La 'foto de Cibeles' decantará el voto de muchos indecisos

Si la foto de Colón alimentó al bloque de la derecha durante meses, la foto de Cibeles de hace dos semanas alterará sensiblemente el tablero estratégico de la precampaña.

Mientras Pedro Sánchez se frotaba las manos en Valladolid, una pequeña representación de la derecha española congregó a 30.000 personas (según la Delegación del Gobierno) que pedían a gritos un programa. Extrapolando, es fácil deducir que a esos miles de personas se sumarán en las elecciones muchas más del resto de España.

La manifestación de Cibeles movilizará, en fin, a buena parte de esos tres millones de personas que se declaran de centro. Y analizando los testimonios de los participantes se deduce el sentido de ese posicionamiento.

Eran votantes de derechas, de izquierdas y moderados. O incluso sin una ideología clara.

Esto era el centro. Defender la Constitución que nos representa y nos une desde que la democracia puso el contador a cero. El centro, de hecho, propulsó la victoria de UCD durante la Transición con el ánimo de construir un país con la Carta Magna como hoja de ruta.

Pero ¿qué es el centro ahora mismo y por qué los principales partidos de cada uno de los bloques ideológicos se han agarrado a él de cara a las futuras elecciones municipales, autonómicas y generales? No debe ser tan irrelevante ese centro si Pedro Sánchez se quiere ahora adueñar del discurso de la moderación de Alberto Núñez Feijóo.

En El segundo advenimiento, William Butler Yeats describe un mundo en el que el centro político se erige como garantía de la paz. "Todo se desmorona, el centro cede, la anarquía se abate sobre el mundo".

Llevemos esa tesis premonitoria de la II Guerra Mundial al tablero político español actual.

Pedro Sánchez está atado de pies y manos después de haber mordido el anzuelo del independentismo catalán. Como fiel negador de la realidad, quiere presentarse ante esos tres millones de votantes indecisos como adalid de la moderación contra el extremismo político. Presupone que tienen la memoria de un pez.

Sánchez no puede presumir de centrista cuando ha posibilitado que el presidente de la Generalitat se apropie del éxito de la cumbre bilateral entre Gobierno e independentistas.

Tampoco puede alardear de moderación cuando ha construido un relato sobre un protocolo antiabortista, el de Castilla y León, que no existió jamás.

No puede declararse centrista cuando se alía con la extrema derecha europea para doblegarse ante Marruecos. El texto contra la violación de los derechos humanos en Marruecos fue aprobado con una abrumadora mayoría de 356 votos, pero el presidente volvía a caer en una trampa para contentar a sus aliados.

Aunque mientras al presidente le sonría (con maquillaje) la economía, podrá seguir aguantando la caminata.

El centro se ha convertido en eje de precampaña para ambos partidos. Dice la socióloga Martha Nussbaum que "ninguna retórica apasionada que tenga por fin los objetivos y metas más valorados por una sociedad pone en peligro la libertad de disentir". ¿Qué miedo hay en España al disenso cuando es lo que moviliza al electorado?

PSOE y PP pelean por adueñarse del lema de la moderación en las elecciones. No es cuestión de polarización, sino de alinearse con una postura y apostar por ella. Pero la lista de cadáveres políticos que se agarraron a ese programa en España es larga.

Lo que le valió a UCD para asentar la democracia en España fue lo que acabó con ella. Lo que le sirvió a UPyD para perseguir la corrupción fue lo mismo que determinó su corta vida. Lo que fue decisivo para que Ciudadanos marcara el camino contra el independentismo en Cataluña derivó en su práctica desaparición.

Y es esa buscada indefinición la que llevó a los líderes de la izquierda y de la derecha a quedarse en casa el día de la manifestación de Cibeles. A la izquierda, por razones obvias. A la derecha, porque le incomoda verse fotografiada con Vox.

Pero esta última batalla la ha ganado la derecha. Sánchez olvida que aquellos a los que llama "excluyentes y nostálgicos" votarán en las próximas elecciones. Y en Cibeles estaban muchos de esos votantes indecisos que buscan a alguien que les represente y que decidirán las elecciones.

Marta García Bruno es periodista, profesora en la facultad de Comunicación de la Universidad Francisco de Vitoria y doctoranda en Comunicación Política.

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