historia, el hueso de Lebombo, fue tallado por personas que según se cree vivieron hace unos 35 000 años en el moderno eSwatini (Suazilandia). De modo que la matemática misma es una invención africana.

Luminarias de la ciencia y de la formulación de políticas como Calestous Juma, un defensor global del desarrollo sostenible basado en la ciencia, y Wangari Maathai, activista ambiental y ganadora del Premio Nobel, promovieron la agenda científica de África durante décadas. Ahora que estos visionarios ya no están, África necesita un nuevo fondo de cerebros que inspire a futuras generaciones de investigadores éticos y con vocación de servicio público.

¿Pero cómo asegurar que África descubra científicos innovadores y disruptivos, les dé apoyo y colabore en su desarrollo? El elemento faltante hasta ahora ha sido un sistema educativo africano que apoye la innovación en investigación y que provea al siguiente genio científico de África (hombre o mujer) la capacitación y el apoyo que necesita, en África.

Los gobiernos de todo el continente están cada vez más de acuerdo en que la educación e investigación en las áreas básicas (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) es esencial para el crecimiento económico y el desarrollo. Pero demasiados jóvenes investigadores africanos todavía no ven otra opción que irse al extranjero para estudiar y trabajar. Se puede cambiar, pero sólo haciendo inversiones concretas en el talento local, lo cual implica repensar todo el sistema educativo africano. Se destacan en esto tres grandes prioridades.

En primer lugar, los países africanos tienen que reparar la línea de transmisión del conocimiento. Esto implica invertir en capacitación docente, mejorar los resultados académicos, retener a más mujeres en carreras de las cuatro áreas básicas, dar apoyo a la investigación desde la universidad, ayudar a los jóvenes investigadores por medio de “programas sándwich”, crear en los campus laboratorios conjuntos donde las universidades cooperen con el sector privado, etcétera.

En segundo lugar, África necesita creación local de conocimiento. Esto demanda facilitar la investigación básica y aplicada y crear la infraestructura necesaria para la diseminación de los resultados de la investigación. Por ejemplo, hay que aumentar la financiación disponible para investigadores e instituciones de investigación, y promover fuentes abiertas para el uso compartido del conocimiento.

La tercera prioridad es poner el conocimiento en práctica. Esto incluye, por ejemplo, poner la información científica al alcance del público general y de los innovadores, y apoyar alianzas público‑privadas que permitan trasladar los resultados de la investigación a pruebas piloto, demostraciones y aplicaciones, de modo tal de crear empleo y responder a los problemas de la sociedad.

Un buen ejemplo es la prueba del uso de drones para distribuir sangre para transfusiones en áreas remotas de Ruanda. La tecnología empleada se basa en una investigación de la empresa estadounidense Zipline, pero el programa piloto es local. Zipline firmó contratos con las autoridades aeronáuticas y el ministerio de salud, entre otros, y se creó una alianza público‑privada para la financiación del programa. Tras el éxito de la implementación de la tecnología en Ruanda, ahora se la está extendiendo a Ghana. Zipline salvó cientos de vidas y demostró el potencial de las transferencias tecnológicas con alto impacto.

Hay una iniciativa del Instituto Africano de Ciencias Matemáticas (AIMS) ideada por Turok y apoyada en parte por la Fundación Mastercard; se llama Next Einstein Forum (NEF) y está demostrando la capacidad de África para generar talento científico de calidad. El objetivo del NEF es reunir a innovadores africanos para promocionar descubrimientos revolucionarios y estimular la colaboración científica en pos del desarrollo humano. Desde la formación de su primera cohorte de integrantes en 2015, el NEF presentó diversas contribuciones de jóvenes investigadores africanos que trabajan para resolver algunos de los desafíos científicos y tecnológicos más difíciles a los que se enfrenta el mundo.

La cohorte actual del NEF incluye a Abdigani Diriye, de Somalia, creador de una plataforma de préstamo basada en blockchain en Kenia y designado hace poco uno de los 30 principales innovadores de África; a Peter Ngene, de Nigeria, cuyo trabajo en nanotecnologías se está aplicando a mejoras en el área de las fuentes de energía renovables, y que hace poco también creó un lector de hidrógeno para detectar la intolerancia a la lactosa; y a Vinet Coetzee, de Sudáfrica, de cuyas investigaciones en mediciones sanitarias no invasivas surgió un dispositivo capaz de detectar la malaria con pedido de patente.

Con tantas cuestiones complejas que demandan atención, África necesitará modelos educativos y de investigación innovadores. Pero mientras haya programas como el NEF y otros similares que sigan apoyando a los más brillantes científicos jóvenes del continente y resolviendo cuestiones sistémicas, como la financiación, la movilidad y la infraestructura de investigación, es muy probable que los que hoy lideran la búsqueda de soluciones terminen cumpliendo la predicción de Turok.

Daniel Mundeva is an associate program manager for education and learning at the Mastercard Foundation. Traducción: Esteban Flamini.

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